Inteligencia práctica (Animales superiores)

Inteligencia práctica (Animales superiores).

Es un principio que aún se adquiere desde la experiencia, la cual permite el derecho a elegir entre una cosa u otra. (comienzo del eros)

Sin recurrir a los procesos psíquicos.

La conducta inteligente se puede asociar a realizar acciones con algún sentido, poder responder también a situaciones nuevas.

Se habla de inteligencia orgánicamente condicionada, cuando el ser vivo actúa o habla sin reflexionar antes (movimiento impulsivo) y busca satisfacer sus necesidades.

Inteligencia práctica: siempre se busca una acción, pero donde se puede lograr o fallar el fin impulsivo.

Aspecto psíquico.

La inteligencia es la evidencia de un nexo objetivo que no se haya percibido antes.

Esta dada en parte por la experiencia, pero por otro lado se completa por anticipación de un hecho nuevo, que no se haya vivido.

La diferencia respecto a la memoria asociativa: la situación que se toma y que responde la conducta, es nueva y no encaja para la especie, pero principalmente para el individuo.

Una conducta semejante, surge repentinamente al realizar nuevos intentos, independientemente del número de intentos anteriores. Esto se manifiesta también en la expresión, especialmente en los ojos; por ejemplo, en ese brillo de los ojos que W. Köhler interpreta de un modo muy plástico como expresión de la vivencia de un “¡ah!”.

Hoy existe una complicada discusión, sobre si los animales, en particular los chimpancés, han alcanzado o no la fase de la vida psíquica que se describe. La discusión en que han sido parte casi todos los psicólogos, no se ha calmado aún, a pesar de haber publicado Wolfgang Khöler, en las Memorias de la Academia de Ciencias de Prusia, las experiencias que hizo con chimpancés durante varios años, y que llevó a término con asombrosa paciencia e ingeniosidad en el Instituto Alemán de Experimentación de Tenerife. Khöler atribuye acciones inteligentes muy sencillas a animales de sus experimentos. Otros investigadores las discuten. Casi todos tratan de corroborar con otras razones la doctrina antigua de que los animales no poseen más que memoria e instinto y de que la inteligencia, incluso en la forma de un razonamiento primitivo es exclusiva del hombre. Las experiencias de Khöler consistían en ubicar obstáculos entre un animal y el fin del impulso (por ejemplo, una fruta), todos ellos cada vez más complicados, y así observar, cómo y con qué presuntas funciones psíquicas, sabe el animal conseguir el fin de su impulso y cuáles son los límites que presenta para lograr esto. Las experiencias han demostrado claramente, según la opinión del autor, que los animales no solo actúan según sus instintos, sino que en algunos casos según acciones inteligentes. En el momento en que el fin del impulso, por ejemplo, una fruta, brilla ante los ojos del animal y se destaca ante todo lo que lo rodea. El campo óptico entre el animal y el mundo externo, estructura las relaciones entre sus objetos tomando un realce relativamente abstracto de tal naturaleza, que ciertas cosas, que percibidas por si solas parecen indiferentes, o se presentan como algo “para morder”, algo “para jugar”, algo “para dormir”, adquiriendo el carácter referencial dinámico de “cosa para coger la fruta”.

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