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Sobre el amor


Enviado por   •  15 de Junio de 2021  •  Ensayo  •  1.837 Palabras (8 Páginas)  •  105 Visitas

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SOBRE EL AMOR.

INTRODUCCIÓN

¿Qué es el amor? ¿Qué es ese acto tan voluntario que nos torna desdichados y felices al mismo tiempo mientras lo experimentamos? ¿Por qué es una necesidad? ¿Por qué apenas despertamos, sentimos la necesidad de amar, el ansia de sentir que nos aman? ¿Por qué pensamos que hemos nacido para ser felices amando, y vivir infelices si no nos aman? ¿por qué, mientras somos jóvenes, creemos que la vida, los logros, las metas, todos nuestros sueños, no son nada, sin amor? ¿todos los seres humanos vivimos la necesidad de amar? ¿Es que acaso el amor atiende a capacidades intelectuales, y no todos podemos expresarlo, sentirlo, o necesitarlo? ¿Los armadillos, aman? ¿Los gatos aman? ¿Los perros en realidad nos quieren? Este breve ensayo analizará desde la biología, si el amor atiende a necesidades meramente naturales, o más bien parte de necesidades aprehendidas desde la cultura; analizaremos desde el punto de vista moral, qué condiciones se dan para que en los seres humanos aparezca el amor; analizaremos este maravilloso y complejo sentimiento, desde tres pilares de saber: la biología, la psicología y el misticismo religioso, a fin de brindar un análisis integral y desde diferentes perspectivas, acerca de este fenómeno cultural, y su repercusión en nuestra vida social, cultural, e íntima.

ARGUMENTO

Entendamos primeramente que el amor es un sentimiento. Los sentimientos se diferencian de las emociones, porque son expresiones culturales. Un chino, un árabe o un alemán, amarán de distinta forma que un peruano, un venezolano, o un maorí. Todos podemos amar, pero todos amamos de maneras distintas, de acuerdo a nuestra educación (Gómez, 2010).

Diferenciemos entre la emoción, que es una pulsión, un instinto, una respuesta ante determinado estímulo. El miedo por ejemplo. El dolor por ejemplo, La ira por ejemplo: todas son emociones, porque no requieren de una formación cultural, para existir, por eso, un chino, o un suizo, sentirán miedo ante lo desconocido, de la misma manera. Un árabe o un inúe, sentirán un asco idéntico ante algo que degusten y no les guste.

Las expresiones culturales (o sea los sentimientos) no se parecen a las emociones, porque para existir, necesitan de una educación particular, de una suerte de rasgos antropológicos muy bien definidos: el lenguaje, y la formación de ideas a través del lenguaje (TORRES, 2020). Se agrega también la capacidad neurológica e intelectual que como seres humanos, tenemos para receptar esa educación. El amor puede ser en un primer momento, irracional y azaroso, pero hay una organización cultural intrínseca en nuestra mente que nos ha hecho llegar hasta el instante de amar, mediante un estímulo de erotismo idealizado, preciso y seleccionado. No podemos amar a todas las personas, porque nuestra mente culturalmente ha sido diseñada para amar a determinado tipo de ser humano. En ese sentido el amor es lo que es, porque es exclusivo.

Un ladrón por ejemplo, no puede enamorarse de una mujer buena y moral, porque esa mujer nunca lo entendería, ni lo admiraría. El amor nace de la admiración, de similitudes muy íntimas y siempre imperceptibles vistos por un ajeno (VALERIO, 2018). Un hombre poco inteligente, jamás podrá amar a una mujer inteligente, porque esa mujer no lo entenderá, ni será su cómplice en sus gustos primarios. En el amor real, los opuestos nunca se atraen; creer aquello es un mero mito. Mera poesía. Es evidente también que nuestros primeros amores (nuestros primeros objetos sexuales) son nuestros padres (FREUD, 2016). De acuerdo a la forma física y moral de nuestros padres, amaremos. Por ello los niños que vivieron en ausencia de padres, tendrán relaciones sexuales y afectivas con cualquier tipo de personas, mientras que aquellos que vivieron dentro de una familia nuclear, buscarán parejas que se parezcan a su madre o a su padre, al menos, sino en lo físico, sí en lo moral.

Hay que separar aquí las uniones por conveniencia o los amores arreglados por influencia de poder, que si bien son una forma de amor, la naturaleza de ese amor no es el objeto de este ensayo porque no es una forma de amor que tenga como meta, el amor en sí mismo, sino que más bien es una forma de amor-medio, para llegar a una meta, a un fin material y determinado.

No existe amor que no tenga como principio el deseo, pero el deseo muchas veces puede confundirse con el amor, en la medida que voluntariamente deseemos confundir el acto sexual como necesidad, con el afecto como necesidad y meta moral para nuestro bienestar.

Nos gusta que nos amen. Vivimos toda la vida persiguiendo a quienes lo hagan. Hay una suerte de diseño cultural preciso en las personas capaces de amar, hacia esta búsqueda infranqueable de afecto. Paréntesis aparte, es curioso cómo la definición de amor hoy en nuestros días, está siendo secuestrada para fines políticos, y entonces, olvidando que el amor es una expresión cultural, se empieza a promover la idea anticientífica de que el amor, es una expresión que puede ser expresada por no humanos. Perros y gatos se encuentran en esta encrucijada ideológica en donde una suerte de sectarios poco informados y ajenos a la etología, a las ciencias biológicas, a la psicología y al sentido común, pretenden imponer una verdad corrompida: de que el amor, no es un sentimiento humano, una expresión cultural auténtica de nuestra especie, sino una suerte de fenómeno biológico y universal. O sea, los venados pueden amar, las ballenas pueden sentir rencor, los buitres pueden ser intrigantes, las hienas, pueden ser maliciosas, los osos, maquiavélicos, los leones, indiferentes. Si los sentimientos son universales, entonces los sentimientos no tienen la potestad para surgir a partir de la razón, sino que es una manifestación dada en toda la naturaleza. Pero, caricaturas ácidas aparte, veamos: si el amor es un sentimiento, y los sentimientos son expresiones culturales, los animalistas, en su propuesta de declarar a gatos y perros, como capaces de amar, estarían afirmando, contra toda prueba histórica, cultural, y antropológica, que los animales son capaces de manifestar expresiones culturales.

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