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Amor


Enviado por   •  17 de Diciembre de 2014  •  Ensayo  •  2.563 Palabras (11 Páginas)  •  133 Visitas

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Dicen que las personas que fueron buenas en la tierra se van al cielo cuando mueren, que descansan en paz en un lugar inmaculadamente blanco y que yacen en la gloria de Dios, mientras que las que fueron malas, las que han pecado están destinadas a pasar la eternidad en el infierno a sufrir por siempre el castigo por sus actos; pero eso solo es lo que todos dicen. No es que esté en contra de la religión, que es bastante necesaria en la vida de las personas aparentemente sanas y es lo primero que se le puede reprochar a alguien que peca, con esa frase ligeramente peyorativa que es tan comúnmente usada en esta sociedad: A su corazón le falta Dios.

Yo solía cuestionarme los lineamientos a los que estábamos sujetos pero sobretodo quién era bueno; ¿Quién podría ser tan bueno que mereciese el descanso eterno? ¿Estaba a caso escrito en piedra cual dictadura divina? ¿Será posible ser el prospecto que se niega a todas las tentaciones? Por supuesto que no me atormentaban los sentimientos de culpa, siempre he creído que soy una buena persona con sentido moral, con valores, crianza y una familia nuclear perfectamente defectuosa que gozaba de una supuesta prosperidad: Siempre he tenido buenas calificaciones en la escuela y cabe mencionar que es lo único por lo que me he destacado entre los demás; he sido obediente y tranquilo, no sobresale en mi el desorden ni la pereza pero, ¿Seré a caso una buena persona? ¿Por qué nos importa tanto la opinión de las otras personas? Es cierto, me importa la opinión de las personas, es lo que nos dice que estamos dentro de la norma para poder encajar en una sociedad y es porque todos necesitan la compañía, el amor y el reconocimiento para completar sus logros y que sus vidas cobren algo de sentido: es decir, ¿Qué sentido tendría estar solo si formar sociedad es lo que nos ha dado la capacidad de sobrevivir y crecer como especie? Pues así era, pero esas no eran mis propias ideas.

Soy Leonardo. Nací y vivo en una ciudad del norte de México en frontera con los Estados Unidos en el estado de Sonora. Al estar en una zona desértica el clima es extremoso, demasiado caliente en el verano con temperaturas que llegan a los 48 y hasta 49°C y tan frío en el invierno que algunas tuberías del agua potable se congelan a veces durante la noche. No es una ciudad tan agradable, o tan prospera, pero uno se acostumbra al lugar donde ha vivido toda su corta vida. Yo sé que nunca he sido una persona normal, siempre me he sentido diferente y aunque haga amigos desde que tengo memoria no he podido sentirme cómodo y encuadrarme con los demás; de hecho, me resulta muy difícil, casi podría describirme como un antisocial, lo cual es un completo contraste con mi hermano mayor Ernesto, un joven abogado, mujeriego y un perfecto estereotipo de hombre masculino de sus propios tiempos. Mis padres son conservadores, buenos educadores aunque no está de más decir que mi madre es la más comprensiva de los dos; siempre cariñosos, cálidos y parece cubrirles un aura de enamorados entre ellos mismos como si pequeños corazones de papel ondearan con el viento a su alrededor: son felices y solo esperan ver los logros de sus hijos para que al crecer se vayan y solo vuelvan de visita de vez en cuando para traerles a ver a sus nietos o para navidad, y poder amenamente envejecer juntos hasta que la muerte decida por cansancio, o por hastío en su defecto, venir por ellos a darles descanso eterno.

Todos dicen que soy la versión joven de mi papá, pero con los ojos de mi mamá: mi padre, José Valles, es un hombre de estatura promedio, bronceado por trabajar bajo el sol de la zona desértica donde vivimos; cabello castaño, ojos pequeños y oscuros y unas cejas y barba abundantes que le dan un aire intimidante, pero suele ser cómico la mayor parte del tiempo. Mi madre, Amanda, es una mujer dulce y atenta, con unos ojos color miel que hacen contraste con su cabello negro; es la clase de mujer que mantiene su hogar en pié y funcionando, y que al mismo tiempo es atenta a las necesidades de cada miembro de la familia; sin duda una madre dedicada de tiempo completo. Pues ésta es mi familia perfectamente defectuosa.

Entré a la preparatoria para cumplir con mis pobres aspiraciones: sin esmero y sin sueños de grandeza y prosperidad porque estoy acostumbrado a la vida que he llevado, limitada y sin lujos, sin embargo tengo que recibir educación para escoger una carrera, independizarme, tener mis propios logros, hacer una familia y todo lo que tiene que hacer una persona normal, que encaja en la sociedad, es productiva y buena y que seguramente iría al cielo al morir. Me he preguntado tanto si esto es lo que en realidad quiero o es lo que las personas esperan de mí. Siempre que pienso en esto me doy cuenta que he sido solo tan maleable como un pedazo de cobre; qué decepción en verdad, pero qué más se puede hacer si se debe hacer lo que ya está establecido con lo que parece ser de carácter obligatorio. Yo no iba a ser un inútil, yo tendría que ser alguien que aporte a la sociedad, alguien que vale el aire que egoístamente está tomando para sí mismo y no alguien que molesta de verle tirado por las calles sin negocio y sin propósito. Por supuesto: yo tendría que cumplir con las expectativas de la sociedad, pero, todo eso suena tan difícil, ¿Qué tal si no pudiese lograrlo? ¿Qué pasaría si yo fuera el vago tirado en las calles robándose el aire que respira? Yo no soy normal, no sé que estoy haciendo ni con qué propósito, no sé si podré satisfacer a mis padres ni darles lo que esperan de mí. Sería prudente acabar con todo el problema de una sola vez; es demasiada presión tener que cumplir con las expectativas de la gente, si no lo logras decepcionarás a quiénes te quieren y tu fracaso les recordará ese sentimiento mientras sigas vivo. Exactamente: mientras siga vivo. ¿Cómo sería todo si no estuviera aquí? ¿Podría evitarme todos los problemas de una sola vez? ¡Esa era la solución! Yo debía morir.

Yo consideraba renuentemente la idea de morir, los puntos a favor y en contra y mi estúpida mentalidad mediocre hacía crecer la lista a favor de mi suicidio; No era la gran cosa, la gente a duras penas sabía de mi existencia, creo que nadie notaría mi ausencia; es cierto, mi mamá lloraría mucho y mi familia estaría muy triste, pero finalmente lo superarían y seguirían adelante, sin mí. Ya había concebido todas estas ideas antes pero mientras aumentaba la presión, mientras más conocía de mí mismo más me daba cuenta de lo inútil que era mi existencia, no sólo eso, la carga que este bulto andante a penas vivo y que daba discretas señales de consciencia significaba para los demás: Yo realmente quería morir. No iba a dejarles una carta de despedida a mi familia, si ellos sabían al menos un poco sobre mí era solamente lo que yo les habría dejado saber, así que no tenía

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