Aristóteles Y McCloskey: Es Sentido Común
stefanybm1 de Marzo de 2015
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Es sentido común
Los antiguos filósofos griegos invirtieron mucho tiempo pensando sobre la naturaleza de las cosas, especialmente sobre la naturaleza de la virtud. Sócrates, por ejemplo, pensaba que el propósito del hombre debía ser la búsqueda de la sabiduría (sophia). Junto a Platón, su discípulo, Sócrates creía que el mero entendimiento del bien es suficiente para alcanzarlo. Aristóteles, sin embargo, agregó una nueva postura a la discusión y aunque coincidía con la importancia de conocer (aún de forma abstracta) un bien para poder practicar su virtud, no pensaba que ello fuera suficiente. Para Aristóteles, una vida virtuosa debía desprenderse de un conocimiento más práctico y particular que el abstracto y general que proponían los anteriores. A este nuevo tipo de sabiduría lo llamó phronesis. Esta palabra ha sido traducida de muchas formas diferentes, pero las definiciones más aceptadas han sido las de “prudencia”, “sentido común”, o “razonamiento práctico”. En Nicomachean Ethics, Aristóteles definió este término de forma consistente:
“La sabiduría práctica no se refiere a la universalidad por sí sola, sino que también debe estar familiarizada con los detalles: está ligada a la acción y la acción se refiere a los detalles; a la particularidad”.
Al principio no estaba de acuerdo con esta idea. La necesidad de una “sabiduría práctica” implica que las virtudes por sí solas no son suficientes para llevar una vida virtuosa. Cuan redundante… Sin embargo, es importante recordar que las virtudes, si no se practican de forma consistente, pueden convertirse en vicios. Y es en esa línea, la que está entre aplicar una virtud en exceso, o no aplicarla demasiado, donde se necesita una sabiduría práctica para hacer la correcta distinción. Aristóteles creía que todo tenía un objetivo: su telos, propósito o potencial máximo. El logro de este objetivo conlleva a la areté o excelencia. El telos del hombre era eudaimonia, la felicidad o el florecimiento, una vida vivida al máximo. En términos resumidos, el camino hacia la eudaimonia está pavimentado con las decisiones tomadas con sabiduría práctica. Mientras mejores sean las decisiones, mayor será el progreso, y más florecerán las virtudes.
Muchas personas concluyen equivocadamente que la sabiduría práctica de Aristóteles es una especie de relativismo moral subjetivo, en el que no hay nada bueno o malo absoluto. Sin embargo la realidad no es así. Aristóteles creía que la comprensión de la verdad absoluta era necesaria con el fin de ser prácticamente sabio. Mientras ponemos en práctica la sabiduría práctica, las verdades absolutas actúan como límites para nosotros. La comprensión de los absolutos requiere un intelecto informado. Los seres humanos informamos a nuestro intelecto de estos absolutos mediante la contemplación de la naturaleza de cada virtud y vicio. Para ser prácticamente prudente, necesitamos la sophia que tanto buscaban y defendían Sócrates y Platón. Santo Tomás también lo dijo: “la prudencia se desprende de la razón”. El empirismo de Hume y el pensamiento a posteriori no es aplicable a un razonamiento completamente prudente, sino más bien a uno que hace distinciones y discriminaciones.
Es en este punto donde la filosofía Kantiana cobra mayor sentido. Las reglas morales deberían ser innatas, formales, a priori, universales. El relativismo no puede ser una justificación coherente porque cada quien adaptaría su definición de “bien” o “mal” a lo que más le convenga. Es cierto, hay distintas formas de ver o vivir ciertas experiencias, pero debería existir un precepto objetivo sobre lo que es correcto y lo que no (y si no existe un manual que contenga la respuesta, ¿por qué no atribuir ese precepto, a puro sentido común?) Como siempre, tampoco son buenos
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