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CUENTO AFERRADO AL AMOR


Enviado por   •  14 de Febrero de 2018  •  Tarea  •  464 Palabras (2 Páginas)  •  132 Visitas

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AFERRADO AL AMOR.

INSTITUTO TECNOLOGICO SUPERIOR DE CIUDAD HIDALGO.

TALLER DE HERRAMIENTAS INTELECTUALES.

DOCENTE: M.G.E. Brisa Berenice Villegas Malagón.

AUTOR: Lizbeth Méndez Martínez.

FECHA: 23 de Noviembre del 2017.

En una vieja estación de trenes nunca faltaba a su cita el señor Santiago. ¿A quién esperaría horas y horas mirando su reloj dorado?

Los niños del barrio que vivían cerca de la estación siempre se reían del señor Santiago: ¡era tan extraño! Iba siempre vestido de blanco, como si fuera a una boda, pero a una boda de hace muchos muchos años. Y es que el señor Santiago siempre llevaba un elegante sombrero, unos zapatos que siempre estaban reluciendo de limpios y unas gafas redondas que le cubrían media cara.

Un día, el señor Santiago, al ver a los niños reír, se acercó con su reloj dorado y su bastón de madera.

—Aunque no lo crean, mi función en la estación es fundamental. Sin mí, los trenes nunca saldrían ni llegarían puntuales.

El señor Santiago les contó que durante muchísimos años había dado cuerda a todos los relojes de la estación, y que él mismo se encargaba de controlar que los trenes salieran exactamente a su hora: ni un minuto antes, ni un minuto después.

—Y para eso, ¿necesita ir usted tan elegante?, preguntó curioso uno de los niños.


—No, voy tan elegante porque estoy esperando a alguien, pero eso es otra historia niños.

Los niños por supuesto, no creyeron ni una palabra. Ahora todo estaba actualizado, los trenes tan modernos y rápidos, no necesitaban que nadie controlara los relojes de la estación y mucho menos un viejo reloj.

—Lo que le pasa al señor Santiago  es que está un poco mal de la cabeza. Exclamó un niño con una sonrisa en su carita

 
—Pero, ¿será verdad eso de que está esperando a alguien? 


— ¡Pues si es verdad, lleva muchos años de retraso!

El señor Santiago siempre acudía elegante y sonriente y siempre se marchaba con la cabeza agachada al paso de unas cuantas horas.

Así ocurría cada día hasta que una mañana, de uno de los trenes que llegaba de la sur, se bajó una extraña anciana. Llevaba un delicado vestido blanco hasta los pies y una sombrilla que cubría su cara llena de arrugas.

— ¿A dónde irá esta mujer tan rara? Se preguntaron asombrados los niños.

Pronto supieron la respuesta. La mujer de blanco se acercó tranquila hasta la silla de la estación en el que cada día, el señor Santiago se sentaba.

Ninguno de los dos se dirigió la palabra, pero ambos se abrazaron con mucho amor y cariño.

— ¿Me llevas a tomar un café, Santiago? —preguntó la mujer de blanco.

Y ambos se tomaron de la mano y se alejaron sonrientes por la estación.

Al día siguiente el señor Santiago, no apareció por la estación. Y a partir de entonces, los trenes nunca volvieron a llegar puntuales.

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