Carta A Meneceo
Enviado por marifernanda0123 • 29 de Octubre de 2012 • 1.540 Palabras (7 Páginas) • 706 Visitas
Pero, a pesar de lo exiguo del legado, la Carta a Meneceo tiene
un valor precioso, porque en ella ofrece Epicuro un resumen de su
concepción ética, el cual, aunque está aliviado de las copiosas argu-
mentaciones que seguramente poblaban los tratados, permite hacerse
una idea casi completa de aquélla. Sólo las relaciones humanas y
sociales, cuya consideración está presidida por los respectivos con-
ceptos de amistad y de justicia, no reciben tratamiento expreso aquí;
las Máximas Capitales y las Sentencias Vaticanas aportan el indis-
pensable complemento sobre esas materias.
Nuestra traducción de la tercera Carta de Epicuro va acompaña-
da de un conjunto de notas más o menos extensas (en números árabes
correlativos), que están destinadas a servir a la inteligencia de los
diversos contenidos del texto. El criterio que hemos seguido para su
confección no se restringe a entregar material informativo que cola-
bore puntualmente a la comprensión de las doctrinas implicadas;
nuestra intención ha sido proponer un comentario que pueda hacerse
cargo del desarrollo en su integridad y en sus articulaciones. Lo
presentamos organizado en lo que entendemos son las seis divisiones
mayores de la Carta:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
Además de estas notas, hemos incluido otras que se refieren a
interpolaciones, variantes, inserciones y complementos.
El texto original de la Carta ha sido tomado de Diogenis Laertii,
Vitae philosophorvm, recognovit brevique adnotatione critica instrvxit
H. S. Long, Tomvs Prior, Oxford: Clarendon, 1966. Se confrontó
también la edición de Épicure, Lettres et Maximes. Texte établie et
traduit avec une introduction et des notes par Marcel Conche (París:
Presses Universitaires de France, 1987, pp. 217-227), y la de Epicuro,
Obras. Estudio preliminar, traducción y notas de Montserrat Jufesa
(Madrid: Tecnos, 19942, pp. 57-65), así como también la versión que
incluye Carlos García Gual en su Epicuro (Madrid: Alianza Editorial,
1985, pp. 135-139).3
Proemio
La recta opinión sobre los dioses
La recta opinión sobre la muerte
La recta opinión sobre el placer, el dolor y sus límites
Epítome de la sabiduría ética
Conclusión
Esta traducción anotada fue elaborada en el marco del proyecto bianual Fondecyt 1971139
“Un estudio sobre el epicureísmo en el horizonte de una teoría de la experiencia”, del que
EPICURO: CARTA A MENECEO
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CARTA A MENECEO
Epicuro a Meneceo, salud.
(122) Que nadie, por joven, tarde en filosofar, ni, por viejo, de
filosofar se canse. Pues para nadie es demasiado pronto ni demasiado
tarde en lo que atañe a la salud del alma. El que dice que aún no ha
llegado la hora de filosofar o que ya pasó es semejante al que dice
que la hora de la felicidad no viene o que ya no está presente.4 De
fui investigador responsable, y en el cual participaron como coinvestigadores los profesores
Sergio Rojas y Eduardo Molina y como tesista el alumno Rogelio González. El proyecto se
llevó a cabo en el Instituto de Filosofía de la P. U. Católica.
Se abre la Carta con un llamamiento universal al cultivo de la filosofía, fundada en la
relación imprescindible e indisociable entre filosofía y felicidad. La hora (hóra) de la
filosofía y la hora de la felicidad son una misma, y ha sonado ya, ha tocado en todo tiempo y
para todo tiempo vital. Desde el comienzo, pues, Epicuro manifiesta su recelo esencial ante
todo temple de diferimiento (cf., infra, nuestra nota al § 125), e imprime a su incitación a la
filosofía –como apuntan Marcel Conche (op. cit.) y Jean Salem (Tel un dieu parmi les
hommes. L’Éthique d’Épicure, París: Vrin, 1989, pp. 35-38)– un sello de urgencia, que no es
otra sino la que insta a cuidar “la salud del alma” (tò katà psykhèn hygieînon).
La universalidad de la convocatoria se expresa, por lo pronto, a propósito de las edades,
pero también alcanza a los géneros, los estamentos y los pueblos (cf. la sentencia 52 del
Gnomologium vaticanum: en lo sucesivo referiremos a los textos de esta colección bajo la
sigla SV y el número de la sentencia correspondiente). Ésta es, de hecho, una de las notas
que más nítidamente destacan la postura de Epicuro frente a sus predecesores y sus adversa-
rios, y sólo se podría citar como antecedente el provocativo escarnecimiento cínico de las
diferencias que el nómos establece en todo orden. Pero, desde luego, el epicureísmo no
sustenta una negación tan extrema de las instituciones sociales.
En un vecino orden de similitud, referido también a lo que implican los enunciados del
proemio, cabe mencionar el desprecio por los afanes de la indagación y la especulación del
cual habían hecho ostentación los cínicos. Ciertamente, el epicureísmo no rechaza de plano
la theoría, ni mucho menos; antes bien, la ejerce dogmática y sistemáticamente, sólo que
estos caracteres no se desprenden de una sobrevaloración del celo teorético, sino de los
supuestos y las exigencias de la vida misma en orden a su plenitud. En todo caso, la
exención de requisitos previos para el cultivo de la filosofía –aunque
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