EL COMPROMISO COMO DOCENTE Y LA NIEVE DE LIMÓN
Enviado por caarloos70 • 10 de Marzo de 2014 • 2.157 Palabras (9 Páginas) • 261 Visitas
EL COMPROMISO COMO DOCENTE Y LA NIEVE DE LIMÓN
Mtro. Francisco Javier Romero Luna
Docente TC de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.
Este no es un trabajo académicamente rimbombante o erudito, es más bien un texto eminentemente reflexivo basado en la práctica docente diaria y las respuestas a cuestionamientos como: ¿Qué es el compromiso docente y qué implica? ¿Qué diferencia existe entre responsabilidad y compromiso? ¿Hasta dónde debe llegar el compromiso cómo docente? Al encontrar y presentar una o varias respuestas a las interrogantes planteadas se pretende, principalmente, hacer reflexionar o sensibilizar a toda aquella persona que está frente a un grupo escolar de cualquier nivel y que se considera: “docente, profesor, educador o maestro” para que a partir de las ideas que de aquí rescate, pueda o quiera adquirir un compromiso en su trabajo diario.
Siempre es momento para hacer un alto, para detenerse un poco a reflexionar, a cuestionarnos sobre nuestro diario trabajo como docentes y sus implicaciones en nuestra vida dentro y fuera del aula, pues: “pensar la educación y formación de los individuos en terreno estrictamente académico no siempre es fácil. Todos los seres humanos a lo largo de nuestra existencia estamos relacionados con el conocimiento y con el aprendizaje, todo nos sirve para integrar saber y transformar nuestras actitudes ante la vida; sin embargo, bien sabemos que no es lo mismo el aprendizaje espontáneo, el empírico frente al sistematizado y organizado. Este último es el que debe sustentar la formación académica que escuelas, institutos y universidades ofrecen a los educandos con la finalidad de formar a los técnicos y profesionistas del futuro quienes, aunque suene como frase hecha: tendrán sobre sus hombros la responsabilidad de sostener el desarrollo y la economía de nuestro país, el desarrollo y economía personal, el crecimiento como seres humanos y ciudadanos comprometidos con su entorno” (Alcalá, 2002). Es decir, si empezamos por entender, que como docentes tenemos en nuestras manos a un sujeto, a un ser humano para colaborar, apoyar, participar o influir, en su educación y en su formación, podremos comprender la esencia de nuestro compromiso docente que radica, no sólo en nuestra formación, sino, fundamentalmente en las tareas desarrolladas diariamente en el aula enfocadas a lograr la generación de un cambio conductual en los alumnos que están en nuestras manos y bajo nuestro ejemplo.
Precisamente, con la finalidad de que, como docentes, nos identifiquemos o ubiquemos qué rol o modelo desempañamos en el aula; presento a continuación una visión panorámica de la evolución de la educación formal donde se plantean diversas denominaciones otorgadas a los que se dedican a la tarea docente, según Gauthier y Tardid (1996).
Para empezar describiré algunos rasgos que caracterizan al maestro natural. Podemos darnos cuenta que, a pesar de ya estar en el siglo XXI nos seguimos encontrando docentes considerados como tal, puesto que sólo se dedican a trasmitir un saber, un conocimiento, a cumplir con un horario, con un programa escolar y su responsabilidad máxima es “llenar” de conocimientos el cerebro de sus alumnos.
En este modelo, “se considera que el conocimiento puesto en la mente es acumulativo, y el conocimiento posterior va edificándose sobre el conocimiento que ya existía. Mayor importancia tiene la suposición de que la mente del niño es pasiva, como un receptáculo que está aguardando a que lo llenen. En este cuadro no entra la interpretación activa o constructiva. La tendencia didáctica mira al niño desde el exterior, desde la perspectiva de una tercera persona, en lugar de tratar de entrar en sus pensamientos” (Bruner, 1997).
Este docente cree que está desempeñando de manera adecuada, responsable y comprometida con su labor docente y lo seguirá creyendo mientras no se quiera dar cuenta que esa modelo didáctico no está vigente y mucho menos es aplicable de acuerdo con los retos y la visión pedagógica de nuestros días que nos exige ver a los alumnos como sujetos pensantes, analíticos y capaces de procesar la información para aplicarla en la transformación de su entorno. Docentes con una visión unilateral, sabelotodo y cuyo “prestigio” se basa en una figura de “genio” que presume alumnos “modelo” por la cantidad de conocimientos adquiridos y exámenes resueltos a la perfección y que sólo quiere que el estudiante conozca, sepa y aunque no entienda; ese docente, en la actualidad hace daño, perjudica y entorpece la verdadera formación y educación de un ser que es totalmente pensante.
Continuando con la revisión descriptiva de las características de los docentes que considero no comprometidos con su tarea y mucho menos con sus alumnos; hablaré del maestro artista (Gauthier, 1996), quien, en comparación con el anterior, sí le interesa la participación de sus alumnos, sí los hace colaboradores del proceso de formación sólo que como sujetos activos y no reflexivos, es decir; “ver a los alumnos como aprendices que nos imitan, es la adquisición del saber hacer. Cuando un maestro demuestra o enseña una actividad eficaz que exige ser hábil al niño, su demostración está basada implícitamente en la creencia del adulto en que el niño no sabe cómo hacer y que puede aprender si alguien que sabe y tiene experiencia le muestra... Los docentes suelen convertir sus propias acciones demostrativas en actuaciones que muestren vivamente lo que se necesita para
hacer las cosas bien... (Bruner, 1997). Se cataloga como un docente experimentado por el dominio de su materia o asignatura, así como el manejo y aplicación de las más novedosas teorías pedagógicas que busca implementar siempre en clase. Le interesa demasiado estar a la vanguardia, por no decir “a la moda” en lo referente a estrategias pedagógicas que pretende dominar o especializarse en ellas para convertirse en un “experto teórico”.
Este tipo de docente es muy común identificarlo y mucho más encontrarlo, es considerado socialmente como “buen maestro” porque sí está comprometido con una parte de su tarea docente: “enseñar para que sus alumnos aprendan”. Pero, qué, por qué, y para qué aprender no se razona, ni se involucra al estudiante en esa reflexión, porque él, como experto y guía, lo decide todo. Es decir, no existe la otra parte del compromiso docente, la de tomar en cuanta a sus alumnos, no sólo como “objetos” que reciben, aprenden y practican conocimientos, sino como individuos capaces de hacer vida sus aprendizajes, aplicarlos en su educación y formación para la transformación de su realidad.
El maestro científico, siguiendo a Gauthier, es parecido,
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