EL MITO EN EL PRINCIPIO ERA DE LAGO
Enviado por andreapcinternet castañeda cardona • 16 de Enero de 2020 • Informe • 2.523 Palabras (11 Páginas) • 170 Visitas
EL MITO EN EL PRINCIPIO ERA DE LAGO
ANDREA CAROLINA POLO CASTAÑEDA
INSTITUCIÓN EDUCATIVA SANTA RITA
SANTA RITA ANDES
2019
EL MITO EN EL PRINCIPIO ERA DE LAGO
CARLOS ENRIQUE RESTREPO RENDÓN
LICENCIADO EN FILOSOFÍA
ANDREA CAROLINA POLO CASTAÑEDA
INSTITUCIÓN EDUCATIVA SANTA RITA
SANTA RITA ANDES
21 DE OCTUBRE 2019
10° B
CAPITULO I:
EL ESPACIO SAGRADO Y LA SACRALIZACION DEL MUNDO
El espacio concebido corresponde a una concepción arreligiosa por lo que lo sagrado no tiene lugar y no marca, pues es un centro alrededor del cual el resto del espacio orbita
El espacio sagrado es un espacio fuerte cargado de significado religioso, por contraposición al espacio circundante (el mundo) que no tiene su entidad propia si no en la función del primero que surge de la necesidad de establecer un punto de apoyo cósmico, un centro del mundo, para esta forma crear y dar sentido a la dimensión espacial.
Eliminando el relativismo del espacio profano “que pierde así su relatividad por estar en función del espacio sagrado, que centraliza la realidad, el mundo, dándole sentido sagrado, religioso”
Esto es propio del hombre industrial; aunque como el mismo M.Eliade advierte, irreligiosidad no es total en el hombre moderno.
El espacio sagrado aparece señalado por medio de signos divinos. (Teofanías) que el hombre “lee” y entiende, por ejemplo, el morabito que fundo El-Hemel clavo su basto para pasar la noche y hecho raíces: “dios quiere que me quede” o por medio de rituales que provocan la teofanía, signo divino el cual marca la sacralidad de un lugar, por ejemplo, se suelta un animal, se le caza, y donde se le abate, se erige un altar, y alrededor el pueblo.
Es decir, del punto de apoyo cósmico, del centro del mundo y de la realidad. Un paralelismo que se da a esto en nuestros días es el hombre moderno creyente para quien de la iglesia o barrio es un espacio que se diferencia del resto del espacio urbano por su carácter sagrado, y por tanto, aparece como lugar de tránsito entre lo profano y lo divino, siendo el umbral de la iglesia la frontera entre ambos mundos.
El hombre religioso siente la necesidad de verse instalado sólidamente en el mundo con el apoyo de los dioses; así se realizaran rituales cosmogónicos para “ubicarse cosmológicamente”.
El hombre religioso aspira a vivir en conexión permanente con lo divino, y allí donde este el vínculo entre a lo terrenal y lo divino se encontraría, pues el centro del mundo, el lugar sagrado, el hombre religioso desea por tanto vivir en el centro del mundo (por su impulso de vivir en cosmos, un mundo total y organizado) lo más próximo al lugar sagrado.
El mundo del hombre religioso al estar en contacto con lo sagrado es un cosmos ordenado, el enemigo es pues el caos: observemos que el cristianismo, el caos de ja de ser algo externo y pasar a ser algo vivido internamente, como el sentimiento de culpabilidad, el pecado. Representado por la imagen del demonio.
CAPITULO II
EL TIEMPO SAGRADO Y LOS MITOS
Por medio del rito se abandona el tiempo profano y se rememora, “viviéndolo”, el principio. El momento de la creación por los dioses. El tiempo, en la experiencia religiosa circular, pues el tiempo mítico primordial es una especie de eterno presente mítico que se reintegra periódicamente mediante el artificio de los ritos Al igual que el espacio, el tiempo sagrado al que se llega y se vive ritualmente se diferencia del ordinario pues es un “tiempo mítico primordial hecho presente”
Para el hombre moderno el tiempo es concebido homogéneamente, pues diferencia, por ejemplo, el tiempo del trabajo y el de ocio, tiempos de espere pero sin ninguna transcendencia a lo eterno, lo sagrado, lo divino.
El tiempo y el espacio forman una unidad indisoluble, así, cada año el cosmos “pasa”, esto es, el cosmos que nace y muere con el año, con el tiempo. En año nuevo el cosmos se renueva para volver a desgastarse. La concepción del hombre primitivo es circular respecto de esta unión indisoluble,(el mundo se renueva anualmente). En realidad, esta renovación del cosmos con el año nuevo tiene su versión desacralizada en el hombre moderno, y se expresa en intenciones de cambio, mejora, proyectos, evaluaciones. Que se repiten cada año nuevo.
El mito cosmogónico relata la creación del mundo, por tanto debe repetirse al comienzo de cada año nuevo, pues que hay que recrear el tiempo y el espacio gastados, y esto se consigue por medio del rito, accediendo al tiempo original relatado por el mito cosmogónico este mito es de regeneración, y sirve por tanto para tratar enfermedades, para regenerar al enfermo, al principio de un nuevo reinado, para salvar cosechas. Se regenera no por reparación sino por recreación a través del mito cosmológico, que es “el modelo ejemplar de toda creación”.
El hombre religioso trata de vivir lo más estrechamente posible con sus dioses, y por ello actualiza sus enseñanzas, los modelos ejemplares, por ser divinos, de conducta en todos los aspectos (biológico, sociológico, sexual) por medio de rituales periódicos, para no olvidar, accediendo así el tiempo sagrado, la eternidad (el tiempo divino).
El hombre religioso tiene una preocupación cosmológica, religiosa, y por tanto sus esfuerzos irán destinados a su unión con la divinidad. Así tratara de perfeccionar su mundo recreándolo según los modelos divinos por medio de los ritos, siendo de hecho, una tarea grandiosa y de una importancia y responsabilidad total, por oposición a la actitud moderna: la preocupación en el progreso humano que se inscribe en el marco de lo histórico. La creación de los dioses se relata en los mitos, donde el cómo y el por qué forman una unidad indisoluble. En el mito están, pues, los modelos divinos y contienen la sacralidad absoluta, pues se refleja en ellos. La repetición de estos modelos, tiene dos finalidades o significados:
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