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EL PEZ ENCANTADO Y LA PRINCESA


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2014  •  Ensayo  •  1.418 Palabras (6 Páginas)  •  161 Visitas

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EL PEZ ENCANTADO Y LA PRINCESA.

En aquellos remotos tiempos, en que bastaba desear una cosa para tenerla, vivía un rey que tenía unas hijas lindísimas, especialmente la menor llamada Nicole , la cual era tan hermosa que hasta el sol, que tantas cosas había visto, se maravillaba cada vez que sus rayos se posaban en el rostro de la muchacha, junto al palacio real había un bosque grande y oscuro, y en él, bajo un viejo puente, ahí fluía un manantial. En las horas de más calor, la princesita solía ir al bosque y sentarse a la orilla del manantial .Cuando se aburría se ponía a jugar con una pelota de oro, arrojándola al aire y recogiéndola, con la mano, al caer; ese era su juguete favorito.

Un día ocurrió que la pelota, en lugar de caer en la manita que la niña tenía levantada, cayó en el suelo y, rodando, fue a parar dentro del agua. Nicole la siguió con la mirada, pero la pelota desapareció, pues el manantial era tan profundo, tan profundo, que no se podía ver su fondo. Nicole se echó a llorar; y lo hacía cada vez más fuerte, sin poder consolarse, cuando, en medio de sus lamentaciones, oyó una voz que decía: “¿Qué te ocurre, princesita? ¡Lloras como para ablandar las piedras!” La niña miró en torno suyo, buscando la procedencia de aquella voz, y descubrió un pez muy feo y grande asomándose por el manantial . “¡Ah!, ¿eres viejo pez ?” dijo, “pues estoy llorando por mi pelota de oro, que se me cayó en el manantial .” - “Cálmate ya no llores más,” replicó el gordo pez, “yo puedo arreglarlo. Pero, ¿qué me darás si te devuelvo tu juguete?” - “Lo que quieras, mi buen amigo pez ,” respondió la niña, “mis vestidos, mis perlas y piedras preciosas; hasta la corona de oro que llevo.” Mas el pez contestó: “No me interesan tus vestidos, ni tus perlas y piedras preciosas, ni tu corona de oro; pero si estás dispuesta a quererme, si me aceptas por tu amigo y compañero de juegos; si dejas que nade contigo y hagamos carreritas nadando y me dejes jugar contigo a la pelota . “si me prometes todo esto, bajaré al fondo y te traeré la pelota de oro.” – “¡Oh, sí!” exclamó ella, “te prometo cuanto quieras con tal que me devuelvas la pelota.” Mas pensaba para sus adentros: ¡Qué tonterías se le ocurren a este pez feo y gordo! Tiene que estarse en el agua con los suyos. ¿Cómo puede ser compañera de las personas?

Obtenida la promesa, el pez se sumerjio en el agua, y al poco rato volvió a salir, nadando a grandes aleteadas , con la pelota en la boca. Soltóla en la hierba, y la princesita, loca de alegría al ver nuevamente su hermoso juguete, lo recogió y echó a correr con él. “¡Aguarda, aguarda!” gritóle el pez , “llévame contigo; no puedo alcanzarte; no puedo salir del agua y correr como tu!” Pero de nada le sirvió gritarle con todas sus fuerzas. La niña, sin atender a sus gritos, seguía corriendo hacia el palacio, y no tardó en olvidarse del pobre pez feo el cual no tuvo más remedio que volver a sumergirse en el agua.

Al día siguiente, estando la princesita a la mesa junto con el Rey y todos los cortesanos, comiendo en su platito de oro, he aquí que ¡plis!, ¡plas!, ¡plis!, ¡plas! se oyó que algo subía escandalosamente las escaleras de mármol de palacio y, una vez arriba, llamaba a la puerta: “¡Princesita, la menor de las princesitas, ábreme!” Ella corrió a la puerta para ver quién llamaba y, al abrir, encontrase con una rana y en una pecera estaba ahí el pez enfrente de ella. Cerró de un portazo y volviese a la mesa, llena de asombra . Al observar el Rey cómo le latía el corazón, le dijo: “Hija mía, ¿de qué tienes miedo? ¿Acaso hay a la puerta algún gigante que quiere llevarte?” - “No,” respondió ella, “no es un gigante, sino un pez asqueroso.” - “Y ¿qué quiere de ti ese pez?” - “¡Ay, padre mio ! Ayer estaba en el bosque jugando

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