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EL POEMA DEL MIO CID


Enviado por   •  25 de Abril de 2014  •  1.458 Palabras (6 Páginas)  •  347 Visitas

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EL POEMA DEL MIO CID

De todos los mitos que la literatura castellana aportó a la Universal, sin duda es la del Cid la más trascendente. Convirtiéndose el héroe no solo en un ente de ficción, sino entroncándose como una figura representativa de todo un pueblo y una cultura.

“Mio Cid Rodrigo Díaz en Burgos la villa entró;

hasta sesenta pendones llevaba el Campeador;

salían a verle todos, la mujer como el varón;

a las ventanas la gente burgalesa se asomó.

Con lágrimas en los ojos ¡Qué tal era su dolor!

todas las bocas honradas decían esta razón:

¡oh, Dios qué buen vasallo, si tuviese un buen señor!”

El famoso personaje histórico castellano que llegó a ser el máximo exponente y paladín de la Reconquista hispánica, con plena conciencia de su misión unificadora. El conquistador invulnerable de todas las batallas en que interviniera

“Pero Bermúdez llegó con la bandera en la mano

y la plantó en el castillo conquistado en lo más alto

Habló Mío Cid Ruy Días, el caballero esforzado:

Gracias a Dios de los cielos, gracias a todos sus santos

Alojaremos mejor a jinetes y a caballos”

Él fue el Caudillo predestinado que logró engrandecer su tierra, muchas veces en contra y pesar de sus mismos reyes, transformándose por gracia de la poesía, más profunda y filosófica, que la historia misma en el concepto aristotélico, en el excelso símbolo de una raza, llegando a ser el héroe más universal de España.

“Toda la noche Mío Cid se la pasó en la celada

como así le aconsejó Alvar Fáñez de Minaya:

¡Cid Campeador, que en buena hora ceñiste espada!”

Ya dijo Menéndez Pelayo: “Se levanta eternamente, luminoso con su luenga barba, no mesada nunca por moro, sino por cristiano”. Él junto con sus dos espadas, talismanes de victoria, resulta ser el producto de una misteriosa fuerza que se confunde con la naturaleza y forja el mito.

En el Cantar del Mío Cid se perfila el tipo de un heroísmo que sin despojarse de su valor individual, toma una personalidad propia y luminosa, genial y atractiva, que se convierte en símbolo representativo y en la figura mítica de toda una literatura.

“Preparados están todos cuando esto el Cid hubo hablado

las armas bien empuñadas firmes sobre sus caballos.

Por la cuesta abajo llegan las mesnadas de los Francos

en el hondo de la cuesta y muy cerca del llano

ordenó atacar el Cid Campeador bienhadado;

y así lo cumplen los suyos con voluntad y buen grado.”

Muy por encima de lo que han escrito sus historiadores contemporáneos – tanto los cristianos maravillados como árabes atemorizados – pasando de lado cronicones medievales, la figura egregia del Cid no podrá ser nunca la de un sano ni tampoco la de un rufián forajido, ya que ni lo uno ni lo otro podría ser el resultado de la epopeya genial de un pueblo

“Viérais tantas lanzas todas subir y bajar,

y viérais tantas adargas horadar y traspasar

tantas lorigas romperse y sus mallas quebrantar

y tantos pendones blancos rojos de sangre quedar

y tantos buenos caballos sin sus jinetes marchar

a Mahoma y a Santiago unos y otros claman ya

y por los campos caían tendidos en el lugar

de la batalla los moros unos mil trescientos ya.”

El Campeador transformado en héroe se elevará para siempre, magnífico y sublime y como en la guerra invulnerable a las pasiones partidistas, en las alas eternas de la poesía a lo largo de toda la Edad Media, para convertirse en el personaje principal del Romancero Español.

El Cantar del Mío Cid es el más antiguo documento épico que se conoce, ya que aunque se tiene conocimiento de que existieron cantares o rapsodias en honor del Cid, como bien atestigua un Cantar Latino sobre la Conquista de Almería, es cierto que en la actualidad no se tienen a mano esas primitivas rapsodias que serían el nexo entre el citado Cantar Latino y ese catar de gesta que narra las andanzas del Cid a lo largo de las más gloriosas etapas de su vida.

“Cuando los vio el atalaya, comenzó a tañer la esquila;

prestas están las mesnadas de las gentes de Ruy Díaz;

con denuedo se preparan para salir de la Villa.

Al encontrar a los moros les arremeten aprisa,

echándolos de las huertas aquellas de mala guisa;

quinientos de ellos mataron cuando hubo acabado el día.”

Desfila a lo largo de todo el Cantar, bajo la triunfante marcha de sus rudos versos y épica balbuciente, la egregia figura del héroe castellano, con una elevación moral que de manera constante e insobornable en sus acciones y empresas, nos dejaran

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