EL SIGLO DEL YO. SIGMUND FREUD.
Enviado por mafelussi • 1 de Marzo de 2015 • 2.643 Palabras (11 Páginas) • 169 Visitas
¿En qué sentido hablamos de psicología y en qué sentido de posmodernidad?.
No puede decirse que se haya desarrollado científicamente una “psicología posmoderna” en el sentido en que surgió una “filosofía posmoderna”. Basta sin embargo recorrer rápidamente las publicaciones periódicas de psicología para que nos demos cuenta de que el tema de una indefinida “posmodernidad” se encuentra claramente presente. La línea psicológica “oficial” de la cultura contemporánea pretende asumir plenamente la elaboración filosófica “posmoderna”.
No se trata de una pretensión infundada. Sin saber probablemente del todo por qué, los psicólogos de vanguardia de filiación principalmente psicoanalítica intuyen una conexión entre su posición y la de los filósofos posmodernos.
Y tienen razón. En el sentido más propio del término la doctrina filosófica de los posmodernos es una “psicología”, y no, para hablar radicalmente y en sentido propiamente tomista, una metafísica (aunque con la ilusión, a veces, de haberla hecho resucitar).
Ahorrando un largo análisis filosófico, quisiera señalar claramente que la doctrina posmoderna, en la medida en que es unitaria, es mucho más “moderna” que lo que su autodenominación permite vislumbrar. No consiste sino en la consecuencia más lógica de ciertos filones de la filosofía moderna. Estos son los directamente anticristianos.
No puedo probar en esta sede la tesis de que el psicoanálisis de Freud, más allá de su aspecto ético-filosófico y terapéutico, al nivel fenomenológico, pero no por ello menos realmente, contiene más relación con las verdades teológicas que lo que a primera vista pudiera parecer. Sabemos que la doctrina freudiana abarca temas que van desde la virginidad consagrada del catolicismo hasta la Eucaristía, Cristo y la Trinidad, y naturalmente, el pecado y el pecado original (Cf. Totem y Tabú, El tabú de la virginidad, Moisés y la religión monoteísta).
Para utilizar una acertada expresión de Viktor Frankl (Homo patiens), aplicable tanto a su propia doctrina como a la de Freud -y al nihilismo, al cual él la refiere-, se trata de una “teología negativa” . Naturalmente no en el sentido del Comentario de Santo Tomás al Libro de los Nombres divinos del místico Dionisio citado por Frankl, en latín, al exponer esa expresión (“Hoc ipsum est Deum cognoscere, quod nos scimus nos ignorare de Deo quid sit”: “Esto mismo significa conocer a Dios que nosotros sabemos que ignoramos de Dios qué es”) , sino en el sentido de una teología “al revés, de una negación del “derecho” de la teología.
La misma expresión de "teología negativa" utiliza Fromm (Y seréis como dioses), citando a Moisés Maimónides, y a Eckhart, uno, fuente -secundaria- del pensamiento de Santo Tomás (y al cual el santo combate justo en el punto en el cual Fromm lo alaba) , y el otro, discípulo del gran doctor .
Por otra parte, en la formulación "puramente" filosófica de las doctrinas posmodernas y en las de sus inmediatos antecedentes, el psicoanálisis freudiano ocupa una función de capital importancia.
Para responder a fondo al problema presentado por el tipo de pensamiento que nos ocupa, debemos considerar, entonces, que la instancia filosófica, absolutamente indispensable, queda abarcada en la teológica -decisiva en la conformación total del pensamiento occidental-. Es que de hecho, como cristianos concretos, tenemos tal filosofía porque es realizada y recibida en una teología, sin negar con esto en absoluto la distinción y especificidad de los dos niveles. Se supone así la realidad de la fe.
Y en estos términos podemos afirmar, por un lado, que el cristianismo en su sentido más pleno implica la realización total de lo que busca la psicoterapia en general y el psicoanálisis (cfr. la etimología del término "psicoanálisis") en particular en cuanto concepciones del hombre .
Por otro lado, de este modo, en sentido positivo, podremos sostener la validez de la psicología en sentido contemporáneo del término como camino de la sinceridad, del descubrimiento de la realidad, y así de eventual preparación del evangelio. Descubrimiento experimental, y a veces no querido, de verdades clásicas teológicas después del entenebrecimiento provocado por la filosofía moderna y contemporánea de raíz nominalista.
Con la ayuda de esos presupuestos podemos pasar al análisis de algunos textos claves del pensamiento más cercano a nosotros de gran relevancia psicológica. Comenzamos por Baudrillard, y, en la búsqueda de fundamentos retrocedemos a Foucault, aparentemente "superado" por el primero.
Baudrillard presenta la oposición irreductible entre religión y seducción. Es necesario que nos detengamos un momento para hacer destacar la valencia explícitamente "teológica" de los términos en la formulación del "posmoderno". Lo mismo puede decirse de su referencia a la "resurrección" de los valores del mal .
La seducción -término inspirado en el Diario del seductor de Kierkegaard- es el verdadero fondo de la realidad, que vela por destruir el orden de Dios. No se trata de un mero nominalismo crudo, sino de la reversibilidad de todos los signos como perversión "ontológica", es decir como el único "bien", que es el mal, y que Baudrillard concibe como femineidad .
El pensamiento de Jean Baudrillard implica la perspectiva de la superación del sexo como punto de referencia del valor y la perversión, pues, en efecto "el sexo está en todos lados, salvo en la sexualidad (Barthes)" . No es ésta, como tal, sin embargo, lo que vale, pues "Freud tiene razón: no hay más que una sola sexualidad, una sola libido - masculina. La sexualidad es esta estructura fuerte, discriminante, centrada en el falo, la castración, el nombre del padre, la represión. No hay otra. De nada sirve soñar con una sexualidad no fálica, no señalada, no marcada" . Cuando las mujeres en los movimientos feministas se oponen a esta sexualidad dejan de lado su verdadero valor, que es la seducción por la que dominan el universo simbólico más allá del real .
En verdad, no nos encontramos aquí sino ante lo que nos narra el libro del Génesis (capítulo 3, 13): "la serpiente me sedujo y comí (serpens decepit me et comedi)". Lo cual es coloridamente descripto por Kierkegaard en su Diario desde el punto de vista del hombre seductor. La Biblia habla de la serpiente. Pero con el procedimiento universal, generalizador (abstracto), de la inversión, en nuestro autor la seducción es transferida de la serpiente a la mujer. Lo cual, para Baudrillard, por supuesto,
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