EN LA FORMACIÓN DEL DOCENTE
Enviado por gabsca • 7 de Junio de 2013 • 2.448 Palabras (10 Páginas) • 316 Visitas
Ensayo
EN LA FORMACIÓN DEL DOCENTE QUE SE DEBE TOMAR EN CUENTA
2. DESARROLLO la formación que reciben los docentes tiende a ser lineal, si se quiere conductista, lo cual en ciertos casos lo considero positivo, porque en la mayoría de los casos, es el formador quien nos debe transmitir esos contenidos que desconocemos, ya que en el proceso de enseñanza aprendizaje es inevitable que haya alguien que posea el conocimiento y alguien que no. Pero en este caso, se supone, que para ser un futuro formador, debe desear adquirir esos conocimientos que aún no los ha obtenido. Lo vemos como la continuación del nivel medio, inclusive en la estructura organizativa, la organización del espacio, tiempo, la participación política del estudiante dentro de la institución, etc. Por ello, pensamos que es necesaria la formación de nuestros formadores pero que ésta no caiga en la burocracia de la competencia entre docentes, sino más bien que sea constructiva y constante para que quienes las recibimos podamos convertirnos en buenos futuros educadores. Que ellos logren fomentar en nosotros la inquietud, la curiosidad, la creatividad, el respeto y las ganas de enfrentar nuevos desafíos, siendo concientes de que de nosotros depende el futuro de las nuevas generaciones. Hay que tener presente que la formación docente se construyó a lo largo de un proceso que estuvo conformado por marcos cuya impronta duran hasta hoy. Es el caso del conductismo que era el modelo vigente en la década del 70 donde se consideraba al docente como el dueño del saber, el dueño de la palabra, el que no daba margen al error, el que tomaba las decisiones y el que posibilitaba o no a los alumnos en el proceso enseñanza aprendizaje. Según nuestra humilde opinión aún perduran en ciertos momentos de una clase, (inclusive del nivel terciario) por ejemplo en las formas de evaluar, en la ubicación dentro del aula, la manera en que es considerado el error del alumno y la postura del docente frente a esto, entre otros. Es frecuente escuchar en distintos ámbitos incluido el de las instituciones educativas, expresiones tales como: “El oficio del docente”, “El trabajo docente”, “La actividad del docente”, “El rol del docente”, pero por el contrario, es poco frecuente oír hablar de “La profesión docente”1 Consentimos con los autores en que esto se trata sin lugar a dudas de una cuestión terminológica construida desde el imaginario colectivo, es decir, desde el lugar que la sociedad y los mismos docentes le asignan a su rol. El concepto de “profesión” es poco frecuente en el lunfardo utilizado en la sociedad y las instituciones educativas. En las jergas institucionales, esta terminología está ocupando un lugar cada vez mayor. Quienes tratan este tema coinciden en que las características esenciales de la actividad profesional son: A) La formación específica acreditada por título habilitante. B) Conducta ética (estudio profesional) C) Sensibilidad y responsabilidad social. No cabe duda que el título que habilita a quienes siguen la carrera docente, es netamente profesional, ya que de manera explícita se encuentra en el punto número 6 de la Ley de Educación Nacional y expresa: “Los análisis de las estrategias más efectivas para lograr una educación de buena calidad para todos coinciden en señalar que si bien los recursos materiales son una condición necesaria, no son suficientes.
3. El actor clave es el docente y sólo se podrá alcanzar ese objetivo con políticas integrales destinadas a mejorar la calidad inicial y continua, a mejorar sus condiciones de trabajo y diseñar un modelo de carrera docente que permita su desarrollo profesional”2 Los institutos de formación docente no surgen de manera espontánea, pues fue el propio estado que mediante sus representantes se encargó (y lo sigue haciendo) de crear instituciones de formación, definir el tipo de preparación por medio de planes y de programas de estudio y el establecimiento de modalidades de ingreso, exámenes, regularidades, etc. A medida que se fueron construyendo se basaron en distintos modelos docentes. Por ejemplo: El modelo tradicional, que considera un buen docente al que sabe mucho, sin valorizar su rol de mediador entre el conocimiento y quien lo aprende. El modelo conductista limita la libertad del sujeto, lo piensa como una fábula rasa. Esto significa que un buen docente es quien no permite la participación ni el error del otro. El modelo de docente renovado, es aquel que se preocupa por las carencias de la formación pedagógica de los educadores. Estos modelos no tienen en cuenta el significado real de lo que se denomina profesionalidad docente, el cual se logra en el equilibrio entre la formación disciplinar y la formación pedagógica. Entiéndase como formación disciplinar a la preparación científica que recibe. Y la formación pedagógica es la que posibilitará la realización adecuada de una transposición didáctica interviniente en el acto educativo. Resultante a esto, creemos que en nuestra formación como futuras docentes, no recibimos la preparación pedagógica necesaria y adecuada para luego llevarla a la práctica con nuestros alumnos, aunque no suceda en todos los casos se nos sigue exigiendo repetición memorística, acopio de datos, poca reflexión sobre conceptos, obedecer regímenes de asistencia, regímenes de evaluación donde no se permite aprender de los errores. Esto, como futuras docentes, nos lleva a reflexionar sobre la práctica asumida de formadores de futuros formadores. En muchos casos, no solamente el saber es primordial, también hay que asumirlo y “reproducirlo”. Como sujetos de la educación nos consideramos vacíos de conocimientos, dependientes, incompletos, por lo cual el encargado de guiarnos es el docente, desde su lugar de sabio, que posee lo que requerimos para revertir esta situación. Esto no significa pretender que se nos considere a su imagen y semejanza, que quien aprende es aquel que puede demostrar, que puede actuar del mismo modo que el docente. Es importante para nosotros recordar que el conocimiento ya dejó de ser inmodificable y absoluto y que los sujetos de aprendizaje poseemos conocimientos previos de los cuales los docentes también pueden aprender. Otro punto importante para la promoción del cambio de los Institutos de Formación Docente, según nuestro criterio, es la reformulación de su concepción. Se critica también las características propias de la institución lo cual conlleva a que docente y alumno desempeñen ciertas tareas que quizás no sean realmente deseadas. Inclusive, consideramos que siguen existiendo varios puntos en común con el nivel medio, por ejemplo: • Organización del espacio:
4. • Organización del tiempo: en este punto nos referimos a la distribución horaria por módulos, lo cual implica, una exigente presencia como se da en nivel medio,
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