El País De Uno (ensayo)
Enviado por GiselaGpe • 29 de Octubre de 2013 • 3.417 Palabras (14 Páginas) • 501 Visitas
El País de Uno
Introducción
Denise Dresser en su libro nos menciona una realidad Mexicana; sin tapujos y sin dobleces. Franca y abierta.
Pero Dresser sigue sobre llevando la misma obsesión que otros analistas y críticos sociales de la clase media adolecen: Ubican el problema social de la nación como un pleito entre “los buenos contra los malos” o entre los “muchos abusados contra los pocos aguzados”, cuando está más que probado que, para el análisis sociopolítico, hay que usar la Ciencia Política, navegar entre las Ciencias Sociales y bucear en lo profundo de la Ciencia Económica. Luego, de ahí pasar a las lecciones históricas que explican el comportamiento y la evolución de las diversas clases de sociedades que han distinguido a la evolución del hombre, y finalmente, y solo entonces, poder hacer un diagnostico serio y científico, no voluntarioso, para la solución de los problemas del país.
Seguir apegados a la “reforma del sistema”, sin describir científicamente a ese SISTEMA, es volver a caer en el juego de la ilusión democrática que tanto daño ha hecho a nuestro país, donde los propios victimarios sociales se pretender convertir en sus salvadores, y por eso seguimos estando donde estamos, y seguimos siendo como somos.
Desarrollo
Una revisión de la historia reciente permite hacer un diagnóstico, en ocasiones desgarrador, pero siempre claro, de los males que sufre el país. La analista Denise Dresser, escribió el libro El país de uno. Reflexiones para entender y cambiar a México.
“Hoy en México la democracia no significa igualdad de oportunidades para contender, sino igualdad de oportunidades para abusar...”
Basta leer las primeras páginas de El País de Uno para darse cuenta de al menos tres cosas: que Denise Dresser tiene un plan de acción muy bien estructurado, producto de varios años de trabajo como investigadora; que para llegar a él no ha dudado en cruzar la peligrosa barrera del cuestionamiento incómodo y sobre todo, que no tiene miedo de ejercer tal postura, siendo ésta última, el motivo por el que ahora sus lectores podemos tener tal material en las manos.
La aguerrida politóloga no teme en absoluto enfrentar y evidenciar con letras la realidad que cualquier mexicano vive día con día: un país que a pesar del paso de los años y las lecciones que tras más de dos siglos de “independencia oficial” ha recibido, sigue aletargado, adormecido y “atrapado en el laberinto de la conformidad”, apabullante encrucijada de la que hasta el momento no hemos logrado salir.
En sus líneas, El País de Uno aporta una visión descaradamente incisiva, potente, asertiva, indignada y, para fortuna de quienes podemos leerle, valiente y puntual: una suerte de grito poderoso, de pugna apasionada que invita a levantarse y sacudir el polvo de apatía, conformidad y desaliento que ha cubierto nuestros anhelos de cambio y libertad desde que la palabra sexenio comenzó a marcar el compás sin sentido de nuestros regímenes gubernamentales.
Dresser desnuda aspectos de nuestra vida política que siguen presentes pero que parecen haber sido procrastinados, asuntos con nombre – y hasta apellido- que suenan a canción atávica y saben a rancia familiaridad: Arturo Montiel, Vicente Fox, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Carlos Salinas de Gortari, Manlio Fabio Beltrones, Elba Esther Gordillo, Santiago Creel y Martha Sahagún desfilan por igual en este revelador trabajo que alumbra rincones oscurecidos del andamiaje institucional que gobierna México, ese andamiaje en el que también penden absurdos dolorosos y pasajes históricos que son auténticos referentes de nuestra cotidianeidad como el FOBAPROA, el caso de la Guardería ABC, “el error de diciembre”, “el hermano incómodo”, o el “PEMEXgate”, por citar tan sólo algunos de estos clásicos punzantes del México dolido, vilipendiado, violado y chingado que todos vivimos. Un México que tan sólo al momento de la edición de la presente reseña, sobrevive a nuevos embates como son la polémica en torno a la llamada Ley Javier Duarte y la dolorosa estela que han dejado en el ánimo del país los acontecimientos ocurridos en Monterrey y Veracruz.
Inmisericorde con quienes considera dignos de ser escrutinados, Denise Dresser camina segura por un desolado espacio de acción: aquel conformado por quienes hacen de la insatisfacción y la crítica el motor de una lucha loable, oportuna y merecedora de atención por lo sencillo de su causa y lo complicado de su existencia. Una causa a la que se suman día con día personas con intenciones diferentes y deseos de cambio, quienes desde barreras que van de ONG’s a perfiles de Twitter, trabajan paso a paso, día a día y tweet a tweet, por alcanzar un estado de bienestar en este, “El País de Uno”.
En uno de los momentos más conmovedores de El País de Uno, Denise Dresser apunta que “el oficio de ser incómodo no trae consigo privilegios, ni reconocimiento, ni premios, ni honores”, razón de más para hacer de un trabajo como éste un obligado de quienes creemos que el cambio se ejerce día con día y que la patria se hace. Un obligado para quienes esperamos que algún día Dresser se calle definitivamente porque ya no hay más injusticias o corruptelas por denunciar y porque la indignidad ha dejado de ser una costumbre que se conjuga en plural y en presente. Un obligado para quienes, mientras eso no suceda, tenemos como opción aplaudir su esfuerzo, accionar la crítica, el auto-cuestionamiento y en el mejor de los casos, perpetuar con su ejemplo.
Los sindicatos y los partidos, y los monopolios públicos y los emporios empresariales no han aprendido a adaptarse a las exigencias de un contexto más democrático. Al contrario, explotan la precariedad democrática en su favor, cabildeando para obstaculizar los cambios en lugar de sumarse a ellos. Resistiendo demandas a la rendición de cuentas, al estilo del SNTE. Rechazando el recorte a su presupuesto, al estilo de los partidos políticos. Obstaculizando la competencia, al estilo de los multimillonarios mexicanos en la lista de Forbes. Criticando la eliminación de los privilegios fiscales, al estilo de las cúpulas del sector privado. Chantajeando a la clase política, al estilo de Televisa. Condicionando cualquier reforma fiscal o laboral a la supervivencia de personajes impunes, al estilo del PRI.
Por un lado existe una prensa crítica que denuncia; por otro, proliferan medios irresponsables que linchan. Por un lado hay un federalismo que oxigena; por otro, hay un federalismo que paraliza. Por un lado hay un Congreso que puede actuar como contrapeso; por otro, hay un Congreso que actúa como saboteador. El poder está cada vez menos centralizado pero se ejerce de manera cada vez más desastrosa.
México
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