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El Velorio


Enviado por   •  19 de Octubre de 2013  •  408 Palabras (2 Páginas)  •  557 Visitas

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Muerta está, Doña Josefina Aguilar. Todo por las malditas ganas de hartarse unos cuantos chimbolos tostados, la correntada se la llevo.

Vestidita de blanco y bien polvoriada dentro de la caja fúnebre ya la metieron. Su hija la Toña que no para de llorar y llorar al igual que su nietecita la Lupe. Gritan y gritan:

-¿Por qué te juiste mamita?

Con todas las viejitas del caserillo alrededor, que no paran de rezar el rosario y el ave marilla. Las florecillas de plástico, candelas y candiles, y un olor un tanto raro creaban un ambiente medio achicopalador al interior de la choza.

Mientras tanto ajuera la vecina disque ayudando aprender el juego para hacer la perolada de café, se está embolsando el poco de pan dulce y unos cuantos tamales pa la semana. La cipotada que se hecha tremendas guindas jugando mica y escondelero, hacen un ruidaso y quien sabe que más. Algunas nanas les jalan las orejas pa que se estén en juicio pero hay otros que ni a chiliyasos entienden. Y los cipotes más grandes como si no tuvieran clases al siguiente dilla, allí se están desvelando, cuenteándose y piropeándose a las cipotas locas y sinvergüenzas. Principalmente Chamba quien anda viendo la oportunidad de “consolar” a la pobre Lupe.

Aparte estaban los viejos medio bolos que de cinco en cinco apuestan con las cartas el dinero pa la siembra. Don Chungo, viudo de la tal Josefina es al que más tostones le bajan. Viejo desvergonzado así de tanto quería a la morida.

Mas cerquita de la puerta y bajo la luz del candil están las señoras casadas y con mil hijos de cola, pero que aun así no se les pasa la calentura y las ganas de chismosear. Pasaron toda la noche hablando mal y sacando cizaña de la pobre Josefina. Según ellas la Chepa se hundió en la posa por andas de calzón flojo con otro, lo gϋeno que nadien les hacilla caso, solamente el bolo de Chungo que se enrabio al escuchar eso, las agarro de las mechas y las corrió. En eso estaba Don Chungo cuando se echa el rollo quel zacate je movía, y que haya a la Lupe matando el cuche y planchando con el tal Chamba. Le dice:

-¿Qué estás haciendo semejante puñetera?

¡Desvergonzada!

Y que se echan en guinda bien asustados la Lupe y Chamba. Pues ahí llegaron dos y salieron tres en reposición por Doña Josefina Aguilar.

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