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El desarrollo de las relaciones entre dios y el universo, el elemento central en la lectura del Libro ll Docta Ignorancia


Enviado por   •  28 de Mayo de 2014  •  Resumen  •  3.003 Palabras (13 Páginas)  •  419 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

COLEGIO DE FILOSOFÍA

HISTORIA DE LA FILOSFÍA IV

David Axayacatl Rodríguez Larios

LA DOCTA IGNORANCIA.

INTRODUCCIÓN

Una de las personalidades más destacadas del siglo VX —quizás el ingenio más dotado desde el punto de vista especulativo— fue Nicolás de Cusa, así llamado por la ciudad de Kues donde nació en 1401 (su apellido era Kryfts o, en la grafía modernizada, Krebs). Era alemán de nacimiento, pero italiano de formación, ya que había estudiado sobre todo en Padua. En 1426 fue ordenado sacerdote y en 1448 llegó a cardenal. Falleció en 1464.

En el presente trabajo me daré a la tarea de desarrollar la relación entre Dios y el universo, eje fundamental en la lectura del Libro ll de La Docta Ignorancia. Así mismo presentar algunos argumentos que sostengan dicha relación presentados en el Libro l, trabajados en relación a las matemáticas y a la geometría de la época de nuestro autor. No obstante, Nicolás de Cusa solo en parte se dedica a dar voz a instancias renacentistas. En un principio, se había formado sobre temas relacionados con las corrientes ockhamistas y, a continuación, se vio inclinado por las corrientes místicas emparentadas con Eckhart. Es así como el cuerpo de su pensamiento está constituido sobre todo por el predominio del neoplatonismo, en la versión que habían formulado el Pseudo-Dionisio y Escoto Eriúgena (aunque este último en un grado inferior), al servicio de destacados intereses teológicos y religiosos. Sin embargo, sería erróneo pensar que Nicolás de Cusa era un filósofo ligado básicamente al pasado. En efecto, si es cierto que no se alinea entre los humanistas, tampoco pertenece a las filas de los escolásticos. No se ajusta al método retórico—inspirado en la elocuencia antigua— propio de aquéllos, pero tampoco adopta el método de la quaestio y de la disputatio que es característico de los escolásticos. Nicolás de Cusa lleva a cabo una original utilización de los métodos tomados de los procesos matemáticos, pero no en su vertiente estrictamente matemática, sino en su vertiente analógico-alusiva. El tipo de conocimiento que se obtiene a través de este método es calificado por Nicolás como una docta ignorancia, fórmula en la que el rectifica de modo esencial el substantivo. Veamos, con detenimiento en que consiste esta docta ignorancia del Cusano.

DESARROLLO

Por lo general cuando se investiga la verdad acerca de las diferentes cosas se separa y se pone en relación lo incierto con lo cierto, lo ignorado con lo conocido. Por lo tanto, cuando se indaga en el ámbito de las cosas finitas, el juicio cognoscitivo será fácil o, si se trata de cosas complejas, difícil, pero será posible en todos los casos. No ocurre lo mismo cuando se investiga lo infinito, ya que esto en cuanto tal escapa a toda proporción y, por tanto, permanece desconocido para nosotros. Ésta es la causa de nuestro no saber acerca de lo infinito: precisamente, su carecer de proporción alguna con respecto a las cosas finitas. La conciencia de dicha desproporción estructural entre la mente humana (finita) y lo infinito —hacia lo que sin embargo aquella aspira y tiende— junto con la consiguiente investigación, que siempre se mantiene rigurosamente en el ámbito de tal conciencia crítica, constituyen la docta ignorancia. Estas son las conclusiones que extrae Nicolás de Cusa:

El intelecto finito no puede entender con precisión la verdad de las cosas por el camino de la semejanza. La verdad no es un más o un menos, consiste en algo indivisible, y no puede medirla con precisión todo aquello que existe como distinto de lo verdadero: ocurre lo mismo que con el círculo, cuyo ser consiste en algo indivisible y no puede medir el no-círculo. El intelecto, que no es la verdad, jamás comprende la verdad de un modo tan preciso, cuya precisión no podría aumentar todavía más en el infinito, porque se encuentra respecto a la verdad en la misma relación que el polígono respecto del círculo. Cuanto más ángulos tenga el polígono inscrito, más semejante será al círculo. Sin embargo, nunca será idéntico a éste, aunque multipliquemos sus ángulos hasta el infinito, a menos que se establezca su identidad con el círculo.

Una vez que se ha determinado esto, Nicolás de Cusa señala un correcto camino de investigación por aproximación a aquella verdad (en sí misma inalcanzable), centrada en la noción según la cual en lo infinito tiene lugar una coincidentia oppositorum. Por este camino, las diversas cosas finitas pueden aparecer no tanto en una antítesis con lo infinito, sino más bien como poseedoras de determinada relación simbólica —en cierto modo significativa y alusiva— con respecto al infinito mismo. En Dios, por lo tanto, y en cuanto infinito, coinciden todas las distinciones que en las criaturas se hallan en situación de reciproca oposición , ¿Que significa esto?

Nicolás de Cusa nos muestra con claridad que entiende por «coincidencia de los opuestos», apelando al concepto de «máximo» En Dios, que es el máximo absoluto, los opuestos «máximo» y «mínimo» son la misma cosa. Pensemos, en efecto, en una cantidad cuya magnitud sea máxima y en otra que sea máximamente pequeña. Eliminemos ahora con la mente la cantidad. Eliminar la cantidad —tengase en cuenta— significa prescindir de lo grande y de lo pequeño. ¿Qué queda, entonces? Queda la coincidencia de máximo y mínimo, dado que «lo máximo es un superlativo, al igual que lo es lo mínimo». Por eso, Nicolás escribe: «La cantidad absoluta no resulta más máxima que mínima, porque en ella coinciden mínimo y máximo.» Generalizando tal resultado, nuestro filósofo agrega:

Las oposiciones son oportunas en el caso de cosas que admiten un excedente y un excedido, y lo logran de modo diverso. En cambio, jamás se aplican al máximo absoluto que está por encima de cualquier oposición. Y puesto que el máximo absoluto es absolutamente en acto todas las cosas que pueden ser, y es tal sin ninguna oposición, coincidiendo el mínimo con el máximo también se encuentra por encima de toda afirmación y negación. Todo aquello que se concibe como siendo, no es más de lo que no es. Empero, lo que es todo, lo es de un modo le hace ser de un modo que le hace ser nada. Y es máximamente, aquello que es también mínimamente. Afirmar: «Dios que es el máximo absoluto mismo es luz», es idéntico afirmar: «Dios es máximamente luz y es mínimamente luz.» De otro modo, en efecto, el máximo absoluto no sería en acto todos los posibles: por lo tanto, no sería infinito y no sería el límite de todas las cosas sin estar limitado por ninguna

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