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Ensayo De Literatura Ordinaria


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2011  •  10.507 Palabras (43 Páginas)  •  1.060 Visitas

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Verónica Decide Morir

Una novela sobre la locura

Paulo Coelho

SINOPSIS

Verónica es una joven que tiene los mismos sueños y deseos que cualquier persona de su edad. Es guapa, cuenta con un buen trabajo y no le faltan pretendientes. Su vida transcurre sin mayores sobresaltos, sin grandes alegrías ni grandes tristezas. Pero Verónica no es feliz. Por eso, la mañana del 11 de noviembre de 1997, Verónica decide morir. Sueños y fantasías. Deseo y muerte. locura y pasión. Verónica, en su camino hacia la muerte, descubre que cada segundo de la existencia es una opción que tomamos entre la alternativa de seguir adelante o de abandonar.

Verónica experimenta placeres nuevos y halla un nuevo sentido a la vida, un sentido que le había permanecido oculto hasta ahora, cuando ya es demasiado tarde para echarse atrás.

SOBRE EL AUTOR

Paulo Coelho (Río de Janeiro, 1947) se inició en el mundo de las letras como autor teatral. Después de trabajar como letrista para los grandes nombres de la canción popular brasileña, se dedicó al periodismo y a escribir guiones para televisión. Con la publicación de sus primeros libros, El Peregrino de Compostela (Diario de un Mago) (1987) y El Alquimista (1998), Paulo Coelho inició un camino lleno de éxitos que le ha consagrado como uno de los grandes escritores de nuestro tiempo.

Publicadas en más de cien países, las obras de Paulo Coelho han sido traducidas a cuarenta y tres idiomas. Además de recibir destacados premios y menciones internacionales, en 1996 el ministro de Cultura francés lo nombró Caballero de las Artes y las Letras.

En la actualidad es consejero especial de la UNESCO para el programa de convergencia espiritual y diálogos interculturales. En 1999 ha recibido el premio Cristal Award que concede el Foro Económico Mundial, la prestigiosa distinción Chevalier de l´Ordre National de la Legión d´Honneur del gobierno francés y la Medalla de Oro de Galicia.

Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos. Amén.

Para S. T. de L., que comenzó a ayudarme sin que yo lo supiera

He aquí que os di el poder de pisar serpientes... y nada podrá causaros daño.

Lucas, 10, 19

El día 11 de noviembre de 1997, Veronika decidió que había llegado, por fin, el momento de matarse. Limpió cuidadosamente su cuarto alquilado en un convento de monjas, apagó la calefacción, se cepilló los dientes y se acostó.

De la mesita de noche sacó las cuatro cajas de pastillas para dormir En vez de juntarlas y diluirlas en agua, resolvió tomarlas una por una, ya que existe gran distancia entre la intención y el acto y ella quería estar libre para arrepentirse a mitad de . camino. Sin embargo, a cada comprimido que tragaba se sentía más convencida; al cabo de cinco minutos las cajas estaban vacías.

Como no sabía exactamente cuánto tiempo iba a tardar en perder la conciencia, había dejado encima de la cama una revista francesa, Homme, edición de aquel mes, recién llegada a la biblioteca donde trabajaba. Aún cuando no tuviese ningún interés especial por la informática, al hojear la revista había descubierto un artículo sobre un juego de ordenador (CD—ROM le llamaban) creado por Paulo Coelho, un escritor brasileño al que había tenido la oportunidad de conocer en una conferencia en el café del hotel Gran Unión. Ambos habían intercambiado algunas palabras, y ella había terminado siendo convidada por su editor a una cena que se celebraba esa noche. Pero el grupo era grande, y no hubo posibilidad de profundizar en ningún tema.

El hecho de haber conocido al autor, sin embargo, la llevaba a pensar que él formaba parte de su mundo, y leer algo sobre su trabajo podía ayudarla a pasar el tiempo. Mientras esperaba la muerte, Veronika comenzó a leer sobre informática, un tema que no le interesaba en absoluto, y esto armonizaba con todo lo que había hecho durante toda su vida, siempre buscando lo más fácil o lo que se hallara al alcance de la mano. Como aquella revista, por ejemplo.

Para su sorpresa, no obstante, la primera línea del texto la sacó de su pasividad natural (los somníferos aún no se habían disuelto en el estómago, pero Veronika ya era pasiva por naturaleza) e hizo que, por primera vez en su vida, considerase como verdadera una frase que estaba muy de moda entre sus amigos: «nada en este mundo sucede por casualidad».

¿Por qué aquella primera línea, justamente en un momento en que había comenzado a morir? ¿Cuál era el mensaje oculto que tenía ante sus ojos, si es que existen mensajes ocultos en vez de casualidades?

Debajo de una ilustración del tal juego de ordenador, el periodista comenzaba su escrito preguntando: «¿Dónde está Eslovenia?»

«Nadie sabe dónde está Eslovenia —pensó— no tienen idea.»

Pero aún así Eslovenia existía, y estaba allí afuera, allí dentro, en las montañas que la rodeaban y en la plaza delante de sus ojos: Eslovenia era su país.

Apartó la revista: no le interesaba ahora indignarse con un mundo que ignoraba por completo la existencia de los eslovenos; el honor de su nación ya no le inspiraba respeto. Había llegado la hora de tener orgullo de sí misma, de saber que había sido capaz, que finalmente había tenido valor y estaba dejando esta vida. ¡Qué alegría! Y estaba haciendo eso tal como siempre lo había soñado: mediante comprimidos, que no dejan marcas.

Veronika había estado buscándolos durante casi seis meses. Pensando que nunca lograría conseguirlos, había llegado a pensar en la posibilidad de cortarse las venas, a pesar de saber que terminaría llenando el cuarto de sangre, dejando a las monjas confusas y preocupadas. Un suicidio exige que las personas piensen primero en sí mismas, y después en los demás. Estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que su muerte no causara mucho trastorno, pero si cortarse las venas era la única posibilidad, entonces, lo siento, las hermanas que limpiaran el cuarto y se olvidaran pronto del asunto, o si no tendrían dificultades para alquilarlo de nuevo; al fin y al cabo, incluso a fines del siglo XX, las personas aún creían en fantasmas.

Es verdad que ella también podía tirarse desde uno de los pocos edificios altos de Ljubljana pero ¿y el sufrimiento enorme que tal actitud terminaría causando a sus padres? Además del impacto de descubrir que la hija había muerto, estarían obligados a identificar un cuerpo desfigurado: no, ésta era una solución peor que la de sangrar hasta morir, pues dejaría marcas indelebles en personas que sólo querían su bien.

«Terminarán admitiendo la muerte

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