Enseñanza De La Escuela Basica
Enviado por EdithRmz • 25 de Octubre de 2012 • 2.386 Palabras (10 Páginas) • 370 Visitas
¿Qué debe enseñar la escuela básica?
Guiomar Namo de Mello
Muchos sectores llamados progresistas tuercen la nariz cuando se coloca como objetivo de la escuela la transmisión del conocimiento. Defienden que la escuela debería formar la “conciencia de clase” de los trabajadores, o la “conciencia crítica de los dominados”, como además se intentó hacer en Sao Paulo en la Compañía Municipal de Transportes Colectivos (CMTC) hace poco tiempo y como también se define en un documento de la Secretaría Municipal de Educación de Sao Paulo. En ese documento, el poder público municipal establece los criterios para subsidiar a entidades que quieran hacer alfabetización de adultos. Uno de los criterios afirma que la entidad sólo recibirá recursos si adopta una “concepción político-pedagógica liberadora”. O sea, sólo se autoriza a la entidad que “reza por la misma cartilla” de la administración, que además es vaga y difícil de definir. ¿O qué concretamente sería una “concepción político-pedagógica liberadora”?
Lo que se ignora es que una de las llaves de la libertad es el conocimiento, traducido en por lo menos los siguientes puntos:
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Adquisición de nociones correctas sobre el origen, la producción y el cambio del mundo físico y de la vida social.
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Dominio del lenguaje en su forma culta, como herramienta para organizar y expresar el pensamiento propio, las emociones propias y comprender las expresiones de los otros.
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Dominio de otras formas de comunicación y expresión humanas como la música, la literatura, las imágenes.
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Nociones correctas de tamaño, cantidades y números que sirvan de base al desarrollo del razonamiento abstracto, lógico, formal y matemático.
Cualquiera puede ver en estos puntos el currículo básico de la enseñanza fundamental: ciencias, historia, geografía, portugués y matemáticas. Bien organizado y administrado, el conocimiento ahí reunido constituye una de las bases para la formación de hábitos y actitudes que llevan a la participación en la vida social y al pleno ejercicio de la ciudadanía.
Conocer es en ese sentido, dar un paso fundamental en dirección de la libertad de pensar, del libre ejercicio de la crítica, del abandono de nociones mágicas o supersticiones sobre el mundo y las personas. Conocer el mundo es apropiarse de él y no ser presa fácil de la mentira, de la desilusión, del oscurantismo, de la demagogia, de la mistificación, del sectarismo ideológico.
Si la educación escolar, en cualquier nivel, fuera eficaz en la transmisión del conocimiento, habrá cumplido su papel para todos los grupos sociales. Sobre todo habrá prestado un gran servicio a las clases populares.
No corresponde a la escuela formar militantes políticos, ni tiene poder para determinar el destino social, la ideología o el proyecto político de cada uno. Quien aprende correctamente a leer y escribir puede usar esa habilidad para entender el diario, el folleto de la puerta de la fábrica, el libreto de la misa, la receta del pastel y el discurso de los políticos.
Si además de haber aprendido a leer y escribir esa persona adquiere nociones correctas sobre el mundo físico y social, podrá interpretar, aceptar y rechazar un mensaje, lo criticará y comparará con sus propios valores religiosos, familiares y políticos.
La escuela no es un mundo separado de la sociedad. Además de ella actúan las iglesias, los partidos, los sindicatos, los medios de comunicación, las manifestaciones culturales. Es de la acción educativa conjunta de todos esos elementos que se forman conciencias, los valores, los proyectos de vida, las opciones ideológicas. Proponer que la educación escolar sustituya a todos ellos, es lo peor que puede suceder porque la desviaría de su objetivo fundamental, aquello que le es específico, y ninguna otra institución puede cumplir, que es la de dar acceso al conocimiento sistemático y universal.
Hay todavía un agravante en esa posición equivocada. Los niños y jóvenes de las clases privilegiadas tienen otras oportunidades de tener acceso al conocimiento, pero para la gran mayoría la escuela es la única oportunidad de adquirirlo. Luego, lo que parece tan progresista, en realidad resulta contrario al interés popular.
Tal vez el ejemplo más contundente de que a la escuela no le corresponde adoctrinar –aunque lo quisiese no tiene poder para ello- estriba en un cambio significativo que está ocurriendo en el este europeo. En varios países fue abolida la enseñanza obligatoria del marxismo-leninismo. O sea, generaciones y generaciones fueron sometidas al bombardeo ideológico, lo que no les impidió estar hoy en las calles cuestionando la doctrina que les fue inculcada. Más aún, la reconocida competencia de muchos de los sistemas educacionales socialistas, en la enseñanza de las lenguas, ciencias y matemáticas, probablemente está contribuyendo sustan-cialmente para la crítica a que vienen siendo sometidos esos regímenes.
¿Por qué el conocimiento escolar debe ser universal?
El gobierno federal recién electo ha mencionado, entre las posibles medidas en educación resucitar la llamada regionalización del currículum, que en la práctica significa enseñar cultura local al pobre, en nombre del respeto a las clases populares. Los ricos evidentemente, continuarán teniendo acceso, como siempre tuvieron, al conocimiento universal.
Nadie niega que la cultura popular debe ser respetada. Desde el punto de vista pedagógico, ello puede ser el punto de partida del largo camino que lleva al conocimiento universal, más en ninguna hipótesis la escuela debe limitarse a ello.
El autoritarismo de izquierda ya quiso hacer del “universo vocabular” del alumno la referencia de todo el proceso de alfabetización, cambiando en detalles, un niño o adulto sólo serían alfabetizados con las palabras del lenguaje local. ¿Quién no se acuerda del famoso tijolo1 transformado en tu já lê? Educadores y lingüistas hicieron una crítica definitiva a esa concepción, afirmando que es un absurdo, en un país de dimensiones continentales, restringir la alfabetización al habla local, porque nuestra lengua tiene por lo menos 1500 vocablos, que son conocidos de Oiapoc a Chui2. El papel de la lengua en una nación es unificar, universalizar, no dividir.
El autoritarismo de derecha, instaurado en los años sesenta, se apropió muy bien de ese discurso supuestamente respetuoso de la cultura popular y desplegó ríos de dinero en el noreste para elaborar cartillas regionales. Se llegó al colmo, en algunos estados, de producir cartillas conteniendo palabras que eran desconocidas en sus respectivas capitales.
La teoría educacional, derivada de la Teología de la Liberación reforzó
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