Filosofia
Enviado por diego5698 • 2 de Septiembre de 2014 • 452 Palabras (2 Páginas) • 187 Visitas
Guillermo de Baskerville[editar]
Artículo principal: Guillermo de Baskerville
Fraile franciscano inglés del siglo xiv. Con un pasado como inquisidor, se le encarga la misión de viajar a una lejana abadía benedictina para organizar una reunión en la que se discutiría sobre la supuesta herejía de una rama de los franciscanos: los espirituales. Este paralelismo y la coincidencia en el nombre ha hecho pensar que el personaje de Guillermo podría remitir a Ockham,8 que efectivamente intervino en la disputa sobre la pobreza apostólica a petición de Miguel de Cesena, concluyendo que el Papa Juan XXII era un hereje.
A su llegada, dada su fama de hombre perspicaz e inteligente, el abad le encarga investigar la extraña muerte de un monje para evitar el fracaso de la reunión. La descripción que hace la novela de Guillermo recuerda a Sherlock Holmes: «Su altura era superior a la de un hombre normal y, como era muy enjuto, parecía aún más alto. Su mirada era aguda y penetrante; la nariz afilada y un poco aguileña infundía a su rostro una expresión vigilante, salvo en los momentos de letargo a los que luego me referiré.» En cuanto al apellido Baskerville, remite también a la novela de Conan Doyle protagonizada por Sherlock Holmes, El sabueso de los Baskerville, otro referente señalado.8
Adso de Melk[editar]
Voz narradora de la novela, es presentado como hijo de un noble austríaco, el Barón de Melk, que en la novela combatía junto a Luis IV de Baviera, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Novicio benedictino, mientras se encontraba con su familia en la Toscana es encomendado a Guillermo por su familia como amanuense y discípulo, y ayuda a su mentor en la investigación. El personaje, como se menciona en la novela, comparte nombre con Adso de Montier-en-Der,9 abad francés nacido en 920 que escribió una biografía sobre el anticristo titulada De nativitate et obitu Antichristi.
Jorge de Burgos[editar]
El español Jorge de Burgos es un monje anciano y ciego, encorvado y «blanco como la nieve», venerado por el resto de los monjes, que le temen tanto como lo respetan.
El que acababa de hablar era un monje encorvado por el peso de los años, blanco como la nieve; no me refiero sólo al pelo sino también al rostro, y a las pupilas. Comprendí que era ciego. Aunque el cuerpo se encogía ya por el peso de la edad, la voz seguía siendo majestuosa, y los brazos y manos poderosos. Clavaba los ojos en nosotros como si nos estuviese viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que sólo estuviese dotado del don de la profecía.
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