Filosofia
Enviado por marianabii • 11 de Mayo de 2015 • 405 Palabras (2 Páginas) • 268 Visitas
El primer principio habla de las disposiciones naturales de una criatura que están destinadas a desarrollarse alguna vez de manera completa y adecuada. En la ciencia natural teleológica un órgano que no ha de ser empleado, una disposición que no ha de alcanzar su fin, representa una contradicción. Al renunciar al principio ya no nos encontraríamos con la naturaleza regular si no con un juego arbitrario y el desconsolador podría ser más o menos de lo que viene a ocupar los hilos conductores de la razón. El segundo principio en los hombres aquellas disposiciones naturales que se apuntan al uso de su razón, se deben desarrollar completamente en la especie y no en los individuos. La razón en una criatura significa aquella facultad de ampliar las reglas e intenciones del uso de todas sus fuerzas mucho más allá del instinto natural. Cuando actúa de esta esta manera no actúa instintivamente significa que necesita tanteos, ejercicio y aprendizaje, para poder aprender cómo usar a la perfección de todas sus disposiciones naturales. Por lo menos en la idea del hombre, este debe construir la meta de sus esfuerzos, pues de lo contrario habría que considerar las disposiciones naturales, en su mayor parte, como ociosas y sin finalidad, y de tal manera se cancelaria todos los principios prácticos y, de ese modo, la naturaleza, cuya sabiduría nos sirve de principio para juzgar del resto de cosas. El tercer principio la naturaleza ha querido el hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o perfección que la que el mismo, libre del instinto, se procure por la propia razón. Esto nos redacta fue mejor que la razón la haya dotado el hombre y, así de la libertad de la voluntad que en ella se funda. Parece, casi, que la naturaleza se ha complacido en el caso del hombre en una máxima economía, y que ha medido el equipo animal del hombre con tanta ruindad, con tan ceñido una vez que se hubiera levantado el hombre, hasta la felicidad, a él le correspondía todo mérito y solo a si mismo tuviera que agradecérselo, como si le hubiera importado más su propia estimación racional que cualquier bienestar. La naturaleza no le importaba que vivera bien, sino que se desenvolviera a tal grado que, por su comportamiento, fuera digno de la vida y del bienestar.
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