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Justicia Para Platon


Enviado por   •  1 de Abril de 2013  •  5.243 Palabras (21 Páginas)  •  793 Visitas

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En la República, de Platón, no obstante ser el resultado de la pluma de un solo hombre y reflejar gran parte de su propia filosofía, puede verse el esfuerzo mancomunado de filósofos y sofistas de la época por dar respuestas a esas interrogantes. Diálogos realizados durante una comida en casa de algún amigo, junto al mar frente a la vista espléndida de las islas griegas, de madrugada o en el desarrollo de alguna festividad dedicada a los dioses. La ocasión podía ser cualquiera, pero la seriedad y dedicación filosóficas eran las mismas.

Tan sólo la primera interrogante acerca de que sea la justicia conduce a los interlocutores a una fecunda disquisición sobre una amplia variedad temática, aunque siempre consistente con el propósito inicial. Es un viaje en el cual la inteligencia ha de mostrar sus mejores frutos de rigor conceptual, duda, ironía, capacidad para elegir de entre los múltiples senderos abiertos en la conversación, aquel que mejor conduzca a cuestiones cruciales y decisivas para resolver la interrogante inicial.

Fuerza en la argumentación, veracidad, apasionamiento, abandono de las opiniones personales, disposición para reconocer los errores, humor, amenidad, análisis crítico sin concesiones, admiración y regocijo caracterizan el diálogo platónico, verdadera escuela de filósofos. Porque esta forma literaria desarrollad por Platón es más que un estilo, se incrusta en el centro de toda actividad filosófica, como un despliegue esencial del espíritu que lucha por salir de la oscuridad, de la ignorancia, y entrar al mundo del saber.

Un desafío moral, una exigencia de superación, un desafío a la voluntad del hombre para ascender por el escarpado camino del saber hasta alcanzar una armoniosa síntesis existencial de inteligencia, ciencia y virtud es lo que constituye La República.

El problema de la justicia en la República

El primer libro de la República presenta y discute una serie de tesis y opinio­nes acerca de la naturaleza de la dikaiosine, que podría ser traducida por “justicia” o por “rectitud”. Los primeros párrafos de la obra dibujan la escenografía donde se desarrollará el drama. Platón colorea el paisaje y presenta, como buen anfitrión, a los participantes de la reunión que se desarrolla en la casa de un anciano piadoso y rico llamado Céfalo. Como es común en otros diálogos, Sócrates es el personaje principal de la obra e inicia cortésmente una conversación con el venerable Céfalo acerca de lo que se supone que todo anciano debe saber: el período de la vejez y si es un estadio desgraciado o no de la vida. La respuesta de Céfalo es que la vejez es “un estado de reposo y de libertad de los sentidos”[20], que procura una gran paz.

El tema de la debilidad de los sentidos, del apaciguamiento de las pasiones, el aquietamiento de los deseos y de la paz del ánimo no es de ninguna manera un recurso dramático para introducir el problema de la justi­cia. Por el contrario, la resolución del problema de la justicia se realiza en el marco de una discusión más amplia acerca del Bien, de la virtud y de la Vida Buena[21]. El Bien y la virtud han de ser entendidos no solamente en oposición a lo malo en sentido moral, sino también a lo imperfecto en sentido ontológico. El tema de fondo es cuál es la mejor forma de vida para la comunidad y para el hombre, y como usualmente se considera que la vida buena y feliz es la de aquel que puede satisfacer sus deseos y pasiones, es necesario mostrar que la naturaleza del deseo conduce (contrariamente a la opinión común) a una insatis­facción infinita y que la única alternativa posible a una vida feliz es el dominio de los apetitos[22].

La hipótesis platónica es que la búsqueda de satisfacción de los deseos conlleva necesariamente a la injusticia. Como Hobbes, Platón trata de mostrar que de la naturaleza del deseo se deriva una vida injusta, aunque a diferencia del primero no considera que la naturaleza del hombre sea la del deseo. Platón tratará de demostrar que la naturaleza del alma es sobrenatural, en el senti­do de que no puede ser reducida al deseo y al placer, y de que los intereses propia­mente humanos son más altos y dignos. Para que la argumentación sea convincen­te, tendrá que explicar cuál es la verdadera naturaleza del hombre y de la comunidad y cómo a través de una forma de vida acorde con esa naturaleza es posible satisfa­cer mejor el deseo natural.

Mientras que Céfalo opina que los males de la vejez se deben al carác­ter de cada uno, Sócrates plantea insidiosamente si no se deberán más bien a la falta de fortuna. Como Céfalo insistiera en su postura, Sócrates le pregunta su opinión sobre las ventajas de la riqueza, a lo que el anciano responde que “la posesión de las riquezas ayuda a no engañar involuntariamente ni a mentir. Ella nos proporciona, además, la ventaja de salir de este mundo libres de todo temor de no haber hecho ciertos sacrificios a ningún dios, ni de haber pagado algunas deudas a ningún hombre”[23].

La contestación de Céfalo instala el problema de la justicia que servirá de hilo conductor de toda la obra; pero lo hace dando expresión a una opinión tradicional, ligada a una justificación “mítica”[24] y conservadora. Frente a esta concepción el movi­miento sofista no dejará de hacer cuestionamientos y pre­sentar objecio­nes. Haciéndose eco de la nueva actitud intelectual, los cuestio­namientos de Sócrates no se hacen esperar: “Pero ¿es propio defi­nir la justicia haciéndola consistir simplemente en decir la verdad y en devolver a cada cual lo que de él hemos recibido? ¿O no es ello justo o injusto, según las circunstancias?”[25].

El pensamiento conservador tradicional no da respuestas a estos cuestionamientos. Sabe que su fortaleza reside en el mante­nimiento de la tradición y de los valores “de siempre”. Por eso, la actitud de Céfalo consiste en un reconocimiento de su debilidad en el campo intelectual (expre­sado por la aserción: “Es cierto”) y en un repliegue al ámbito donde concentra su fuerza: el de los valores y los ritos (“Bien -dijo Céfalo-, los dejo con la discu­sión; es preciso que vaya a concluir mi sacrificio”[26]).

Lo que no es un problema para la perspectiva conservadora tradicional, sí lo es para la nueva generación que debe tomar a su cargo la defensa de los valores tradicionales en un momento en que son seriamente cuestio­nados por el movimiento de los sofistas. Es así como Polemarco, el hijo y heredero de la riqueza y de los valores de Céfalo, interviene en el debate defendiendo la tesis de que la justicia consiste en devolver a cada uno lo suyo. El hijo de Céfalo no cree poder defender completamente la posición pater­na y elimina de su definición la caracterización de

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