La Acción Propia De La Persona Del Espíritu Santo, Según San Juan
Enviado por junior7223cr • 7 de Noviembre de 2013 • 1.664 Palabras (7 Páginas) • 442 Visitas
1. El apóstol Juan en su evangelio pone de relieve, aún más que los sinópticos, la relación personal del Hijo hacia el Padre, como aparece ya en el Prólogo, donde el evangelista fija la mirada en la realidad eterna del Padre y del Verbo-Hijo. Comienza diciendo: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios” (Jn 1, 1-2). Luego concluye: “A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18). Es una afirmación totalmente nueva en la historia de la reflexión humana sobre Dios, y en la misma revelación. Nunca se agotará la profundización y la explotación de la riqueza de contenido que esa afirmación ofrece a la teología. También la catequesis habrá de hacer siempre referencia a ella, no sólo en el aspecto cristológico sino también en el pneumatológico.
En efecto, precisamente la unidad del Hijo con el Padre, acentuada también en otros puntos del evangelio de Juan, parece abrir a los Apóstoles el camino de la revelación del Espíritu Santo como Persona.
2. Es significativo el hecho de que las palabras de Cristo que se refieren de modo más directo a este tema se encuentran en el así llamado discurso de despedida del Cenáculo y, por tanto, en la perspectiva de la inminente partida del Hijo que vuelve al Padre por medio de la cruz y la ascensión. Es entonces cuando Jesús dice: “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce” (Jn 14, 16-17). Consolador-Paráclito: este nombre, dado por Jesús al Espíritu Santo, demuestra que él es una Persona, distinta del Padre y del Hijo. En efecto, la palabra griega Parakletos se aplica siempre a una persona, pues significa “abogado”, “defensor” o “consolador”. Sólo una persona puede realizar esas tareas. Por otra parte, al decir “otro Paráclito”, Jesús da a entender que, durante su vida terrena, él mismo ha sido el primer “Paráclito” -defensor- de los discípulos. Lo afirmará luego con más claridad en su oración sacerdotal, en la que dirá al Padre: “Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos…” (Jn 17, 22). Tras la partida de Jesús, el Espíritu Santo tomará su lugar junto a los discípulos, que permanecieron en el mundo, para defenderlos en las luchas que habrían de afrontar y para sostener su valor en la tribulación.
3. En el discurso de despedida, el Parakletos es llamado varias veces el Espíritu de la verdad (cf. Jn 14, 17). Y a esa característica se vincula la misión que le ha sido confiada con respecto a los Apóstoles y a la Iglesia: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). “Enseñar”, “recordar”: estas actividades manifiestan claramente que el Espíritu es una Persona; sólo una persona las puede llevar a cabo. La misión de predicar la verdad, confiada por Cristo a los Apóstoles y a la Iglesia, está ligada, y lo seguirá estando siempre, con la actividad personal del Espíritu de la verdad.
La misma observación vale para el “testimonio” que debe dar de Cristo ante el mundo. “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí ” (Jn 15, 26). Sólo una persona puede dar testimonio de otra. Los Apóstoles deberán dar testimonio de Cristo. Su testimonio de personas humanas estará apoyado y confirmado por el testimonio de una Persona divina, el Espíritu Santo.
4. Por eso mismo, el Espíritu Santo es también el maestro invisible que seguirá impartiendo de generación en generación la misma enseñanza de Cristo: su Evangelio. “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir” (Jn 16, 13). De aquí se deduce que el Espíritu Santo no sólo velará en la Iglesia por la solidez y la identidad de la verdad de Cristo, sino que también indicará el camino de la transmisión de esa verdad a las generaciones, siempre nuevas, que se sucederán en las diversas épocas, a los pueblos y a las sociedades de los diversos lugares, dando a cada uno la fuerza para adherirse interiormente a esa verdad y para conformarse a ella en la propia vida.
5. Un aspecto particular de esta acción, ya puesto de relieve en la encíclica Dominum et vivificantem (cf. nn. 27-28), es el que Jesús mismo anuncia con estas palabras: “Cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio” (Jn 16, 8).
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