La Mediocridad
Enviado por patricio2704 • 20 de Octubre de 2011 • 401 Palabras (2 Páginas) • 618 Visitas
LOS CARACTERES MEDIOCRES
Viven de los demás y para los demás: sombras de una grey, carecen de luz, de arrojo, de fuego, de emoción. Los caracteres excelentes ascienden a la propia dignidad nadando contra la corriente. Nunca se obstinan en el error, ni traicionan jamás la verdad. Su fisonomía es la propia y no puede ser nadie mas; son inconfundibles. Por ellos la humanidad vive y progresa. Las creencias son el soporte del carácter; el hombre que las posee firmes y elevadas, lo tienen excelente. Las sombras no creen. Las creencias son los móviles de toda actividad humana. No necesitan verdades: creemos con anterioridad a todo racionamiento y cada nueva noción es adquirida a través de creencias ya preformadas. El ingenio y la cultura corrigen las fáciles ilusiones primitivas y las rutinas impuestas por la sociedad al individuo: la amplitud de saber permite a los hombres formarse ideas propias. Sin unidad no se concibe un carácter. La unidad de las creencias permite a los hombres obrar de acuerdo con el propio pasado. Creencias firmes, conducta firme. Ese es el criterio para apreciar el carácter las obras. Mientras los hombres resisten las tentaciones, las sombras resbalan por la pendiente; los caracteres excelentes son indomesticables: tiene su norte puesto en su ideal. Su “firmeza” los sostiene; su “luz” los guía. Las sombras en cambio, degeneran. En ciertos sujetos, sin carácter desde el cáliz materno hasta la tumba, la conducta no puede seguir normas constantes.
El trabajo, creando el habito del esfuerzo, seria la mejor escuela del carácter; esos degenerados son indomesticables. En los mundos minados por la hipocresía todo conspira contra las virtudes civiles: los hombres se corrompen los unos a los otros, los mediocres no saben evitarla; los hombres sin ideales son incapaces de resistir las acechanzas de hartazgos materiales sembrados en su camino.
El hombre es. La sombra parece. El hombre pone su honor en el merito propio y es juez supremo de si mismo; hay una moral del honor y otra de su caricatura: ser o parecer.
Del amor propio nacen las dos: hermanas por su origen. Como Caín y Abel. Y mas enemigos que ellos, irreconciliables. Son formas de amor propio. Siguen caminos diferentes. La una florece sobre el orgullo, celo escrupuloso puesto en el respeto de si mismo; la otra nace de la soberbia, apetito de culminación ante los demás. En los dignos el propio juicio se antepone a la aprobación a
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