La Verdad Como Obligación Moral

A lo largo de nuestra vida estamos sometidos a obligaciones, a deberes, cosas que en muchas ocasiones no queremos hacer, pero que, tenemos. Vivimos en una sociedad que espera mucho de nosotros, que nos somete a presión constante, una presión que en ocasiones sí, es buena, pero que en otras nos lleva, por decirlo de alguna manera, al camino de la amargura, una amargura que juega el papel de sombra en nuestras vidas, una sombra, que, como diría Platón, nos hace esclavos de un mundo, de nosotros mismos, de nuestro propio conocimiento y percepción. En este momento vivimos bajo aún más obligaciones, más deberes, más quehaceres, que, tan solo, hacen que vivamos bajo estrés, bajo un manto de preocupaciones. En el momento en que se nos plantea la felicidad como una carga más que tenemos que sumar a ese montón de exigencias, nosotros mismos tendemos a alejarnos de esa imposición. Somos seres humanos, pero al fin y al cabo, también tenemos una parte animal, una parte visceral que nos incita ser libres, a intentar llegar al libre albedrío que la sociedad nos va tapando con mantos de oscuridad.

Aquello moral, como sabemos, es lo que consideramos éticamente bueno, la actividad que te permite llegar al estado de alegría que se experimenta en ese punto de exaltación puede ser considerado para una persona totalmente aceptable y para muchas otras, no. La satisfacción, al fin y al cabo como todo en la vida, es subjetiva, somos nosotros quien elegimos que nos provoca esa sensación y que nos la quita, que nos incita a intentar alcanzarla y que nos hace rendirnos. En el momento en que nosotros planteamos la felicidad como algo subjetivo, ya que, depende de cada persona, estamos contradiciendo la afirmación anterior. Será, o no, una obligación moral, dependiendo de tu ideal de moral, de felicidad y, a su vez, de obligación.

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