La cultura en la imaginación antropológica
Enviado por Maria Guerrero. • 30 de Julio de 2019 • Reseña • 1.444 Palabras (6 Páginas) • 153 Visitas
Si bien, entender lo cultural o a la cultura en sí misma suele ser complejo puesto que es un concepto complicado de definir no sólo para la antropología, sino también para las ciencias sociales y humanas en general. Uno de los precursores en la antropología moderna (siglo XIX) en intentar entender y describir a la cultura fue Edward Burnett Tylor (1832-1917) quién expone que “un primer paso en el estudio de la civilización es analizarla minuciosamente en detalles y clasificar éstos en sus propios grupos” (Tylor, 2007, p.68). Pues, es del mismo modo como Restrepo (2012) explica la visión de Tylor indicando que “desde su perspectiva, la cultura es esa totalidad de lo aprendido y producido por el ser humano.” (p.23). Con esto, él se refiere a que detallar elementos fundamentales como armas, artes textiles, raza, lenguaje, religión, y estructuras sociales permite analizar las relaciones existentes con otras culturas y saber si existen nexos entre ellas. A esto lo llamará el método comparativo, un ideal mediante el cual podría ubicar las causales universales de manera evolucionista en dónde supone indicar que el desarrollo de las culturas pasa por tres estadios o facetas; el salvajismo, la barbarie y finalmente la civilización.
Sin embargo, esta idea no dura mucho. Franz Boas (1858-1942) fue un crítico fuerte e importante de este método. Él expresa que no hay culturas superiores ni inferiores y en contraparte plantea el método histórico y la existencia de relativismo cultural.
La gran e importante función del método histórico en antropología consiste en su habilidad parar descubrir los procesos que, en casos definidos, llevaron al desarrollo de ciertas costumbres. Sí la antropología desea establecer las leyes que gobiernan el crecimiento de la cultura, no debe limitarse a comparar los resultados del crecimiento en solitario, sino que siempre que sea factible debe comprar los procesos de crecimiento, y éstos pueden descubrirse por medio de estudios de las culturas de pequeñas áreas geográficas. (Boas, 2007, p.92).
En ese orden de ideas, se infiere que no hay cultura, sino espíritu del pueblo antes de la sociedad. Continuando con el contexto histórico y posterior a ello, por su parte, el funcionalismo planteado por Bronislaw Malinowski (1884-1942) expone que la cultura, vista desde una totalidad social, es estudiada como un organismo o un conglomerado integrado y pragmática, en la cual sus instituciones cumplen una determinada función en la reproducción de un todo.
Ulteriormente, la corriente interpretativista en la antropología llega para determinar un papel importante, puesto que esta induce fundamentos semióticos en la noción de cultura a la que, como indica Restrepo (2012) “definirá como telaraña de significados en las que los seres humanos nos encontramos atrapados pero que hemos construido nosotros mismos. El interpretativismo, entonces, entiende la cultura como texto.” (p.24). Esto quiere decir que, es pertinente comprender a la cultura a modo de interpretación en dónde los símbolos y la etnografía intenta conocer la forma de percibir el mundo de la población que se está estudiando con el fin de no sólo exponer o realizar una mera descripción, sino de transportar al lector al sentir del modo de vida de los individuos o sujetos observados en campo.
No obstante, aunque sea evidente las distintas y variadas posiciones que existen sobre lo que es cultura, hay dos supuestos básicos en los cuales tienen relación. Uno, es la consideración de que el comportamiento humano es recurrente y regulado. Restrepo (2012) expone con base en lo planteado por Trouillot que es “regulado significa que sigue ciertos patrones identificables, no es algo que se produce de forma caprichosa o caótica. Recurrente porque tiende a repetirse, así sea con grandes intervalos generacionales o epocales” (p.25)
De igual modo, es innegable las tensiones políticas que genera el intento de definir qué es cultura, o los debates que existen en la antropología sobre sí es adecuado o no la utilización de este término, pero para poder entender las razones del porqué se defiende o se apela sobre qué es lo adecuado, es pertinente analizar los modelos que operan el concepto. La cultura como isla, Restrepo (2012) la explica de modo que “este modelo supone la cultura como entidad autocontenida, localizable en un espacio geográfico determinado y perteneciente a una población concreta” (p.27). A esto se refiere que este modelo forma una correspondencia entre cultura-lugar-grupo en donde sin una no existe la otra y al momento de estudiar determinada cultural o grupo social, la comunalidad, la autenticidad, la tradición y desemejanzas son pilares indispensables para tener en cuenta. Pero simultáneamente, a causa de ello, el modelo de la cultura como isla ha sido fuertemente criticada, pues, Restrepo (2012) lo aclara anotando que
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