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La gula en San Agustín


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2015  •  Ensayo  •  2.344 Palabras (10 Páginas)  •  1.011 Visitas

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“LA GULA EN SAN AGUSTÍN:

DISFRUTAR DE LA COMIDA ES INTRÍNSECAMENTE PECAMINOSO AUNQUE A VECES NO LO PAREZCA”

Cuando hablamos de pecado las primeras palabras que vienen a nuestra mente son las que aluden a actos como el asesinato, el robo o el engaño, ya que son ellos los que, junto con otros de características similares, a nuestro parecer conforman esta categoría. Pero a pesar de que ellos realmente sí forman parte de los cometidos pecaminosos, dejamos de lado algunas acciones que también deben ser consideradas como tal, uno de ellos es la Gula.

La privación del comer por dar lugar a las necesidades del espíritu, que es eterno, más que a las necesidades del cuerpo, que es corruptible y mortal, tiene su origen en el hijo de Dios, ya que al retirarse al desierto a meditar se mantuvo cuarenta días y cuarenta noches sin probar bocado alguno y cuando fue tentado por el diablo a transformar unas piedras en pan para así poder saciar su apetito, Jesús responde vigorosamente y con total seguridad: “No sólo de pan vive el hombre” [1], con lo que el diablo se retira indignado y se da lugar a la posterior consideración de la Gula como un pecado de igual gravedad que cualquiera de los mencionados anteriormente.

La Gula se suele mirar como el simple hecho de comer más de la cuenta y no como lo que realmente es, un pecado grave que merece la desaprobación del Creador. Claro ejemplo de la poca y casi nula consideración que se le da a la gula como un pecado de carácter trascendental y de la verdadera e importante relevancia que tiene es la historia surgida en la época medieval de un hombre que al realizar un pacto con el diablo debe escoger para saldar su deuda un pecado dentro de los que le ofrece el diablo, la gula, el homicidio y el incesto; el hombre elige la gula por considerarla la más inofensiva de las tres alternativas y la escoge es su forma de beber en exceso, por lo cual comienza a beber grandes cantidades de vino sin parar, lo que lo lleva a acabar irremediablemente ebrio; al llegar a su casa en la oscuridad de la noche confunde a su padre con un ladrón y lo mata, luego al ir a recostarse se equivoca de habitación y, a raíz de su estado, viola a su madre. Al elegir la gula, el hombre pensó que sería la forma más fácil de pagar su pacto por considerarla como el pecado menos terrible de los tres ofrecidos, pero terminó siendo todo lo contrario, ya que al estar tan bebido terminó cometiendo de igual forma y sin querer hacerlo los pecados de asesinato e incesto.

El hecho de hacer la vista gorda ante esta acción se debe principalmente a considerar la gula como un acto erróneo pero no horrendo, puesto que se tiene como un pecado de carácter leve debido a que se mantiene en constante realización, ya sea en su forma de comer en exceso o beber en exceso, por lo que practicarlo se ha vuelto una costumbre entre los hombre y a raíz de ello ha ido perdiendo su verdadero valor. Pero el hecho de creerlo leve a causa de la costumbre no debe cegarnos sobre su naturaleza esencial, ya que: “En el caso de que todo el mundo los cometiera, no por eso dejarían de ser culpables del mismo pecado ante la ley de Dios”[2]. También cabe considerar que desde nuestra mirada el pecado de la gula puede parecernos leve pero en este ámbito el juicio humano no es el que importa, sino que el juicio que juega un rol fundamental y da su decisión final es el de Dios y aunque se realice la distinción entre pecados leves y pecados graves no debemos olvidar que sean cualesquiera de ellos el pecado para el Creador es siempre pecado porque: “Muchas de las malas cosas que hacemos – y que pueden parecer malas a los hombres – son aprobadas por tu testimonio, y muchas que los hombres aplauden son condenables a tus ojos”[3].

Al hablar de distinción entre pecados y de costumbre, no se puede olvidar también que no todos los pecados son iguales, ya que según San Agustín: “Y si todos los pecados son iguales, dices, como place a ciertos filósofos, la indulgencia debe ser común para todos”[4]. Además es, bajo mi juicio, pertinente mencionar que para que un pecado pueda ser completado en su totalidad debe poseer tres cosas: la sugestión, la delectación y el consentimiento; llevados éstos al plano de la Gula se estaría cayendo en ella si luego de ejecutada la sugestión por el sentido del gusto, se pasa a la delectación ilícita de aquello y consentimos así el apetito en vez de reprimirlo. Pero también así como existen tres pasos para llegar al pecado, existen también tres diferencias del mismo pecado: el pecado de corazón o deseo, el pecado de de obra y el pecado de costumbre. El primero tiene lugar cuando se consiente la pasión, y aunque los demás no lo puedan notar Dios sí, “aunque el hecho está oculto a los hombres, lo ve Dios en el fondo de nuestro corazón”[5]. El segundo, el de obra, ocurre cuando se consiente aquella pasión mencionada anteriormente. Y la tercera es cuando ya nos encontramos perdidos por la práctica constante del pecado. Y es en este último caso donde entra en juego la costumbre, quien, a pesar de ser el tipo de pecado de mayor gravedad, le otorga a la Gula, como decíamos anteriormente, una de sus mayores dificultades a la hora ser vista como un pecado tan grave como cualquier otro. Esto ocurre debido a que como la Gula es un pecado tan común y suele ser catalogado como un pecado leve se le comete con regularidad por la mayor parte de la población mundial, por lo que va perdiendo así su negatividad y que se transforme en costumbre no representa ningún problema.

Otro punto que cabe poner sobre el tapete respecto a ver a la Gula como un simple pecado es que es recurrente asociar el grado de gravedad al hecho de que el pecado es más grave si se comete con la intención de causar algún daño a un tercero pero, ¿no se podría considerar más grave aun la Gula que cualquier otro pecado, ya que por medio de ella se estaría corrompiendo el cuerpo que es el templo de Dios? Con respecto a esto, San Agustín plantea que es necesaria la abstinencia, ya que Dios nos dio el cuerpo y se lo debe cuidar; además de que es éste, nuestro cuerpo, el lugar donde Dios Creador habita, por lo que al comer en exceso se le estaría corrompiendo y expulsando a la vez a Dios de él, “tus castigos son por los pecados que los hombres cometen contra sí mismos, pues aunque pecan contra ti, obran contra sus almas y la iniquidad se traiciona a sí misma”[6].También el santo nos plantea que quien debe ser nuestra principal y central preocupación es Dios, lo cual no se podría lograr si se está todo el tiempo pensando en comida, ya que se llegaría a olvidar por completo a Dios.

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