La sociología de la cultura y la educación de Carlos Marx: su aplicación al sistema escolar
miry9009Tutorial2 de Agosto de 2013
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La sociología de la cultura y la educación de Carlos Marx: su aplicación al sistema escolar
Rafael Jerez Mir
Rebelión
Esta exposición de la sociología de la cultura y la educación de Carlos Marx (1818-1883) se encuadra en un doble marco, teórico y epistemológico, a modo de introducción. A saber: 1) la interpretación de la naturaleza del hombre, la cultura y la educación a la luz de su origen; y 2) la identificación de las orientaciones epistemológicas básicas de las ciencias del hombre y de la cultura. · La naturaleza del hombre, la cultura y la educación a la luz de su origen biológico
El origen del hombre fue el resultado de un proceso de especiación -de diferenciación de una especie en dos- más. En la lucha por la supervivencia, la selección natural de los individuos más aptos de una especie animal culmina de tiempo en tiempo cuando una fracción o grupo determinado de la misma se aísla en la reproducción tras desarrollar de modo progresivo una nueva forma de defensa y de alimentación, una nueva ventaja selectiva. Así surgió el homínido a partir de una determinada estirpe del mono ancestral del homínido; y así apareció el hombre cuando un grupo determinado de homínidos evolucionó desde el grito al habla.
Ahora bien, el proceso de especiación que dio origen al hombre fue también un proceso de especiación excepcional, porque el lenguaje, como ventaja selectiva de la especie humana, liberó al hombre de la ley biológica de la selección natural de los más aptos, determinó el cese de la evolución de sus capacidades congénitas -genéticamente, no hay diferencias apreciables entre un hombre primitivo y un hombre actual- y posibilitó su desarrollo histórico-cultural [1] . Aunque, en parte al menos, también lo fue ya el proceso de especiación que dio origen al homínido, como culminación del desarrollo del uso permanente y la fabricación de útiles e instrumentos como nueva ventaja selectiva por parte de una determinada estirpe del mono ancestral del homínido.
El medio biológico de una especie animal está constituido por todas aquellas especies vegetales y animales concurrentes con las que se relacionan necesariamente todos los miembros de esa especie concreta al satisfacer las funciones biológicas esenciales: alimentación, defensa y reproducción. Ahora bien, mientras el medio de cualquier otra especie animal selecciona de modo constante a los individuos más aptos, sin que éstos puedan nunca transmitirse la experiencia que van adquiriendo como resultado de la propia acción, en el caso del homínido la experiencia adquirida por los distintos individuos se transmite y se acumula socialmente mediante la acción demostrativa y la imitación social.
Con la ayuda de los instrumentos y de los útiles, el homínido adquiere una continuidad de los contenidos de la conciencia excepcional en el mundo animal, elabora en su imaginación nuevos modelos ideales de acciones instrumentales y de instrumentos más eficaces, y ensaya una y otra vez su uso en la práctica. Pero esas destrezas, que son el resultado de la potenciación individual de la internalización psíquica de la experiencia social de la especie, pasan a formar parte a su vez de esa misma experiencia común en la medida en que se objetivan, se normalizan y se estandarizan interindividualmente.
La fabricación y el uso permanente de útiles e instrumentos, como ventaja selectiva propia del homínido, está en el origen del lenguaje, como ventaja selectiva de la especie humana, y en el de la cultura, como medio biológico del hombre. La capacidad humana para transformar de modo progresivo la naturaleza hostil en una morada segura la ha heredado el hombre de su ancestro más inmediato, el homínido, al evolucionar éste sobre la base de una cooperación intensa y creciente, transformando la naturaleza y haciendo evolucionar los instrumentos, los útiles y las cosas que le rodean mediante el uso social de la técnica. El hombre es el homínido que habla; la palabra, el soporte físico de la comunicación social y del pensamiento colectivo e individual; y la cultura -la sociedad vertebrada por la palabra-, el medio biológico del hombre.
El medio biológico del hombre es, por tanto, la cultura, y no la sociedad, como normalmente se supone y se dice. La cultura, así entendida, consiste en la trama resultante de la organización social y los usos sociales (la sociedad), de los útiles, los instrumentos, las máquinas, los objetos y los usos técnicos (las cosas) y del lenguaje y demás símbolos y los usos lingüístico-simbólicos (las palabras -el habla-, ante todo). El lenguaje es el soporte físico de la comunicación social y del pensamiento colectivo, que es lo que evoluciona en vanguardia y está así a disposición de todos. Pero la experiencia ganada por la especie se integra en forma sistemática en la triple trama de la cultura: la sociedad, las cosas y las palabras. La cultura tiene, pues, dos dimensiones: una material, constituida por la sociedad, las cosas y las palabras; y otra simbólica y espiritual en general, dominada por el pensamiento aunque incluye también todo sentimiento y todo proyecto social exclusivo del hombre.
Ahora bien, por una parte, la cultura -como unidad de la cultura material y la cultura simbólica- es una realidad social y, en tanto que tal, objetiva, exterior e independiente de cada individuo humano. Es más: cada hombre es siempre obra de la educación, entendiendo por ésta la configuración cultural de la mente humana o –dicho de otro modo- la internalización psíquica de la cultura. De hecho, la personalidad de cada individuo y la psicología típica de cada grupo social concreto se desarrollan siempre en función de su culturalización relativa: de su familiarización creciente con determinadas personas, cosas y palabras, con el consiguiente enriquecimiento de su afectividad, su comportamiento y su pensamiento, en tanto que lenguaje interiorizado y activo de cada conciencia humana. Pero, por otra parte, los hombres en la medida en que se educan construyen social e históricamente la cultura.
Como configuración cultural de la mente humana, la educación determina la orientación afectiva, volitiva y cognitiva de cada individuo, comenzando por la formación infantil de los sentimientos sociales básicos hasta el despertar de la conciencia moral y el germen de la autoconciencia, como centro de la propia intimidad (del propio yo) y de la coordinación del comportamiento subjetivo. Partiendo de sus condiciones congénitas particulares y de su individualidad orgánica animal en general, cada hombre concreto se va formando como tal hombre en la medida en que va asumiendo las formas de la organización social y del comportamiento colectivo, las destrezas y objetos técnicos, y el lenguaje, los usos simbólicos en general y la cultura espiritual propios de la sociedad de la que forma parte, desde la posición que ocupa dentro de ella y en función de su esfuerzo relativo en el aprovechamiento subjetivo de esas condiciones objetivas de posibilidad: así se forma su personalidad y se desenvuelve su psicología individual.
Puesto que la cultura se complejiza y se diversifica históricamente en una multitud de subculturas en función de la diversidad de territorio, la edad, el género, la etnia, la clase o la función cultural de cada grupo social, cada subcultura particular genera de por sí una educación diferencial que determina, a su vez, la psicología típica de los diversos grupos sociales correspondientes: nómada o sedentaria; rural o urbana; infantil, juvenil, adulta o de la vejez; masculina o femenina: de las clases, castas o grupos étnicos hegemónicos o de los subalternos; del trabajador manual o del trabajador intelectual; del trabajador no especializado, del cuadro medio o del directivo; del productor, el militar, el funcionario, el sacerdote o cualquier otro grupo funcional; etcétera, etcétera.
Así entendida, la cultura configura la orientación cognitiva, afectiva y comportamental de la mente humana: modela la psicología individual y colectiva; la educa. Pero esa internalización subjetiva de la cultura -esa educación- posibilita, a su vez, la transformación histórica del medio humano mediante la creatividad subjetiva y la interacción social por parte de todos y cada uno de los hombres. Éstos construyen siempre histórica y socialmente su cultura en la medida de su culturalización relativa. Con el resultado final, de un desarrollo cultural, educativo y psicológico que va de la relativa simplicidad y homogeneidad de las tribus agrícolas y prepastoriles primitivas y de los niños de todas las culturas a la complejidad del mundo actual y de sus miembros más cultos, pasando por la diversificación interna creciente de las tribus pastoriles y agrícolas, la civilización agrícola y la civilización científico-técnica.
· Orientaciones epistemológicas básicas de las ciencias del hombre y de la cultura
Supuesto esto, las ciencias del hombre y de la cultura se han desenvuelto históricamente conforme a tres orientaciones epistemológicas básicas:
1) el materialismo epistemológico, que parte de la primacía real y explicativa de la cultura material;
2) el espiritualismo epistemológico, que afirma la primacía real y explicativa de la cultura simbólica;
3) el eclecticismo epistemológico, que pone entre paréntesis la cuestión de la “realidad” como metafísica y niega la primacía explicativa de una dimensión u otra de la cultura, admitiendo, en cambio, la validez de una y otra en orden a la investigación científica.
Esas tres orientaciones
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