Los problemas morales y los problemas éticos
Enviado por Diana030195 • 10 de Junio de 2013 • Tutorial • 4.673 Palabras (19 Páginas) • 814 Visitas
Ética: Los problemas morales y los problemas éticos - [ED, (12/09/2008, nro 12.089)]
Por Lamas, Félix Adolfo
"Es evidente que un hombre puede plantear y resolver bien un problema moral sin saber Ética. Pero no puede hacerlo sin algún saber y, por regla general, sin auxilios".
I. El orden de los problemas
1. Un axioma metodológico de Aristóteles
El mundo de los fenómenos morales aparece en la experiencia como algo vasto y complejo. Ahora bien, como parece obvio, la mera experiencia no es ciencia. Para avanzar en una consideración científica resulta necesario dirigir la atención hacia los problemas que surgen en el marco de la experiencia moral y que de algún modo contribuyen a precisar la especificidad del objeto de la Ética.
Platón señaló que la dialéctica -que para él se identifica con la ciencia verdadera o, lisa y llanamente, con la filosofía- consiste en saber preguntar y saber responder; de ahí que implica también la corrección, antes que de la respuesta, de la pregunta (1). Este criterio central de la recta investigación científica es desarrollado por Aristóteles.
En efecto, aunque para el Filósofo la dialéctica no es ya lo mismo que la ciencia o la filosofía, sino sólo un instrumento general de ambas, hace suya y desarrolla la sabiduría lógica de su antecesor. Y para él también constituye un axioma metodológico que quien quiera investigar un objeto debe comenzar planteando con precisión los problemas, las dudas o las dificultades que el mismo suscita, a efectos de poder obtener las respuestas adecuadas:
"Los que quieren investigar con éxito han de comenzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior consiste en la solución de las dudas anteriores, y no es posible soltar, si se desconoce la atadura. Pero la dificultad del pensamiento pone de manifiesto la atadura en relación con el objeto; pues, en la medida en que siente la dificultad, le ocurre así como a los que están atados; en ninguno de los dos casos, efectivamente, es posible seguir adelante. Por eso es preciso considerar bien, antes, todas las dificultades, por las razones expuestas y porque los que investigan sin haberse planteado antes las dificultades son semejantes a los que desconocen adónde se debe ir, y, además, ni siquiera conocen si alguna vez han encontrado o no lo buscado; pues el fin no es manifiesto para quien así procede, pero para el que se ha planteado antes las dificultades sí es manifiesto"(2).
Al afirmar el filósofo que la dificultad o el problema manifiesta la atadura del pensamiento en relación con la cosa que es su objeto, excluye toda clase de apriorismo. El punto de partida del pensamiento científico son los problemas reales que surgen de la interrogación que el hombre les hace a las cosas que se le hacen presentes en la experiencia.
2. La necesidad de discriminar diversos órdenes de problemas
Debe advertirse, en primer lugar, que los problemas que se verifican en materia práctica son de índole distinta que los propios del pensamiento teórico o especulativo (3). Ahora bien, los problemas del orden moral no son sólo ni principalmente teóricos, sino prácticos.
Todo problema teórico se resuelve en esto: ¿qué es, cuál es su causa? Sin duda, las cuestiones teóricas no son nunca total y definitivamente ajenas a la praxis humana. Ya sea porque las cuestiones metodológicas, a su modo y en un cierto sentido, son prácticas, ya sea porque todo conocimiento teórico admite una inflexión sobre la conducta (lo que suele llamarse "teoría aplicada"); o, finalmente, porque el conocimiento contemplativo y desinteresado del ser es un fin perfectivo último del hombre. Pero, en todo caso, el conocimiento teórico o especulativo es un conocer por o para conocer, y su perfección es la verdad pura: la adecuación del pensamiento (expresado en un juicio) con lo que la cosa es; o, dicho en otros términos, es un pensar que tiene a la realidad como regla y medida de su validez. Ésta es la verdad que se busca en un problema teórico.
En cambio, todo problema práctico se resuelve en esto: ¿qué hacer para alcanzar tal fin, cómo debo obrar, qué debo preferir? Estas cuestiones se refieren inmediatamente a la praxis humana, pero implican siempre un fundamento teórico, es decir, un juicio acerca de la realidad. La respuesta a esta clase de problema es la verdad práctica que es la verdad del bien (perfección) de la conducta; en este plano, la rectitud de la realidad de la praxis es juzgada y determinada por el pensamiento recto.
Los problemas éticos y morales, pues, antes que constituir dificultades o dudas para la ciencia o el científico, y sin perjuicio de éstas, son cuestiones vitales, incluso aporías reales del vivir humano. Pero aquí conviene formular una distinción, a fin de evitar confusiones, entre lo que cabría llamar problemas morales y los problemas éticos.
Los problemas morales, propiamente dichos, son aquellos vinculados con la decisión o elección, es decir, atañen inmediatamente a la conducta, a lo bueno que debe hacerse y lo malo que debe evitarse en una situación dada para determinados sujetos. En efecto, en el plano de la acción los hombres se interrogan en su conciencia, en los tribunales, en los parlamentos legislativos, y por regla general a la hora de los premios y castigos sociales, acerca de la verdad y rectitud de sus juicios morales, y la eficacia de estos últimos en orden a la vida feliz.
Llamo en cambio problemas éticos a los problemas de la Ética o ciencia moral, es decir, aquéllos que atañen mediatamente a la conducta porque su respuesta presenta las notas de universalidad y necesidad propias del conocimiento científico.
Aquí hemos de limitarnos al orden de los problemas éticos, con alguna alusión, claro está, a su pertinencia en la vida moral y sus problemas concretos.
II. Los problemas de la ética
1. Los problemas éticos generales
La pregunta más universal de la Ética, como es notorio, gira en torno de las nociones de bien y mal morales. Cuestión que depende de una más fundamental: ¿cuál es el fin del hombre o, lo que es lo mismo, qué perfección le compete alcanzar en su vida
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