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Memorables Recuerdos Socráticos


Enviado por   •  31 de Mayo de 2014  •  1.763 Palabras (8 Páginas)  •  471 Visitas

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Jenofonte,

Memorables Recuerdos socráticos,

prólogo y selección por Juan David García Bacca,

México, SEP 1945

LIBRO TERCERO

VIII

Discusión con Aristipo acerca del bien y del mal.

Trataba una vez Aristipo de refutar a Sócrates de igual manera que éste lo había hecho con él en otra ocasión; pero, Sócrates, queriendo beneficiar a sus compañeros habituales, no respondió como hombre prevenido y temeroso de que se le escape la palabra, sino como hombre convencido de hacer ni más ni menos que lo que debe.

Le preguntaba, pues, Aristipo si sabía de buen saber algo que fuera realmente bueno, para que si Sócrates le decía que lo eran la comida, la bebida, la riqueza, la salud, la fuerza, la valentía, pudiera demostrarle que todo ello era a veces un mal.

Empero, Sócrates, considerando que buscamos sobre todo librarnos de lo que nos hace sufrir, le dio la mejor respuesta posible:

- “¿Me preguntas si conozco algo que sea bueno para la fiebre?”.

- “No” - contestó.

- “¿O para la oftalmía?”.

- “Tampoco.”

- “¿Para el hambre?”

- “Ni para el hambre.”

- “Pues bien”, - contestó Sócrates -, “si me preguntas por algo bueno que no sea bueno para nada, no sé que lo haya, y ni siquiera tengo necesidad de conocerlo”.

Y preguntándole otra vez Aristipo si conocía algo bello le respondió:

- “Si, y muchas cosas”.

- “Y ¿son todas semejantes entre sí?”

- “No, que algunas son lo más desemejantes posible”.

- “Pues ¿cómo lo que se diferencia de lo bello puede ser bello?”, preguntó.

- “Por Júpiter”, - contestó Sócrates -, “como un hombre apto para las carreras puede diferenciarse de otro para la lucha: como la belleza de un escudo hecho para la defensiva difiere completamente de la belleza de una jabalina, hecha para volar con fuerza y velocidad.”

- “Tu respuesta es la misma”, - dijo -, “que cuando te pregunté si conocías algo bueno”.

- “Pero ¿es que crees”, - contestó Sócrates -, “que una cosa es lo bello y otra lo bueno? ¿No sabes que todas las cosas buenas son por esa misma razón bellas? Porque, en primer lugar, la virtud no es buena para unas cosas y bella para otras; además, los hombres, por iguales motivos son llamados bellos y buenos. Las mismas cosas hacen que los cuerpos de los hombres parezcan bellos y buenos; por fin todo lo que puede ser útil a los hombres es bello y bueno, relativamente al uso que de ello se pueda hacer”.

- “¿Cómo pues?, - replicó -, “¿un cesto de basuras será bello?”

- “Sí, por Júpiter” - contestó -, “y un escudo de oro será feo, si uno está convenientemente hecho para su fin y otro no”.

- “Afirmas, pues, que las mismas cosas pueden ser bellas y feas?”.

- “Sí, por Júpiter”, - añadió -, “y pueden ser también buenas y malas; porque frecuentemente lo que es bueno para el hambre es malo para la fiebre; y lo que es bueno para la fiebre es malo para el hambre; frecuentemente también lo que es bello para las carreras no lo es para la lucha; y lo que es bello para la lucha no lo es para las carreras; en fin, las cosas son bellas y buenas para el uso a que estén destinadas; y son feas y malas para el uso a que no están destinadas”.

Y hablando de las casas, decía Sócrates que la belleza de un edificio se cifra en su utilidad, queriendo enseñar que hay que edificarlas según lo que deben ser.

Y he aquí cómo razonaba:

- “Cuando uno se hace una casa”, - decía -, “¿no se ingenia para hacerla lo más agradable y cómoda?”

Y una vez admitido esto continuaba:

- “Y ¿no es agradable que sea fresca en verano y caliente en invierno?”

Y una vez admitido lo segundo proseguía:

- “Pues bien: cuando las casa dan al mediodía, ¿no es verdad que durante el invierno entra el sol por las galerías exteriores, mientras que en verano, por pasar sobre nuestras cabezas y sobre los tejados, nos proporciona sombra?”

- “Según esto, pues, si tales son las condiciones buenas habrá que procurar que los techos de las galerías que den al sol sean más elevadas, a fin de que el sol de invierno no deje de entrar; mientras que las que den al sur han de ser más bajas, a fin de que no puedan entrar los vientos fríos.

En una palabra: el edificio que en cualquiera estación nos proporcione más agradable retiro y depósito más seguro para todo lo que uno posea, no dejará de ser de vez agradable y bello.

en cuanto a pinturas y decoraciones roban más deleites de los que dan.

Por lo que se refiera a templos y altares decía que su más conveniente emplazamiento es un lugar bien descubierto y completamente aislado; porque para la oración resulta agradable perspectiva desembarazada, y es además agradable poder acercarse a los altares sin ensuciarse”.

X

Consejos artísticos dados a Parrasio, a Clitón y a Pistias,

acerca de la pintura, escultura y fabricación de armas.

Si en alguna ocasión conversaba con artistas que vivían de su trabajo érales también útil.

Entró un día en el taller de Parrasio y tuvo con él la conversación siguiente:

- “Dime, Parrasio, ¿no es la pintura una imitación de los objetos visibles? ¿Que no imitáis vosotros mediante colores los entrantes y salientes, lo claro y lo obscuro, lo duro y lo suave, lo áspero y lo pulido, juventud y decrepitud?”

- “Verdad dices”, - contestó Parrasio.

- “Y cuando queréis representar formas perfectamente bellas, puesto que no es fácil hallar un hombre sin imperfección, ¿no juntáis de muchos lo más bello de cada uno y componéis

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