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Memorias De Mis Putas Tristes


Enviado por   •  8 de Abril de 2015  •  361 Palabras (2 Páginas)  •  175 Visitas

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El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una

adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina

que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca

sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía

en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con

una sonrisa maligna, ya lo verás. Era algo menor que yo, y no sabía de ella desde

hacía tantos años que bien podía haber muerto. Pero al primer timbrazo reconocí la

voz en el teléfono, y le disparé sin preámbulos:

-Hoy sí.

Ella suspiró: Ay, mi sabio triste, te desapareces veinte años y sólo vuelves para pedir

imposibles. Recobró enseguida el dominio de su arte y me ofreció una media docena

de opciones deleitables, pero eso sí, todas usadas. Le insistí que no, que debía ser

doncella y para esa misma noche. Ella preguntó alarmada: ¿Qué es lo que quieres

probarte? Nada, le contesté, lastimado donde más me dolía, sé muy bien lo que

puedo y lo que no puedo. Ella dijo impasible que los sabios lo saben todo, pero no

todo: Los únicos Virgos que van quedando en el mundo son ustedes los de agosto.

¿Por qué no me lo encargaste con más tiempo? La inspiración no avisa, le dije. Pero

tal vez espera, dijo ella, siempre más resabida que cualquier hombre, y me pidió

aunque fueran dos días para escudriñar a fondo el mercado. Yo le repliqué en serio

que en un negocio como aquél, a mi edad, cada hora es un año. Entonces no se

puede, dijo ella sin la mínima duda, pero no importa, así es más emocionante, qué

carajo, te llamo en una hora.

No tengo que decirlo, porque se me distingue a leguas: soy feo, tímido y anacrónico.

Pero a fuerza de no querer serlo he venido a simular todo lo contrario. Hasta el sol

de hoy, en que resuelvo contarme como soy por mi propia y libre voluntad, aunque

sólo sea para alivio de mi conciencia. He empezado con la llamada insólita a Rosa

Cabarcas, porque visto desde hoy, aquél fue el principio de una nueva vida a una

edad en que la mayoría de los mortales están muertos.

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