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Palabras Materiales Y Palabras Formales. Pensamiento débil Y Pensamiento Fuerte.


Enviado por   •  10 de Abril de 2014  •  2.060 Palabras (9 Páginas)  •  545 Visitas

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Palabras materiales y palabras formales. Pensamiento débil y Pensamiento fuerte.

Anne Sullivan. Se instaló en casa de los Keller y empezó la educación de Helen deletreando en su mano diversas palabras, mediante los pellizcos y presiones codificados en esa Institución. No tuvo mucho éxito hasta que un día la llevó al pozo y, mientras el agua corría en una mano de Helen, en su otra mano Anne deletreó con dichas impresiones táctiles “w-a-t-e-r”. En ese momento se consiguió el milagro. La niña tomó a su vez la mano de Anne y reprodujo la misma palabra. Había comprendido la correspondencia convenida entre la secuencia exacta de los pellizcos o presiones en la mano y la realidad de agua. En su informe Anne escribió triunfante: “Helen ha aprendido que cada cosa tiene un nombre y que el alfabeto manual es la clave para conocer todo lo que quiera”.Anne Sullivan se fue a vivir a casa de HellenKeller. Empezó a educarla. Una vez, la llevó al pozo de agua. Dejó correr el agua en una mano de Helen, mientras en la otra deletreó “w-a-t-e-r”. Se logró un milagro. La niña asió la mano de Anne y reprodujo la misma palabra. Comprendió la correspondencia entre la secuencia de las presiones de la mano y la realidad del agua.En su informe Anne escribió triunfante: “Helen ha aprendido que cada cosa tiene un nombre y que el alfabeto manual es la clave para conocer todo lo que quiera”.

En efecto, Helen había construido su primera palabra material, o sea un signo que de modo socialmente convenido se pone en relación con alguna realidad. Estos signos los construimos ordinariamente mediante la fonación de consonantes y vocales, los llamados fonemas, pero puede conseguirse también mediante cualquier tipo de gestos convenidos y aceptados en algún ámbito social.

Ya hemos definido palabra material, como cualquier signo o señal, hecho con gestos o con fonemas, que los miembros de un grupo social convienen en poner en correspondencia con alguna realidad concreta o suficientemente definida. Pero eso es la mitad del lenguaje. La otra mitad, y la más decisiva, son las palabras formales. Estas no designan ninguna realidad, sino que son operadores con que manipulamos las palabras materiales.

La distinción entre Lógica y Gramática debiera ser el primer axioma en cualquier libro de lingüística. La Lógica trata de las palabras formales y es la misma en todos los idiomas del mundo. Y sólo luego tiene sentido hablar de la inmensa variedad gramatical de palabras materiales en las diversas lenguas, vivas o muertas.

El equívoco está en que los animales parecen tener palabras materiales. Un perrito faldero ladra triste cuando sus amos le dejan sólo en casa. Y ladra inconfundiblemente alegre cuando vuelven sus amos. Hay un ladrido distinto en correspondencia con cada situación. Otros animales emiten sonidos o hacen movimientos, que influyen en sus congéneres. Pero aquí faltan absolutamente las palabras formales, las que constituyen la esencia del lenguaje. No hay más que respuestas automáticas a determinados estímulos. Respuestas iguales e invariables, si los estímulos son los mismos. Volvamos a nuestro perrito faldero. Si fuera capaz de ladrar alegre cuando le dejan solo en casa, o de ladrar triste cuando vuelven sus amos, entonces sí poseería el lenguaje. Dispondría de la primera palabra formal, el primer operador lógico, el afirmador-negador. Pero el perrito no puede hacer eso. No puede elegir entre ladrar triste o alegre, según decida. No decide nada. Está inmerso en el mundo de la naturaleza, en donde los efectos siguen invariablemente a sus causas. El animal reacciona siempre de la misma manera ante los mismos estímulos. Y si hay alguna variación en su respuesta, es que también la hubo en los estímulos. Cassirer, aunque desconoció el alcance de la formalización de la Lógica, al menos vio que los ladridos del perro podrán ser “señales”, pero nunca “símbolos”.

El primer elemento formal del lenguaje, la capacidad de afirmar o negar, es por tanto inseparable de la libertad propia de lo que solemos llamar espíritu, o sea, algo independiente de todos los impulsos causales de la naturaleza. Poseer el afirmador-negador es lo mismo que ser espíritu, un ente no inmerso enteramente en el mundo de la naturaleza causal. Por eso cualquiera de nosotros puede coger un vaso en la mano y decir esto es un vaso, y también decir esto es un tenedor. Pues sólo hay una manera de afirmar, pero muchas maneras de negar o decir esto no es un vaso. En todo caso un espíritu pensante es al mismo tiempo un espíritu libre, no está condicionado unívocamente como el perrito. Puede elegir entre afirmar o negar. Y afirma o niega precisamente porque es libre.

Esta es la puerta del lenguaje: el operador lógico más simple de todos, el afirmador-negador. Es el operador que conecta sujeto y predicado en cualquier frase, da igual ahora, si para afirmar o para negar. En ambos casos utilizamos este operador lógico para manipular palabras materiales, las que usamos como sujeto -a veces una sola- y las que usamos como predicado -generalmente varias-. Se afirma, o se niega, la conexión entre sujeto y predicado.

En resumen, sólo tiene sentido hablar de palabras materiales, si previamente hay palabras formales. Por eso no hay lenguaje alguno entre los animales. Considerar sus ladridos, relinchos o movimientos como lenguaje es mero desconocimiento de que, sin operadores lógicos, no hay lenguaje.

Como ya se indicó, la total separación de lo formal y lo material en el lenguaje y en el pensamiento no estuvo completamente clara hasta que Gottlob Frege y Giuseppe Peano, de modo totalmente independiente, identificaron con todo rigor los operadores lógicos. El primero y más importante

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