Planteamineto De Dios En El Hombre

Vivir aceptando que Dios existe, dista enormemente de vivir sin Dios. La vida misma del hombre está implicada en la búsqueda de Dios, dado que somos seres trascendentes, e inquietos en la búsqueda del fin último. Todos en algún momento de la vida nos hemos preguntado, ¿Existe Dios? ¿Cómo llegamos a Él? Y si existe, ¿Cómo es Dios?, ¿Es posible conocer a Dios?

Aparece como hecho evidente la preocupación incesante del ser humano por el más allá de la realidad histórica, esta inquietud emerge en formas distintas. La filosofía y el problema de la existencia de un Dios ha caminado por generaciones, para poderla entender se es necesaria una visión panorámica del asunto.

Los pensamientos filosóficos griegos mezclan elementos filosófico- religiosos, dedicando vigorosamente su razón y al mismo tiempo imaginación para buscar las causas primeras de las cosas, las características fundamentales de la divinidad en ese tiempo eran vistas desde un punto de vista antropomórfico, donde el mismo hombre atribuye características humanas a los dioses. Con el paso del tiempo el filosofar occidental se da cuenta que no puede dar solución a sus interrogantes desde la imaginación llegando a la facultad del razonar donde se da el maravilloso paso del mito al logos iniciándose a su vez las ciencias empíricas, que mas tarde se adecuaron a la religión y las distintas ciencias del hombre.

Las afirmaciones sobre Dios revisten el carácter de aproximaciones graduales y complementarias a una instancia o entidad misteriosa que confiere sentido pleno a la existencia humana y fija el destino de la historia. Hasta muy entrada la edad moderna, el Dios de la tradición judeocristiana ostentó el privilegio de dotar de sentido a la vida humana y de dar coherencia racional al pensamiento. Pero a partir del siglo XVIII, Kant socavó los presupuestos epistemológicos de aquella convicción, llegando a cuestionar la consistencia objetiva meta-histórica del Dios de la religión. Pese a esto el hombre de nuestro tiempo se siente obligado a ponerse en relación con una instancia superior que dote de coherencia y de profundidad su vida personal y colectiva. Nuestros contemporáneos siguen planteando la cuestión de Dios, porque no encuentran en la razón tecnológica la panacea de los males que aquejan a la humanidad, pero la plantean desde el mismo hombre en relación con sus semejantes.

Tradicionalmente se han seguido dos procedimientos en el planteamiento del problema de Dios: el antropológico y el cosmológico. El primero parte del análisis de la experiencia de la relación del hombre con el mundo y con los demás hombres, ésto lleva al convencimiento de que la vida humana sobre la tierra es inexplicable sin la presencia de un ser desconocido que polariza y da sentido a la propia experiencia; el hombre tiene sentido cuando se trasciende en uno mayor que él. El segundo procede del conocimiento del cosmos y tiene en cuenta las características comunes de todos los seres del universo, éste análisis pone en evidencia la precariedad del mundo en su estado actual y la imposibilidad de explicarse por sí mismo, así como la necesidad de otra realidad de distinto orden que posibilite su existencia.

Actualmente, el hombre de nuestra cultura ha desvelado los misterios del

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