RACIONALIDAD INSTRUMENTAL Y CONOCIMIENTO
Enviado por psycoviz • 20 de Enero de 2013 • 2.024 Palabras (9 Páginas) • 620 Visitas
RACIONALIDAD INSTRUMENTAL Y CONOCIMIENTO
El conocimiento ha sido objeto de discusión desde diversas
concepciones. Frecuentemente las teorías organizan el conocimiento de
acuerdo con un modelo lógico que no corresponde a la realidad. Desde la
filosofía, en general no se ha planteado el tema del conocimiento como un
hecho, como una actividad que caracteriza al hombre como ser social, sino
como un problema a resolver. No se sale del círculo del conocimiento y las
condiciones de su producción; no se aclara en qué consiste y cómo se articula
esa relación, la relación hombre-naturaleza, conocimiento-mundo.
El tema del sujeto de conocimiento empezó a tener importancia
fundamental en Descartes con su “cogito ergo sum”. En Kant la estructura de la
subjetividad es aprehendida en forma de autoconciencia absoluta: la facultad
de conocer fundamenta la posibilidad de conocimiento objetivo y establece su
justificación de validez. Hegel fue quien más claramente desarrolló la relación
entre modernidad y racionalidad desde un punto de vista filosófico. La
Ilustración y la Revolución Francesa significaron un quiebre con la historia
anterior y una llegada al presente que se renovaba en forma continua. Por
primera vez una época, la época moderna, encara una reflexión sobre sí misma
y se plantea el problema de su legitimidad histórica. La autocomprensión de la
Modernidad, que Hegel erige como problema filosófico, ya se expresa en la
Reforma, el Renacimiento y la nueva ciencia. Contra la autoridad de la Iglesia y
la tradición, el sujeto reclama su derecho a conocer por sí mismo de la fuente
inagotable que resulta ser la naturaleza. La Modernidad toma conciencia de sí
misma, de su ruptura con el pasado y establece sus propias normas. Pero en el
mundo moderno la fuerza de esa reflexión se ha hecho autónoma y con ello
genera la violencia de una subjetividad represora. La razón absolutizada será
desenmascarada como racionalidad con arreglo a fines y como forma de
ejercicio del poder.
Desde fines del siglo XIX las ciencias sociales se dedicaron
especialmente a racionalizar y legitimar el dominio de toda la sociedad. Se
abrieron áreas -como la psicología industrial, jurídica, organización del trabajo,
administración, gestión- que se desarrollaron como instrumentos tecnológicos
de control del proceso global de producción. Parecía que las posibilidades de lo
tecnológico podían ser casi ilimitadas y que los grandes problemas sociales se
resolverían por vía técnica. Solo lo susceptible de ser tratado de forma
numérica en términos de valores discretos puede definirse como problema, lo
demás tendrá el carácter de seudo-problema de acuerdo a la conocida
sentencia de la filosofía analítica terapéutica: “los problemas se resuelven, los
seudo-problemas se disuelven”. La solución algorítmica se presenta previsible,
neutral, científica. Bustamante (2005) compara esta arrolladora voluntad
explicativa con el sistema ptolemaico:
“A cada constatación de una disconformidad entre las posiciones
calculadas de los astros en el firmamento según los parámetros
del modelo y la observación pura y dura, se introducía alguna
modificación ad hoc en los círculos y epiciclos que definían las
órbitas celestes. Cuanto más complejo se hacía el sistema para
responder a las necesidades de navegantes y astrólogos, más se
alejaba de la realidad. A pesar de ajustarse cada vez mejor sus
predicciones a los fenómenos observables, no vencía por ello la
infinita distancia entre su concepción del cosmos y la realidad.”
En una polémica con Popper, Adorno señala:
“… el ideal epistemológico de la elegante explicación matemática,
unánime y máximamente sencilla fracasa allí donde el objeto
mismo, la sociedad, no es unánime, ni es sencillo, ni viene
entregado de manera neutral al deseo o a la conveniencia de la
formalización categorial, sino que es, por el contrario, bien
diferente a lo que el sistema categorial de la lógica discursiva
espera anticipadamente de sus objetos. La sociedad es
contradictoria y, sin embargo, determinable; racional e irracional a
un tiempo, es sistema y es ruptura, naturaleza ciega y mediación
por la conciencia.” (1961: 122)
En la Modernidad las nuevas estructuras sociales de algún modo vienen
determinadas por la empresa capitalista y su aparato estatal burocrático,
proceso que Max Weber estudia como la institucionalización de la acción
racional con arreglo a fines. Para Habermas (1999: 53) racionalización es “la
ampliación de los ámbitos sociales que quedan sometidos a los criterios de la
decisión racional”. Según Weber, lo que caracteriza el triunfo del aparato
socioeconómico en el modo de producción capitalista, es que en el capitalismo
se racionaliza globalmente la sociedad: en la Economía por la racionalidad
industrial fabril, la máxima concentración de las fuerzas productivas en el modo
de producción; en el Derecho, por la constitución del Derecho Público del
Estado y de un intercambio basado en el principio de la equivalencia justa (la
transacción consiste en la equivalencia entre lo pagado y la mercancía); en el
Aparato Estatal, por la actividad profesional de la burocracia como gobierno.
Es así que esta racionalidad no es capaz de pasar de la justificación de
la relación medios-fines a la justificación de los fines, a la justificación de la
acción humana como tal, de sus objetivos últimos. La justificación es reductible
al orden del conocimiento. Y se instauran nuevas bases que excluyen todo lo
que no sea conocimiento científico y tecnológico.
La modernización (término acuñado en los años 1950) refiere al
incremento sin precedentes de las fuerzas productivas y la productividad del
trabajo, a la formación de capital y la movilización de recursos materiales y
humanos.2 El racionalismo occidental que estudia Weber, como nueva
experiencia de progreso y aceleración de los acontecimientos históricos,
supone una voluntad de dominación instrumental que refiere a la dinámica
interna que presenta el proceso de desarrollo de la ciencia y la tecnología. Con
la Modernidad empieza la era del cálculo, de la supremacía
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