RELACIÓN ENTRE PRÁCTICAS DOCENTES

Al analizar la Colombia actual es fácilmente apreciable que “la educación militar y policial en el país se enfrenta a tres grandes retos: la realidad nacional en seguridad y defensa, las tendencias regionales de esta parte del mundo que comparte la misma lengua y los procesos de globalización”. Luego, en el aspecto del recurso humano es evidente la preocupación por generar un cambio, reestructuración o mejoramiento, la alternativa respecto a qué se está educando, formando o instruyendo es válida, y por ello se admiten cada uno de estos aspectos en pro de mostrar la dimensión de la formación integral de personal de la fuerza pública.

De hecho, al abordar el proceso de enseñanza–aprendizaje, se hace patente que el docente posee unas prácticas específicas que le permiten asumir las relaciones, tanto académicas como de convivencia con los estudiantes. Dichas prácticas le sirven para afrontar y resolver los conflictos que a diario se le pueden presentar con el estudiante, mostrando con ello que éstas, las prácticas docentes, se constituyen como una herramienta esencial para la formación ciudadana.

Debido a la utilización de tales prácticas, en nuestros escenarios educativos se presentan mecanismos por parte de los docentes que pueden, fortalecer sus relaciones sociales y amistosas con los estudiantes, o bien recrudecer el contexto de violencia escolar, el cual paradójicamente, se debería transformar; en este sentido la relación prácticas docentes-ciudadanía puede entenderse como un objeto válido dentro de la investigación científica.

No es de olvidar, que el centro de la investigación se ha dado en el escenario del salón de clase donde se hace real la ciudadanía dado que en este espacio intervienen tanto los docentes y estudiantes, como los agentes externos (directivos, otros docentes o cursos, etc.) y es allí en donde se muestran los materiales que dispone el docente para formar a los estudiantes, es decir, se exponen sus propias prácticas.

1.2 IDENTIFICACIÓN Y FORMULACIÓN DEL PROBLEMA

A los docentes en general, en el ejercicio de su práctica les corresponden dos tareas: la primera, consiste en que dirige el proceso de enseñanza-aprendizaje de saberes disciplinares básicos y la segunda, se refiere a que orienta formas de pensar, sentir y obrar para la vida en sociedad.

Si bien en algunos casos, en el proceso de enseñanza-aprendizaje, podría reconocerse al educando como protagonista de su propia formación, haciendo del aula de clase un espacio democrático donde se tienen en cuenta las expectativas e intereses de éstos como interlocutores válidos, en otros, quizás no se da mayor importancia a la construcción de un conocimiento compartido. Ello, la descontextualización del saber y su orientación unidireccional, podría ser motivo de resistencias ante un saber impuesto, hegemónico, seleccionado bajo criterios a veces extraños al estudiante, que resulta poco significativo.

Con relación a la segunda tarea del docente, como orientador del proceso formativo del estudiante para la vida en y con los otros, el interés se centra en la construcción de los valores necesarios para la convivencia social y el desarrollo de competencias básicas para el ejercicio de la ciudadanía. Por ello, el docente ha de tener el conocimiento y las habilidades requeridas para guiar de manera acertada la resolución de los conflictos que pudieran presentarse entre los distintos sujetos que conforman la comunidad educativa y, sobre todo, aquellos resultantes de la interacción docente-estudiante, estudiante-estudiante.

En cuanto concierne a las relaciones estudiante- estudiante, es frecuente que predomine la agresión verbal, la agresión física, la intimidación, el chantaje, la exclusión y la presión para actuar como los otros desean. La intervención por parte de los docentes en las situaciones reseñadas está sujeta al seguimiento del conducto regular establecido o puede hablarse también de una no intervención por cuanto la violencia se hace cotidiana y deja de problematizarse en sus manifestaciones más

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