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Resumen Filosofia


Enviado por   •  28 de Junio de 2013  •  3.240 Palabras (13 Páginas)  •  564 Visitas

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Y es que, para aquellos cristianos, la Mujer es el origen y la única causante de la expulsión del “Paraíso Terrenal” del resto de los mortales y, por su culpa, todos los humanos estamos condenados a vivir en la tierra, expulsados de aquel paraíso. Curiosamente parece olvidarse lo que es algo muy conocido; “el pecado de comer la manzana” lo cometió Adán y no Eva, dato que todavía hoy parece “invisible”. En Génesis, 3 se resume el siguiente relato “…entonces Dios le preguntó: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mandé que no comieras? Y el hombre le respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí…”. Es evidente que el autor del “Pecado Original” fue Adán y Eva, solamente, su excusa, ante la irritación divina. Para otras religiones, se repite el dato; los brahmanes narran que el“Primer Hombre” desencadenó su miseria al comer de un árbol sagrado. En el Avesta, también el “Primer Hombre” pierde su felicidad por mentir. Después de constatar tan curiosa como indecente coincidencia, saltemos unos siglos y, siguiendo la historia en Europa, ya en la Baja Edad Media (s. XI al XV), cualquier archivo de las ciudades de Italia, Francia o Inglaterra habla de mujeres violadas, con la misma frecuencia que naturalidad. En teoría, las leyes castigaban a los violadores pero, en la práctica, la mujer tenía que demostrar que había sido forzada e, incluso, desde el siglo XII, en Inglaterra, se estimaba que el embarazo de la mujer demostraba que ésta había consentido la relación, por lo que no había existido violación y así, según criterio legal, todo el delito y el pecado pasaba a ser responsabilidad de la propia víctima.

Entre los años 1450 y 1750 la situación empeora y aparece, respecto a la mujer, un patente proceso de exterminio, bajo el argumento de la “brujería”, destinado a las mujeres que practicaban la “magia negra” y se “aliaban”, en sus propósitos, con el Diablo, (lo cual, en bastantes ocasiones, quería decir “mujeres que pensaban”). La bruja rural –y su correlativo; la hechicera urbana- solían pertenecer a clases sociales marginadas, lo que las hacía totalmente vulnerables a las infundadas persecuciones; así se causó la muerte, según los cálculos más fidedignos, de unas 60.000 mujeres, en Europa Occidental que, previamente, eran sometidas a monstruosas torturas para obtener las adecuadas confesiones en los juicios por brujería, a los que, sólo en muy contadas ocasiones, fueron sometidos los varones, en los que, por el contrario, siempre eran juzgadores. Mientras tanto, acontece el “Renacimiento”, cuyo nombre se refiere a la recuperación de algunos elementos de la cultura clásica romana que se viene a traducir en un proceso innovador pero, también, en cierta consolidación de la importancia del varón en la organización social, lo que se fue convalidando, en los siglos XIV y XV. En definitiva, fue una “revolución elitista y cultural” que nada significó para el estatus femenino. Hay una escueta excepción ya que existieron bastantes mujeres que durante el Renacimiento y, más tarde el Barroco, se dedicaron al arte como la monja Caterina de Vigri o Properzia de Rossi, Elisabetta Sirani, Barbara Longhi, Catharina van Hemessen, Lavinia Fontana, Sofonisba Anquissola, Artemisa Gentileschi, Judith Levster o Luisa Roldán, cuyas obras apenas, hoy en día, cuelgan de las paredes de los principales Museos del planeta.

En el continente americano se tienen menos datos sobre la situación de la mujer y, en realidad, hasta hace poco, ha sido escasamente estudiada y ha estado presentada entre controvertidas opiniones. Sin embargo existen testimonios, que no dejan duda alguna que las mujeres Indias de Norteamérica eran dirigentes locales y hábiles trabajadoras. Citemos tres conocidos ejemplos de mujeres nativas de Norteamérica:

a) Pocahontas (sobre 1600), la india pacifista de Powhatan, que hizo de interlocutora entre los colonos de Jamestown y los nativos de la región,

b) Sacagawea (1787-1812), otra pacifista de la tribu Shoshone, que guió a Lewis y Clark en sus expediciones, salvó sus vidas muchas veces y ayudó, de forma fundamental, en las negociaciones con otras tribus indias y

c) Kikisoblu (1811-1896), también conocida como Princess Angeline.

Por lo que respecta a Sudamérica la imposición de la fe católica y los valores culturales de la Europa mediterránea puso, y mantiene, a las mujeres en una situación igual o peor que la de sus colegas europeas.

De forma casi sorpresiva, poco antes del siglo XVIII, mientras unos atribuían la incapacidad y la falta de inteligencia como activos propios del sexo femenino -concepciones que ya figuraban en los textos bíblicos, refrendado por Aristóteles (384 ac-322 ac) y por los Padres de la Iglesia (siglos Iº y IIº)[4]- aparece una línea de pensamiento tan diferenciada como innovadora; el feminismo. En el contexto del desarrollo de la filosofía surge como una, tan sutil como trascendente, discrepancia respecto a las ideas que, sobre la mujer, habían existido sin debate o cuestionamiento importante durante miles de años. Y es que el feminismo no es un discurso sobre las cualidades de la mujer, sino sobre la igualdad de los sexos. Ello se traducirá en un fundamental cambio, ya que estas ideas no se refieren, simplemente, a la situación de las mujeres en la sociedad, sino que atañen, muy directamente, a la condición del varón que, al pasar a valorarse como igual a la mujer, ambos ya no podrán continuar estructurados socialmente con criterios de inferioridad o de dependencia. Esta revolucionaria idea tiene, entre otras, su obra fundacional en la “Vindicación de los derechos de la Mujer” en 1790 de Mary Wollstonecraft[5] (1759-1797), que preferimos destacar tanto por su cohesión como su influencia, aunque ésta fuera tiempo después.

Mientras que, de modo silente, surgen las ideas feministas, la concepción más difundida, moderna y evolucionada, que impone la “Revolución Francesa” y su alegato de “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, es la del ideario de Rousseau (1712-1778), que defendía que “…es fácil ver que entre las diferencias que distinguen a los hombres, muchas que pasan por naturales son únicamente obra del hábito y los diversos modos de vida que los hombres adoptan en la sociedad. Así, un temperamento robusto o delicado, la fuerza o la debilidad dependen, muy a menudo, más de la naturaleza dura o afeminada en que se ha sido educado, que de la constitución primitiva de los cuerpos. Lo mismo pasa con las fuerzas del espíritu…”. Rousseau, en una primera lectura, parecerá como alguien que vindica la igualdad de sexos; sin embargo ello no es más que una falaz apariencia

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