Sr. Quitame Lo Bruto
Enviado por mario.mr7 • 2 de Diciembre de 2014 • 11.515 Palabras (47 Páginas) • 295 Visitas
Un relato que te enseña a utilizar tu potencial interior para enfrentar y transformar la
adversidad.
PRÓLOGO
Una vez más la doctora Levinstein nos invita a mirar en nuestro interior para
descubrir nuestra verdad y así volvernos libres.
En este nuevo libro, la autora intenta con éxito una nueva forma de brindarnos sus
enseñanzas; el relato, y lo hace muy bien. Para empezar, nos mete en el personaje
principal, Juan Salabim, y a lo largo de la obra vivimos en los zapatos de él.
Como lo plantea nuestra queridísima doctora, todos somos brutos, en el sentido de
pasamos buena parte de nuestra vida sumidos en la inconciencia, lo que nos hace
cometer todo tipo de tarugadas que no sólo nos dañan a nosotros mismos, sino
también a los seres que más amamos.
A lo largo del libro, viviendo las vicisitudes de Juan Salabim, aprendemos que Dios
aprieta pero no ahorca y que nos quiere tanto que, a pesar de ser tan brutos, nos
tiende su mano bondadosa para sacarnos de las arenas movedizas de la inconciencia.
Para aprovechar mejor el libro, sugiero al lector identificarse plenamente con el
personaje principal y tratar de vivir lo que él vive en el espacio y en el tiempo narrados, pues sólo así usted podrá sacarle al relato todas las enseñanzas que la
autora ha procurado ocultar sutilmente en cada situación, en cada escena, en cada
diálogo interno y externo de la narración, para que usted las descubra, las haga suyas
y las aplique en su vida personal, a pesar de que esté convencido de que usted no es
ningún bruto. Aunque yo creo que al finalizar de leer el libro, exclamará como yo:
¡Todos somos Juan Salabim!
Luis Castañeda
Prefacio
En una época en la que prevalecen las guerras, conflictos y levantamientos entre las
naciones y en la humanidad, cuando nuestro diario acontecer se encuentra teñido de
violencia, inseguridad y hasta tragedias.
Cuando la corona que enmarca una historia de humanidad doliente e inconsciente
aflora las dependencias químicas y emocionales, cuando las familias se desintegran y
parece que los hijos están en contra de los padres y los padres en contra de los hijos;
cuando la mayor guerra que tenemos que enfrentar se encuentra dentro de nosotros
mismos, surge este libro como un canto de esperanza y gratitud a la vida para que
dejes de ser dependiente de falsas profecías, de supercherías y supersticiones; para
que ya no seas más presa del miedo, y logres la conquista de tu propio interior
descubriendo la verdad, “la verdad que te hace libre”, eterno e inmortal.
Para que dejes de sentirte como una hoja al viento o un corcho en el mar; para que
dejes de reclamarle a la vida y a Dios, “tal como tú puedas entenderlo”, los sinsabores
que cotidianamente tienes que enfrentar; para que jamás dejes de voltear a las
estrellas y descubrir en ellas tu raíz Divina y la esencia de eternidad que palpita e tu
corazón y descubras que la adversidad que como humanidad estamos enfrentando
representa la más grandiosa de las oportunidades: la de descubrir tu esencia y tu
verdad, aquella que no sólo te hace libre, sino aquella que te permite establecer un
reencuentro con nuestro Creador y percibirle como parte de ti mismo, y tú, aún en tu
fragilidad y pequeñez humana, como parte integral de Él. Y con ello, la posibilidad de
transformar la realidad material, caótica y destructiva por su propia naturaleza, en un
edén de paz, armonía y libertad anunciado desde tiempos inmemoriales.
Este libro constituye la respuesta a una serie de acontecimientos con los que se
instaló lo que parecía una noche oscura, un invierno largo y frío. Esto comenzó con el
fallecimiento de personas muy queridas y cercanas a mí hasta con aquellas pérdidas
que desgarran el alma y mutilan el corazón porque son parte de mi propia vida: la
pérdida de mi hermana, mi única hermana mujer; la pérdida de mi esposo, mi
compañero durante casi 35 años y la pérdida de un tío muy querido, que en mis
recuerdos de infancia cobra un papel muy, pero muy especial. En este lapso, no mayor de año y medio, también tuvimos que enfrentar accidentes,
enfermedades con carácter fatídico como el cáncer de mi madre, dos cirugías en mi
propio cuerpo, injusticias y arbitrariedades dentro del núcleo laborar, hasta mi salida
de Televisa, Radio.
Hoy, cuando el alba comienza a aparecer, me doy cuenta de que en verdad en cada
ser humano se encuentra la verdad que le hace libre, y que el oro para convertirse en
oro tiene que atravesar el crisol de fuego.
Sé que ninguna contrariedad o adversidad tiene el poder de dañar, ni siquiera de
tocar a la criatura más amada de Dios, que eres tú mismo.
Pero es necesario que comiences a creer en ti. Dios se encuentra presente en cada
paso que das, en cada instante que transcurre. Él es tu fuerza y tu verdad. Y aún
cuando hay momentos en los que quisieras verle con el alma, escucharle con el
corazón, parece que no responde, parece que se ha ido, que ya no está.
Hoy quiero compartir contigo la victoria de un triunfo humano, un triunfo que es tu
propio triunfo, una victoria que nos corona a todos como humanidad, porque lo que
un hombre hace para sí mismo, lo hace—aun sin darse cuenta—en pro o en contra de
la humanidad entera.
Hoy quiero decirte que aun cuando en ese lapso que no se mide con hojas de
calendario ni con el tiempo que marca las manecillas del reloj, hubo momentos de
incertidumbre y de profundo dolor, jamás dejé de tener la certeza de que el amor
infinito del Padre me envolvía, de que su sabiduría infinita me guiaba, y que aun
cuando había cosas que yo no podía entender, que la razón no podía explicar, ni el
corazón aceptar del todo—por lo menos en primera instancia—me repetía mil veces:
“Señor no entiendo, no entiendo qué es lo que pasa, pero sé que si Tú estás a
cargo, todo, todo está bien; aún cuando no pueda entenderlo, Señor, yo
confío, confío en Ti”
Esta frase se hizo cotidiana en mí; era como la punta de lanza con la que iniciaba una
nueva batalla, con la que enfrentaba una nueva adversidad. Con sólo repetirla
obtenía paz y serenidad. Quisiera que también fuera tu frase preferida en los
momentos difíciles; y lo más importante, que comenzaras a creer en ti. Pues ésta
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