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TOMAS DE AQUINO Y EL PROBLEMA DEL HOMBRE


Enviado por   •  10 de Julio de 2014  •  2.052 Palabras (9 Páginas)  •  353 Visitas

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TOMAS DE AQUINO Y EL PROBLEMA DEL HOMBRE:

HACIA UNA VISION INTEGRAL DEL SER HUMANO.

Fray Franklin Buitrago Rojas,O.P.

Una de las preocupaciones fundamentales de la filosofía ha sido comprender ¿Qué es el ser humano?. No es fácil entender un ser tan complejo y polifacético como el hombre, sin embargo cada escuela filosófica ha intentado abarcar el fenómeno antropológico desde sus propios postulados.

Al estudiar al hombre comprendemos que su ser se encuentra en una doble condición con respecto a todos los demás seres de la naturaleza. Se puede decir que comparte muchas características con los demás seres "existe como las cosas, vive como las plantas, siente como los animales", pero a la vez trasciende el mundo natural porque es capaz de razonar, de concebir ideas universales, de elaborar conceptos que no están restringidos al espacio ni al tiempo. Por su carácter racional, el hombre supera a todos los demás seres que conocemos en el mundo material.

Esta constatación ha generado dos posturas extremas, veamos:

MONISMO ESPIRITUAL

Un grupo de pensadores sostienen que en el hombre hay dos sustancias, dos entidades distintas: Una entidad espiritual llamada alma que ejerce todas las facultades de la razón y una sustancia material llamada cuerpo que ejerce todas las funciones animales (sensibilidad, alimentación, reproducción, locomoción). El verdadero hombre es el alma, el cuerpo no es más que un instrumento o, en el peor de los casos, una cárcel para el alma.

Este monismo espiritual (o dualismo platónico y cartesiano) tiene una larga trayectoria en la historia de la filosofía. Desde Platón y Aristóteles, pasando por Descartes, hasta muchas concepciones religiosas de nuestro tiempo. Por ejemplo, la creencia en la reencarnación se sustenta en esta concepción filosófica. Si el hombre es solamente alma, ésta puede cambiar de cuerpo, como quien se cambia un vestido, sin perder su identidad.

Inclusive dentro del cristianismo se ha manifestado esta reducción del hombre al alma. San Agustín describe al hombre como "un alma racional que usa un cuerpo mortal y terrenal" (De moribus eccl., 1, 27,52) o como "una cierta sustancia que participa de la razón y es adecuada para el gobierno de un cuerpo" (De quantitate animae 13, 21) Esta concepción se mantiene en gran parte de la literatura ascética y mística cristiana. La religiosidad popular también acude con frecuencia a estas representaciones: muchos relatos tradicionales muestran el alma como un fantasma o como un gas luminoso que entra y sale del cuerpo.

El monismo espiritual cree que las facultades racionales funcionan completamente separadas del cuerpo. Esto era creíble hasta cuando la ciencia demostró que el pensamiento se encuentra ligado con procesos fisiológicos del sistema nervioso, y que los sentimientos corresponden a secreciones del sistema hormonal. Por ejemplo, si la razón es una entidad completamente separada del cuerpo ¿Por qué sufrimos alteraciones en la memoria o en las facultades cognoscitivas cuando ingerimos ciertas sustancias como bebidas alcohólicas o fármacos? ¿Por qué un psiquiatra puede controlar las emociones de un individuo con medicamentos y fármacos?

De otro lado, la ciencia médica ha comprobado, cada vez con mayor certeza, que nuestro temperamento (es decir la velocidad de reacción de nuestro organismo y el estado de ánimo predominante) es innato y depende de la configuración de nuestro sistema nervioso. Si esto es cierto, ¿cómo creer que alguien puede cambiar de organismo sin que esto altere radicalmente su personalidad? ¿Cómo "brincar" a otro cuerpo sin dejar de ser nosotros mismos? Este es un buen argumento contra la creencia en la reencarnación.

MONISMO MATERIAL

Frente a este monismo espiritual surgió un monismo material que se ha ido afianzando en la concepción científica. El monismo material considera innecesario hablar de sustancias espirituales. El hombre es solamente materia y desde ella se pueden explicar todas sus facultades racionales. A medida que la ciencia va descubriendo las causas físicas de los pensamientos y de las emociones, el alma pareciera quedarse sin función alguna.

Esta escuela tiene sus raíces entre los griegos, particularmente entre los atomistas, quienes le asignan al alma una naturaleza material. Más tarde fue recuperada por algunos ilustrados y alcanzó su máximo esplendor con los neopositivistas del siglo XIX y, sigue vigente hasta nuestros días en muchas formas de cientificismo y ateísmo.

El problema de esta postura está en la incapacidad de explicar totalmente al ser humano. Un científico puede decirnos qué reacciones fisiológicas se asocian a la tristeza, con qué medicinas se puede manejar, pero nunca podrá decirnos qué es la tristeza. Un médico puede decirnos qué zonas del cerebro reaccionan cuando realizamos ciertas funciones cognoscitivas pero no puede explicarnos cómo hace el hombre para transformar la información que le llega por los sentidos en conceptos universales.

En general, el monismo material nos permite entender que las facultades superiores del hombre están íntimamente ligadas a los procesos fisiológicos pero, a la vez, descubrimos que nuestro carácter racional no se reduce a procesos bioquímicos.

LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN SANTO TOMÁS: "Ad hoc respondeo dicendum quod..."

En medio de estas dos posturas extremas encontramos una tercera, propuesta por Santo Tomás de Aquino, y seguida por la doctrina oficial de la Iglesia Católica, que busca reivindicar tanto el carácter corpóreo como el carácter espiritual del ser humano.

Para la escuela tomista, el alma no es una entidad separada del cuerpo y unida accidentalmente a la materia. El alma es el "primer principio de la vida humana" y forma una única substancia con el cuerpo. El hombre no es solamente el alma, como creían Platón y Descartes, sino que constituye una unión profunda de alma y cuerpo.

Recordemos que Tomás es discípulo de Aristóteles, por eso toma del pensador griego la Teoría de la materia y la forma para explicar la relación entre cuerpo y alma. Así como la forma mantiene unida la materia para dar origen a los cuerpos, el alma como un principio vital configura la materia y se constituye en la forma del cuerpo. Esta concepción es recogida por el Catecismo de la Iglesia Católica cuando afirma: "La unidad del alma y el cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la forma del cuerpo, es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano

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