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Una práctica de nuestra tradición


Enviado por   •  8 de Mayo de 2014  •  Ensayo  •  2.412 Palabras (10 Páginas)  •  149 Visitas

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Una práctica de nuestra tradición

H. Luke Salm

De haber una oración familiar a los lasallianos de todas las partes

-Hermanos, asociados, maestros, alumnos y antiguos alumnosésta

es: “Acordémonos de que estamos en la santa presencia de

Dios.” Esta oración -más bien, esta invitación- viene del mismo

San Juan Bautista de La Salle, quien prescribió que se dijera en

ciertos momentos de la jornada escolar. Es significativo que, en

tiempos del Fundador, se usara en el ambiente escolar como

recordatorio, normalmente proclamada por un alumno, para que

maestros y alumnos se percatasen de la importancia de lo que

estaban realizando en el centro educativo. Como tal, la fórmula

no aparece en los ejercicios de piedad que el Fundador compuso

para las oraciones de comunidad de los Hermanos. Razón de más

para que pueda llegar a ser oración de cuño lasaliano para los

asociados y colaboradores de los Hermanos, así como para los

actuales y antiguos alumnos. Puede reportar algún beneficio,

pues, tanto a los colaboradores lasalianos como a los Hermanos

ir de nuevo a los orígenes de esta oración, ofrecer algunas reflexiones

de la implicación teológica de lo que se nos pide “recordar”

y, finalmente, algunas sugerencias prácticas para que la oración

consiga su finalidad.

La oración es auténticamente lasaliana porque refleja tan perfectamente

la peculiar espiritualidad de Juan Bautista de La Salle que

podría decirse que La Salle era continuamente consciente de la

presencia de Dios. Como Jesús mismo, se retiraba a menudo a la

soledad para dedicar largas horas a la oración en la presencia de

Dios, bien solo a altas horas de la noche o ante el Santísimo

Sacramento, o durante sus frecuentes retiros espirituales. En una

lista de resoluciones que hizo en una de tales ocasiones determinó

que cada vez que viajara por primera vez a un lugar emplearía

quince minutos concentrado en la presencia de Dios en aquel

lugar. Cuando el Cardenal Arzobispo de París le amenazó con el

destierro, no puso ningún reparo, diciendo que podía encontrar a

Dios en todas partes. Vio la presencia de Dios en los acontecimientos

que le afectaban, para bien o para mal, con su exclamación

característica: “_Bendito sea Dios!” En su lecho de muerte,

adoró a Dios presente como su guía en todos los acontecimientos

de su vida.

Si la vida del Fundador estuvo saturada de la conciencia de la

presencia de Dios, igual fue la de los primeros Hermanos. La primitiva

Regla de los Hermanos resaltaba la necesidad de atender a

la presencia de Dios: “Estarán lo más atentos que puedan a la

santa presencia de Dios, y cuidarán de renovarla de cuando en

cuando; bien persuadidos de que no han de pensar sino en Él y

en lo que les ordena; es decir, en lo concerniente a su deber y

empleo.” (Regla de 1718. Capítulo 2, artículo 7). Y de nuevo:

“Todos [los Hermanos] se arrodillarán para adorar a Dios presente,

en todos los sitios de la casa, al entrar o al salir, excepto en el

patio y en el jardín, como también en el locutorio...” (Ibid.

Capítulo 4, artículo 13). El Fundador consideró la presencia de

Dios como uno de los sostenes interiores de su Instituto (Ibid.

Capítulo 16, artículo 8).

Se elaboró el horario de la comunidad para poner en práctica

estos principios. Además de las oraciones vocales de la mañana y

de la noche, y de una serie de oraciones al mediodía, los

Hermanos dedicaban media hora antes de la Misa, por la mañana,

y antes de cenar, por la noche, a la meditación. El Fundador

instó a los Hermanos a iniciar estos momentos de oración

poniéndose en la presencia de Dios y les ofreció seis modos de

pensar en Dios presente: en un lugar, 1) porque Dios está en todas

partes, o 2) porque está presente en medio de los que están reunidos

en su nombre; en nosotros mismos, 3) en cuanto no subsistimos

sino en Dios, o 4) por su gracia y por su Espíritu; en la iglesia,

5) porque es la casa de Dios, o 6) por la presencia de Dios en

el Santísimo Sacramento. Dependiendo de sus posibilidades, La

Salle sugirió que los Hermanos estuvieran atentos a la presencia

de Dios por múltiples reflexiones, por pocas pero prolongadas

reflexiones, o por simple atención, sin reflexiones. (Ver su

Explicación del Método de Oración Mental, passim.)

Finalmente, la espiritualidad de La Salle, la suya propia y la que

instó a sus maestros, fue especialmente atenta a la presencia de

Dios en las personas, ante todo en ellos mismos, como se indicó

antes, y después, de manera especial, en los alumnos confiados a

su cuidado. El sello del Instituto, con la estrella y el lema Signum

Fidei (Signo de Fe), es un recordatorio constante de la meditación

del Fundador para la fiesta de Epifanía. Puesto que por la fe los

Magos pudieron reconocer la presencia de su Rey y Dios bajo los

pañales y las circunstancias humildes del nacimiento de Jesús, La

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Salle escribe: “Reconoced a Jesús bajo los harapos de los niños

que tenéis que instruir; adoradlo en ellos.” De nuevo, en la introducción

de las Reglas de Cortesía y Urbanidad Cristiana escribe:

“...[los maestros] les animarán [a los niños] a que no les tributen

[a sus prójimos] tales muestras de benevolencia, de honor y de

respeto sino como a miembros de Jesucristo y a templos vivos animados

por el Espíritu Santo.”

Téngase en cuenta que los maestros a los que La Salle se dirigía

eran hombres sencillos, apenas formados y sin la preparación

académica exigida a los maestros de hoy. Eran jóvenes ocupados

todo el día en la preparación de las clases, con obligaciones religiosas

y manuales en la comunidad, y enseñando después en

aulas que podían albergar hasta 80 ó 100 alumnos. A pesar de

todo, La Salle no dudó en pedirles que hicieran de la presencia de

Dios en la comunidad, en la escuela y en sus vidas su constante

preocupación.

La espiritualidad lasaliana es siempre apostólica; realismo místico

lo ha denominado Michel Sauvage. Lo que se experimenta a través

del espíritu de fe desborda en celo para la misión. Así, la presencia

de Dios recordada

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