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Ética Aristotelica


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2014  •  2.150 Palabras (9 Páginas)  •  259 Visitas

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Ética aristotélica:

Con respecto a la ética Aristóteles propone que todo lo que conduce al hombre a su propio bien y al logro de sus verdaderos fines es una acción buena y todo lo que lo desvía de ese objetivo es una acción mala.

Existen distintas clases de bienes; y según la actividad que realice cada uno será el bien que desea conseguir. Y también diferentes fines, que pueden ser parciales y que están subordinados a otros de carácter último.

Por ejemplo un médico que cura una herida como fin inmediato para recuperar la salud del enfermo como fin último.

Aristóteles trata de explicar el Bien como fin último. Para ello cree necesario remitirse a la ciencia ética individual y luego a la ciencia ética política.

El objeto de la ética individual o moral, son las obras humanas y se parte de los juicios morales para establecer principios generales, con el supuesto que existen en el hombre tendencias naturales innatas hacia la armonía, la coherencia y el equilibrio, sabiduría que constituye la base de la ética natural.

Por lo tanto para Aristóteles existe una naturaleza humana, una forma “a priori” de ser del hombre con valores absolutos.

Para ser bueno, dice Aristóteles, se necesita desarrollar un buen carácter, el cual se desarrolla por medio del accionar virtuoso, ya que el hombre tiene ya una predisposición habitual hacia la virtud.

El accionar virtuoso crea un hábito y a medida que avanza la educación el hombre se puede dar cuenta que esa actitud le reporta únicamente beneficios, por lo tanto la adopta para siempre y así de esa manera se convertirá en un virtuoso moral.

La virtud tiene que encontrar su justo medio, ni caer en excesos ni en defectos.

La virtud es la disposición a elegir en base a las reglas del hombre virtuoso, con capacidad de discernimiento moral al tomar decisiones, o sea que posea la sabiduría práctica esencial para saber que es lo que tiene que hacer según las circunstancias.

Para Aristóteles, el hombre prudente es aquel que pueda ver el bien del hombre en todas las circunstancias.

La virtud no es extremista, constituye una síntesis entre los opuestos. Ni tan malo ni tan bueno. Es en la síntesis donde disminuye la parte peligrosa de los valores absolutos.

Fue Aristóteles quien introdujo la denominación de Ética para designar lo concerniente a los principios del bien y del mal; y, de “Filosofía Práctica”, para la disciplina que dicta las reglas a que debe someterse la conducta humana . Según Aristóteles, la virtud es el objeto de la Ética, mientras que la moralidad lo es de la Filosofía Práctica. Hay, no obstante, confusiones posteriores debidas a las traducción; así por ejemplo, CICERON tradujo la palabra griega “ético” a la latina “moralis”, y SENECA llamó a la ética “Philisophia Moralis”. Desde entonces aparecen con más frecuencia estos tres nombres : Ética, Filosofía Moral y Filosofía Práctica ç, designando, con leves matices de diferencia, la misma disciplina filosófica. Sin embargo, desde la Antigüedad hasta el presente, la expresión Filosofía Práctica no se refiere exclusivamente a lo ético, sino que abarca también la Política, la Economía y el Derecho.

La ética de Aristóteles se centra en ver primero, cuáles son los motivos que determinan a la voluntad, y luego cuales deben ser los que determinen a la voluntad. Como punto de partida, Aristóteles es partidario de un empirismo utilitario, pero para resolver el deber ser, es más platónico, y se pregunta por el bien supremo y más absoluto que debe regir toda la actividad humana, definiéndolo de la siguiente manera: El fin supremo de toda la actividad del hombre es la felicidad (Eudemonismo).

La felicidad: Todas las filosofías en principio están de acuerdo en que la felicidad existe. La diferencia está en qué se entiende por felicidad. Algunos sitúan la felicidad en un aspecto concreto (salud, riqueza, placer, poder,...). Otros entienden la felicidad de modo absoluto, es decir, más que un bien para los hombres es un bien en sí mismo. Entre el subjetivismo primero y el objetivismo radical, Aristóteles se sitúa a medio camino. Aristóteles afirma que el bien y el fin del hombre ha de ser algo práctico y realizable. Si lo característico del hombre es poseer alma racional y lógicamente perfeccionarla, se puede concluir que la felicidad ha de encontrarse en la vida racional misma. La felicidad no es otra cosa que la actividad del alma racional ejerciéndose conforme a la virtud.

En contra de Platón, la vida racional no es sólo teórica, sino también práctica, por eso hay dos tipos de virtudes. Virtudes intelectivas o dianoéticas (las teóricas), y virtudes morales o éticas (prácticas). El problema es saber qué es virtud. La virtud no puede ser una mera afección.

Ética kantiana:

La Ética Formal, es la que se conoce como Ética Kantiana, en homenaje a su propulsor, el filósofo alemán Immanuel Kant.

En lo que respecta a la historia de la ética y a la teoría del conocimiento, en el siglo XVIII, se producirá un cisma con la aparición en escena del filósofo alemán Emmanuel Kant, por un lado, por su crítica a la razón pura y por otra parte porque su proposición de una ética formal vino a contrastar ciertamente a las éticas materiales vigentes.

Su propuesta ética promueve la libertad y la dignidad de todos los hombres por sobre todas las cosas. Kant sostenía que lo objetivamente bueno es una buena voluntad, el resto de las cosas que solemos considerar como valiosas, como ser la inteligencia, el valor, la riqueza, entre otros, no lo son e incluso hasta pueden volverse peligrosas para el hombre cuando lo que prima es una voluntad torcida.

De acuerdo a Kant, el hombre posee tanto razón como instinto, mientras tanto, la razón no solo tiene una función teórica sino también práctica cuyo objetivo es buscar el bien moral. Ahora bien, según Kant la razón difícilmente puede hacer feliz a alguien, porque el sabio, a partir de su intelecto, rápidamente descubrirá la muerte, la enfermedad, la pobreza, entre otras situaciones desagradables, en tanto, los actos buenos que proceden de la razón práctica no llevan a la felicidad, aunque, sí es posible que el hombre más sencillo encuentre la felicidad sin necesidad de la razón y con su mero instinto. Por tanto, Kant argumenta que si el fin del hombre fuese justamente la felicidad la naturaleza no nos hubiese dotado de una razón práctica que

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