Ética Aristotélica.
Enviado por Javi Abarca Barrera • 11 de Agosto de 2016 • Práctica o problema • 2.545 Palabras (11 Páginas) • 273 Visitas
Ética – Clases 2 y 3
Ética Aristotélica
Se vio que la ética aristotélica está orientada a responder la pregunta “¿cómo he de vivir?”. Es decir, Aristóteles no está tan preocupado de resolver cuestiones acerca de qué acción debe realizarse bajo ciertas circunstancias específicas; lo que le interesa, más bien, es desarrollar un discurso que nos permita discriminar, sobre la base de argumentos, entre buenas y malas, o no tan buenas, vidas humanas.
Ahora bien, cuando se habla de buena y mala, o no tan buena, vida humana, Aristóteles está pensando, más específicamente, en la vida en cuanto que es elegida. Es decir, a Aristóteles le interesa discriminar entre las buenas y malas características de nuestra vida que son fruto de nuestras decisiones; es decir, cuyo cumplimiento está “en nuestras manos”.
Según se vio, en el libro I de la Ética Nicomaquea, Aristóteles plantea varias cosas antes de proceder a argumentar cuáles son las características que una buena vida humana debe tener. Conviene tener estas cosas en cuenta (textos A al D), si se quiere entender la posición de Aristóteles sobre la buena vida (textos E al H).
- Texto A: que todo lo que hacemos o intentamos electivamente lo hacemos o intentamos con un objetivo específico. Este objetivo, además, es tal porque nos parece bueno (según algunas, si bien no necesariamente todas nuestras consideraciones).
- Texto B: que toda persona adulta, reflexiva, hace o intenta algo bajo una consideración de su vida como un todo. Es decir, esa persona tiene un objetivo último en la vida, por referencia al cual hace todo lo que hace. Este objetivo último organiza, y hace propiamente inteligibles, los múltiples objetivos de sus múltiples acciones. Una persona adulta, por tanto, no actúa de modo “disperso”; sus múltiples objetivos no están meramente yuxtapuestos a lo largo de su vida. Sin embargo, esto no quiere decir que todo objetivo no tenga valor por sí mismo, ni que el objetivo último sea un bien realizable independiente de los demás objetivos que contribuyen a su realización.
- Texto C: Aristóteles introduce, dado lo anterior, la siguiente distinción: hay bienes u objetivos que deseamos por sí mismos, i.e. cuya realización es suficiente para que los deseemos (si bien no necesariamente para que elijamos realizarlos); mientras que hay otros que deseamos en vista de otro bien u objetivo; por ejemplo, como un medio para realizar otro bien (e.g. deseamos pedir un crédito en un banco como medio para formar una empresa), o como parte constituyente de un bien cuya especificación comprende más condiciones que las del bien u objetivo en cuestión (e.g. ser un buen padre es un bien que es parte constituyente de formar una buena familia). Al clasificar los bienes de esta manera, sin embargo, Aristóteles no quiere decir que si un bien cae bajo una categoría, entonces no cae bajo la otra; por el contrario, un bien que cae en una categoría puede también caer en la otra. Aristóteles piensa, de hecho, que las virtudes o excelencias del carácter (e.g. la valentía, la justicia) son bienes que se desean por sí mismos, pero también por otra cosa.
Dicho esto, y retomando las consideraciones de los textos A y B, Aristóteles concluye: si deseamos algún bien por sí mismo, y todos las demás elecciones y acciones las hacemos en vista de realizar ese bien; y si no elegimos todo en vista de otra cosa,[1] entonces ese objetivo último será el bien, y el mejor bien, para nosotros: aquél en vista del cual tomaremos todas nuestras decisiones y realizaremos todas nuestras acciones. En otras palabras, si nos trazamos un objetivo último en nuestras vidas (i.e. cuya realización es un bien deseado exclusivamente por sí mismo), y si las demás cosas que elegimos las elegimos en vista de realizar aquel objetivo último, entonces organizamos toda nuestra vida adulta en torno a la realización de dicho objetivo.
Por ende, (i) si efectivamente nos proponemos realizar en nuestra vida adulta un objetivo último (cualquiera que este sea), y (ii) si, como Aristóteles, queremos discriminar, sobre la base de argumentos, entre buenas y malas, o no tan buenas, vidas humanas, entonces es razonable poner el foco en aquello que en las vidas de las personas adultas sirve de objetivo último. Dicho de otro modo: la ética debe analizar y evaluar racionalmente si acaso lo que tenemos por objetivo último es, más allá de las apariencias, bueno o no. Pues sólo si nuestro objetivo último es bueno, llevaremos a cabo una buena vida humana y seremos, de este modo, buenas personas. Esta es la razón por la cual Aristóteles, en los próximos pasajes, se aboca al examen de los objetivos últimos que usualmente se trazan las personas (el nombre que comúnmente les damos, i.e. felicidad; los requisitos formales que deben cumplir; etc.).
- Texto D: los antecedentes del condicional anterior parecen cumplirse: hay un bien que hace las veces de objetivo último en las vidas humanas adultas, a saber, la felicidad (eudaimonía). Aristóteles, sin embargo, se da cuenta de que esto no quiere decir que todos tengamos por objetivo realizar algo del mismo tipo (e.g. formar una buena familia o ser empresarios exitosos). De hecho, aunque en general se la caracterice como “vivir bien y que le vaya bien a uno”, hay gran desacuerdo respecto de esta cuestión: en qué consiste específicamente la felicidad.
- Texto E: si bien es cierto que distintas personas especifican de distinta manera la felicidad, de todos modos Aristóteles cree poder establecer algunas condiciones que la felicidad debe cumplir meramente por el hecho de tener el rol de objetivo último en la totalidad de nuestra vida adulta, al margen de lo que pueda decirse sobre las condiciones específicas que se deben cumplir para ser verdaderamente feliz o eudaimon. Estas condiciones han sido denominadas, por ende, “condiciones” o “requisitos formales”. He aquí algunos de ellos:
- Es elegible (está en nuestras manos poder realizarlo)
- Su realización debe llevarse a cabo durante una vida adulta entera
- Es estable
- No es arrebatable fácilmente (depende de uno mismo y no queda uno despojado de él sino por circunstancias inusuales)
- Es completo
- Es auto-suficiente, lo cual quiere decir que:
- Hace de la vida algo digno de elección
- No carece de nada
En el pasaje que nos ocupa ahora, Aristóteles hace foco en la completitud de la felicidad. Para que un bien x sea más completo que otro y, puede cumplir con una de estas dos condiciones: (i) que x sea elegido por sí mismo, pero y por otra cosa; o (ii) que x nunca sea elegido por otra cosa, mientras que y es elegido tanto por sí mismo como en vista de otra cosa. Según Aristóteles, la felicidad es más completa que otros bienes porque nunca es elegida por otra cosa, mientras que todos los demás bienes son elegidos por ella, aunque algunos también sean elegidos por sí mismos (e.g. las virtudes o excelencias del carácter).[2]
...