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Antagonismo Y Coincidencia Entre Las Idesa Liberales Y Las Ideas Conservadoras


Enviado por   •  4 de Junio de 2012  •  4.125 Palabras (17 Páginas)  •  1.838 Visitas

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INTRODUCCIÒN

El pensamiento republicano es aquel que emanando de la ciudadanía, pretende lograr las libertades colectivas en conjunción con las individuales, en caso de que estas no anulen aquellas. Esta es la base del Estado Democrático, donde la soberanía recae sobre el colectivo el cual designa libremente a los representantes de sus instituciones, acatando solidariamente su legislación, siempre y cuando no contradiga los principios del Estado. Es por tanto vital que el concepto de Estado, se encuentre claramente plasmado en su Constitución, y su incumplimiento severamente sancionado. Nada ha de hacerse sin la aprobación del pueblo y para el pueblo, sobre él, nadie puede poseer instrumentos de presión ideológica, todas las ideologías han de estar a su servicio teniendo las mismas posibilidades, todas ellas, de ser presentadas al pueblo para que este opte libremente por sus representantes, la cultura, la sanidad, la instrucción, la vivienda, el trabajo, los medios de comunicación, las inversiones estatales, el ocio, la riqueza del Estado, ha de ser patrimonio del pueblo, verdadero soberano a cuyo servicio se encuentran tanto el gobierno, como la administración del Estado. El pueblo puede optar a aquello que libremente decida, tanto en el ámbito de elección de sus representantes, como en el tipo de asociación con Estado con relación a las Naciones y Regiones que lo componen. Es por tanto el pensamiento republicano, como máximo exponente de las libertades de los ciudadanos, partidario del federalismo.

Nuestras experiencias históricas, tanto de los periodos republicanos, como de los intentos de consecución de un Estado Democrático, han de ser asimiladas y estudiadas como parte de nuestro bagaje de conocimiento, pero jamás basaremos nuestro análisis en el pasado. El pasado ya no existe, y es por tanto imposible que afecte a un presente, al presente le afecta la denuncia actual y el análisis sobre el futuro basado en actitudes tomadas en el presente, por lo tanto nuestra lucha ha de ser actual, basándonos en situaciones actuales y denunciando las carencias democráticas actuales.

La transición como vía de prolongación traumática del franquismo, para los intereses de los defensores de esa dictadura, mantuvo un pacto que en el mejor de los casos fue de igual a igual, entre el anterior régimen y la oposición. Es por tanto lógico que también mantuviera esquemas del régimen franquista no superados. La ruptura frustrada, era necesaria, no por un afán de justicia, sino por terminar con una etapa, que mediante el tenor, enraizó en la sociedad española. Enraizó en la falta de cultura, en el dominio de la iglesia, en la incapacidad de analizar situaciones, en la falta de solidaridad, en el individualismo, en el miedo a ser uno mismo, en el desprecio a lo distinto. También enraizó en las grandes diferencias económicas, en la perenne legislación a favor de los poderosos, y posteriormente, como consecuencia de la mencionada prolongación del franquismo en la monarquía, el sistema actual enraíza en el desmantelamiento de un sindicalismo combativo, en La anulación de otras ideologías de derecha de centro o de izquierda, distintas a las oficiosas. Y sobre todo enraizó en la sociedad española, tras los largos años de represión y falta de libertad, el concepto de caudillismo.

Al Caudillo Franco le sucedió el Caudillo Juan Carlos de Borbón, figura intocable, que pretende aunar los principios de la Patria. El caudillismo Juan carlista, no significa que en España exista un sentimiento monárquico, ni parece que a la familia Borbón, una vez cobrada la generosa factura que el Estado les abonó por los servicios

La dialéctica centralización-descentralización y resistencia

El proceso por el que los grupos humanos, al crecer, adoptan formas de organización cada vez más complejas, parece completamente natural. En los grupos primitivos, de pocos centenares o, inclusive, pocas decenas de individuos, una organización basada en la familia extensa, que cumplía prácticamente todas las funciones necesarias para la supervivencia, era suficiente. Un grupo de bastantes miles o de algunos millones, en cambio, no se entiende sin la presencia de elementos especializados en su organización, para encargarse de actividades específicas. La forma precisa de organizar los componentes especializados de la estructura social, sin embargo, puede ser muy variada. Y una de las dimensiones organizacionales que distingue tipos diferentes de estructura social es, precisamente, la que tiene que ver con la centralización o la descentralización.

En forma general, la noción de centralización se refiere a una situación en la que los diversos componentes de la estructura social se subordinan a un elemento dotado de la capacidad de ordenar o dirigir el funcionamiento del conjunto; la descentralización, por el contrario, se caracterizará por la situación en la que cada uno de los componentes del conjunto dispone de un grado de autonomía importante, que le permite tomar decisiones por sí mismo en una gama más o menos amplia de asuntos.

Debe subrayarse, sin embargo, que el grado de concentración de la capacidad de decisión y, en forma correlativa, el grado de autonomía de decisión de las partes de un sistema, puede variar mucho, y que la situación se complica si, en lugar de dos niveles, la organización de que se trate tiene tres o más.

Una rápida e, inevitablemente, superficial revisión histórica, mostrará tanto la complejidad de la cuestión, como la presencia de la tensión entre fuerzas que podrían designarse como centrípetas, o centralizadoras, en contraposición a las fuerzas centrífugas o descentralizadoras, como un elemento al parecer inherente a todo proceso de desarrollo de una organización social.

En la historia del llamado viejo mundo pueden identificarse amplios periodos en los que prevaleció una tendencia centralizadora y otros en los que sucedió lo contrario. El surgimiento del Imperio Romano, especialmente en el último siglo antes de la era cristiana y durante los tres primeros siglos posteriores a ella, es un ejemplo de la centralización de numerosas unidades menores en un gran conjunto económico, político y cultural; a ello siguió un proceso inverso, primero de descentralización a fines del siglo III y durante el IV, y luego de desintegración, cuando el Imperio de Occidente dejó el lugar a la miríada de señoríos de la época feudal, ante el embate de las sucesivas oleadas de invasores germanos, eslavos, islámicos, normandos y magiares.

El prolongado periodo de crecimiento demográfico y desarrollo económico de Europa durante el milenio que duró del siglo X al XX, pese a interrupciones tan serias como las de la peste negra y la guerra de cien años en los siglos XIV y XV, fue testigo de otra etapa

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