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Cuentos Amazonicos


Enviado por   •  17 de Junio de 2013  •  4.549 Palabras (19 Páginas)  •  433 Visitas

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CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS DE LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS

El Chullachaqui

Calixto, era un joven que residía en la zona rural, muy distante del pueblo. Todos los fines de semana iba a vender sus productos agrícolas y se hospedaba donde su tío. El lunes muy temprano retornaba por un angosto camino que le conducía hasta su casa, atravesando un amplio monte lleno de animales peligrosos.

No tenía miedo, era valiente, un fin de semana se adelantó en volver, era "domingo siete". -Calixto, quédate, es un día malo... -dijo su tío. El joven hizo caso omiso a la petición de su tío. Arribó al atardecer a su casa y escuchó silbar a las perdices al filo de la chacra, cogió su escopeta y se fue a cazar.

De inmediato llegó al lugar, con mucha precaución se fue acercando donde las escuchó gritar, la última vez. Avanzaba agazapado, vió moverse una rama. Efectivamente allí estaban posadas, levantó la escopeta, apuntó y disparó en el bulto. Las aves volaron y una cayó al suelo, estaba buscando y escuchó que algo pataleaba, la perdiz daba sus últimos momentos de vida, arrimó su escopeta a un árbol.

Cuando se proponía levantar la presa, apareció un ser exótico muy raro que le impidió el paso. Se quedó turulato, era algo inaudito. El ser extraño era enano, panzoncito, los dientes negros y sobresalientes, completamente peludo como un oso, tenía una melena larga que llegaba hasta el suelo, un pie al revés, y usaba hojas como vestido, en realidad era horrible.

El pequeño hombrecillo agarró al joven para morderlo y se pusieron a pelear, después de una ardua riña aprovechó un descuido, de su adversario, propinándole un fuerte golpe, de inmediato le soltó. Con mucha agilidad saltó donde estaba su escopeta y disparó contra el extraño en todo el vientre. El enanito cayó de espalda al suelo, las tripas se le chorreaban y tenía que metérselas en su lugar.

Calixto al ver esa escena botó su escopeta y se olvidó de la perdiz, corrió pidiendo auxilio. Llegó a su casa botando espuma por la boca, subió dos gradas y cayó desmayado al piso emponado. -¡Mujer, algo extraño le ha sucedido a Cali!, sale a la puerta y encuentra tirado a su vástago, se asusta al verle en ese estado, llama a su mujer, busca su zapato, atiende al desmayado, coge su machete y el candil. ¡Cuida de cali, iré en busca del curandero!

Al cabo de un cierto tiempo llegaron los dos hombres. El curandero se ocupó del joven tomándole el pulso. -Pronto estará bien. El curandero se puso a fumar su cachimbo, y con el humo iba soplando por la cabeza y resto del cuerpo de Calixto, que permanecía echado en el emponado, sin poder hablar. Hizo tres veces la misma operación. - Ya está curado. -¿Qué ha tenido? -preguntó el padre. -¿Qué ha sufrido mi hijito?... -la madre se pasea por el emponado. -Señor -se sentó y se dibujó una sonrisa irónica en el rostro-, fue el chullachaqui que le asustó. -¿El chullachaqui? -repitieron los padres.

Fuera de casa, el curandero narró como sucedió. Los padres se asombraron. -El chullachaqui es el diablo de la selva, les aparece a todas las personas que no creen en Dios, o no están bautizados, el muchacho estará bien, ya pasó todo el peligro. Al día siguiente relató a sus padres, igual como había narrado el curandero.

Luego se dirigió al lugar de lo ocurrido a recoger la escopeta. El terreno donde lucharon estaba todo revuelto. Al ave la estaban comiendo las hormigas y a un costado se encontraba un pequeño tronco podrido con un agujero en medio. -Regresemos a casa -dijo el padre-. Ahora pensemos en los padrinos para bautizar a Cali. -Sí, los padrinos -dijo la Mujer. -No tengan miedo -dijo el maestro-. Sólo es un cuento.

Autor: Luis Angel Ticlla Reategui-Comunidad Nueva Arequipa.

El Mapinguay

El Mapinguay es un enorme y corpulento animal, de un sólo ojo y con las patas traseras como de buey terminadas en garras. La única manera de destruirlo es cortándole el ojo.

Pero cuentan de un hombre que para librar a su hijo, a quien se llevaba el mapinguay, le arrojó ácido muriático a la cara. El monstruo, lleno de rabia, soltó al muchacho y abrió la desdentada boca abalanzándose contra el hombre, instante que este aprovechó para meter su mano por la boca del animal y cogiéndole la cola con toda fuerza jaló dándole vuelta al cuerpo del mapinguay y dejando al descubierto todo su interior.

Así murió el terrible monstruo pero sus congéneres siguen vagando por la inmensa selva.

Autor: Juan Marcos Yucra Lopez-Comunidad Nueva Arequipa.

El Paititi

Desde los lejanos tiempos de la Conquista se ha hablado de la existencia de "ciudades perdidas", del legendario Paititi y de las fabulosas riquezas escondidas entre la floresta del Departamento de Madre de Dios, encaramadas en las estribaciones de los Andes que penetran como espolones en la selva virgen.

Numerosas han sido las expediciones que se han realizado para encontrarlas, sin que ninguno de los exploradores las haya localizado hasta ahora. Al respecto dice el Padre Aza en sus "Apuntes para la Historia de Madre de Dios", que el Padre Cenitagoya, también misionero dominico, le informó sobre monumentos de respetable antigüedad encontrados en una expedición al río Pantiacolla, cuando se estableció la Misión que lleva el mismo nombre. Dichos restos, de los que antes no se tenía noticia alguna, consisten en inscripciones y figuras grabadas en roca en una tensión de once metros de largo por dos de ancho.

La codicia de los conquistadores españoles por el oro y el deseo de los indígenas de deshacerse de ellos, dieron lugar en los primeros años de la conquista a la proliferación de leyendas sobre imperios de fabulosas riquezas y bellas mujeres, enclavados en la espesura de la selva. Uno de los más interesantes relatos de este tipo es el del Imperio del Paititi, recogido y mencionado por primera vez por Álvarez de Maldonado al retorno de su desgraciada aventura al río Madre de Dios, o Amarumayo, que era el nombre con que los Incas conocieron este río.

La confusa idea, que por entonces se tenía de la región, hace que en los relatos de la época se atribuya a los ríos fantásticos recorridos por lejanos lugares. Y así, en la versión dejada por Álvarez de Maldonado sobre su expedición se mezclan y confunden los ríos Apurímac, Jauja, Jircas, Amarumayo, Manu, Etc. El hecho es que según esta leyenda del Paititi, en la confluencia del Madre de Dios y el Beni, con el río Mantaro, que se suponía se prolongaba hasta el interior de la selva amazónica, había un imperio en el que se habían

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