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La Escritora Ana De Zayas Y El Obispo De Puebla Manuel Fernández De Santa Cruz


Enviado por   •  23 de Mayo de 2014  •  4.288 Palabras (18 Páginas)  •  536 Visitas

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La escritora Ana de Zayas y el obispo poblano Manuel Fernández de Santa Cruz

Estudio de caso sobre la relación entre doña Ana de Zayas, escritora que la Inquisición novohispana procesó por alumbrada de 1694 a 1700, y el obispo de la diócesis angelopolitana, don Manuel Fernández de Santa Cruz. Este trabajo analiza principalmente la intervención del prelado a favor de esta mujer, lo cual impidió que ella fuera condenada por el Santo Oficio de México.

Introducción

Este artículo nos acercará a la peculiar relación que hubo entre la escritora, acusada de iluminista o alumbrada, doña Ana de Zayas y el obispo de Puebla don Manuel Fernández de Santa Cruz, ambos personajes de gran ilustración y entrega a sus ideales. Aunque lucharon en frentes opuestos, una como transgresora y el otro como jerarca eclesiástico, diversos lazos y circunstancias los unieron. Nuestro trabajo se centra principalmente en la intervención que hiciera el obispo a favor de la escritora en 1695, intervención gracias a la cual los autos inquisitoriales fueron prolongados, evitando con esto que doña Ana fuera condenada por el Santo Oficio.

Los protagonistas de esta historia pertenecen a la clase ilustrada de la Puebla de finales del XVII. Ana de Zayas había nacido hacia 1650 en esta ciudad y fue procesada por alumbrada de 1694 a 1700; su caso es particular, entre otras razones por tratarse de una mujer casada cuya sólida formación intelectual se dio al margen de la regla conventual. Por razones aún desconocidas, su proceso criminal de fe quedó inconcluso, así lo hallamos tanto en el Archivo General de la Nación de México como en el Histórico Nacional de Madrid . Los escritos conservados en los documentos inquisitoriales son el único testimonio que hasta ahora hemos encontrado sobre el pensamiento de esta mujer , tales textos constituyeron la principal prueba de su delito. En sus trabajos literarios la autora enseñaba amenamente lecciones éticas que debían complementarse con la práctica de una vida virtuosa. Como se refiere en diversos pasajes del proceso, la vida y obra de Ana de Zayas resultaba un peligro para la República cristiana principalmente por tratarse de una mujer que no se sometía a sus confesores y, lejos de eso, pretendía adoctrinarlos.

Nuestro otro protagonista, don Manuel Fernández de Santa Cruz, fue uno de los más destacados obispos de la Puebla colonial. Veló tenazmente por el progreso espiritual y terrenal de su diócesis desde el año que fue asignado a ocupar esta mitra, en 1676, hasta 1699, cuando murió. Fundó hospitales, colegios para teólogos y, sobre todo, se preocupó por crear instituciones que ampararan a las mujeres: escuelas, conventos y casas de recogidas. El presente estudio se centra en información hasta ahora inédita sobre este prelado y su relación con la escritora Ana de Zayas. Intentamos así contribuir a abrir las perspectivas de análisis sobre la figura de este obispo que tantas controversias ha levantado entre los investigadores por su relación con sor Juana Inés de la Cruz. No pretendemos sumarnos a la discusión que los estudiosos sorjuanistas han mantenido sobre los aún velados vínculos que unieron al obispo de Puebla con la monja jerónima; nos limitaremos a ofrecer una información, hasta ahora inédita, basándonos en documentos que hemos encontrado en archivos históricos de México y España. El importante papel que Fernández de Santa Cruz desempeñó en la vida de otra mujer ilustrada, hasta ahora desconocida, pero no por eso menos excepcional, nos ayudará a comprender con una variedad más amplia de matices las diferentes relaciones que las mujeres letradas podían llegar a mantener con los altos jerarcas eclesiásticos.

Este artículo incide en la investigación que realizo para obtener el grado de doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla.

Ana de Zayas: escritora y hereje

Cuando en 1694 el Santo Tribunal novohispano abrió un proceso contra la escritora Ana de Zayas, acusándola de pertenecer a la secta de los herejes alumbrados, ella tenía aproximadamente 45 años y vivía en la Puebla de los Ángeles. Lugar donde nacíó, hija de una pareja de españoles que se contaban entre los ciudadanos principales de la Puebla. Desafortunadamente, para 1694 aquella desahogada vida familiar de la infancia había quedado muy atrás; los progenitores de doña Ana estaban muertos y ella se encontraba casada, desde hacía 22 años, con don Cristóbal Martínez de Cerdio, a quien nuestra autora le tenía puesta una demanda por maltratos. La única hija que había sobrevivido del matrimonio se hallaba entonces recluída en un convento, situación favorable para que en 1695 la escritora obtuviera, como veremos más adelante, el permiso de separación marital gracias al apoyo del prelado Manuel Fernández de Santa Cruz.

Una vez conseguida la aprobación del obispado, doña Ana abandonó a su marido y se recluyó en una casa de recogidas, donde continuó su labor literaria. Según los testimonios, esta mujer pasaba la mayor parte del día escribiendo, llevando una vida sin tacha. Sus salidas a la calle tenían como principal destino las iglesias; allí, dialogaba con los clérigos y les entregaba unos papeles, redactados por ella misma, donde estaban plasmadas ideas y visiones que hablaban sobre nuevas formas de experimentar la espiritualidad. Dichos papeles fueron el punto clave para que a Ana de Zayas se le denunciara por alumbrada en noviembre de 1694. La acusó uno de sus confesores: “por hallarse en sus hechos, dichos y escritos, cosas y proposiciones temerarias, escandalosas, mal sonantes y sospechosas”.

Los herejes alumbrados o iluministas habían sido una secta radical de carácter místico que originalmente surgió en Guadalajara, España, en las primeras décadas del XVI; fueron uno de los grupos que brotaron dentro de la gran conmoción religiosa que sacudía la Europa de entonces. Los alumbrados se nutrieron de la mística tradicional de occidente y el neoplatonismo gnóstico reavivado por el Renacimiento, su idea central era concebir a la fe como amor o experiencia . Revisemos a continuación la definición que sobre los alumbrados nos ofrece el denunciante de Ana de Zayas:

“Aquellos que habiendo alcanzado a su parecer una gran quietud interior del alma, se tienen por hombres contemplativos; y así sólo atienden a las ilustraciones interiores sin atender ni hacer cuenta de los preceptos y mandatos de la iglesia; ni sujeción ninguna a consejos de doctos, ni dirección de prelados aunque sea el sumo pontífice”.

Como vemos, los términos alumbrado o iluminado, a la par de calvinista o jansenista, fueron empleados como denominaciones que de manera general señalaban a cualquiera que intentara salir del control de la Iglesia.

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