Naufragios

El contexto del libro se sitúa en la conquista de América, que comenzó en 1492 y terminó en 1570, año a partir del cual se empieza a hablar de pacificación. En unos 130 años muere aproximadamente el 95% de la población indígena, no tanto por las masacres, sino por las epidemias endémicas que van a traer los europeos y que les van a diezmar. Esto provoca un colapso demográfico sin precedentes en la historia. La leyenda negra tiene también su origen en la actividad propagandística de otras regiones coloniales que para obtener derechos sobre los territorios necesitan deslegitimar a la población española. Se trata de una visión interesada de las otras potencias coloniales, a parte de una realidad es una construcción ideológica.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca es uno de tantos conquistadores que se embarcan hacia el nuevo continente en una de las primeras exploraciones a América del Norte, que en ese momento se conocía bastante mal. Llegan a la Florida y sobreviven solamente cuatro, que errarán por todo el territorio durante siete años. Al volver consigue que le vuelvan a mandar a Río de la Plata en calidad de gobernador y descubrirá las cataratas de Iguazú. Su mala gestión de las tierras le acaba por llevar a la cárcel. La imagen que se tiene de Alvar Núñez es la de amigo y defensor de los indios, aunque en general, la visión que ofrece de ellos es variada y cambia según las circunstancias.

La visión del otro condiciona completamente toda la obra y se va apoderando de ella cada vez más a medida que pasan las páginas y que transcurren los años de Alvar Núñez, el narrador y protagonista, perdido en la Nueva España conviviendo con las tribus indígenas.

Al comienzo de la obra, cuando se narran los movimientos de los barcos y las relaciones de mando no observamos ningún tipo de atención sobre los indígenas, excepto unas vagas líneas que hacen referencia a algunos encuentros de marineros que bajaban de los barcos durante las paradas en os diferentes puertos.

Hasta el capítulo cuarto no tenemos el primer encuentro real con los indígenas, en este episodio los cristianos queman unas cajas que guardaban los cadáveres decorados de unos indígenas cubiertos con pieles y otros objetos por considerarlo idolatría. Tras esto se aprovechan de los indios de manera que consiguen maíz a su costa durante días. En esta descripción no se observa ningún tipo de interactuación con los indios, lo cual puede dar a entender que los cristianos los veían como un simple medio para hacer más sencilla su tarea y su supervivencia en el nuevo continente, sin pensar en que la interferencia brutal en su modo de vida sin adaptarse a sus costumbres podría derivar en una actitud rebelde por parte de los indios, ya que se les ve como seres inferiores y por tanto fácilmente domables.

Esta misma visión de superioridad frente al indígena se observa durante los capítulos siguientes: en el quinto les roban maíz y en el sexto los indios huyen ante la potencia bélica de los cristianos. Sin duda la visión del otro está condicionada por el punto de vista eurocéntrico, los españoles únicamente les veían como pobladores de una tierra de donde se extraía valiosa mercancía y otras riquezas y en ningún momento les consideran personas como ellos y no se repara en que su modo de vida es una agricultura de subsistencia y que el robo de su maíz posiblemente abocara a todo el poblado a la muerte.

Sin embargo, está concepción de los indios como seres inofensivos cambia radicalmente en el capítulo VII, en el que los indios Apalaches causan numerosas bajas entre los marineros utilizando su conocimiento del medio natural para emboscarles y así hacer inocua la superioridad armamentística de los colonizadores. Desde este punto de la obra en adelante se observa un cambio radical en la visión de los indios, ya que ahora no son simplemente personas que viven en esa zona a los que fácilmente se logra dominar sino que se convierten en un enemigo temible que les supera en número. Este nuevo temor que se crea por primera vez en la obra se acrecienta durante el capítulo VIII, ya que en él se narra cómo murieron en total 50 personas por la combinación de los ataques indios y de una enfermedad en que cayeron todos los cristianos. Por primera vez se ven atrapados y comienzan a tener conciencia de la realidad en la que se encuentran y de que su superioridad y la seguridad y despotismo con el que avanzaban hasta el momento habían llegado a su fin y les habían traído funestas consecuencias.

Hasta este momento de la obra no existía ninguna referencia a la bondad y humanidad de los indígenas, pero en el capítulo IX los desamparados y moribundos no son los indígenas, sino que son los cristianos, con lo que la situación de un giro y los que ahora pueden proveer ayuda son los indios, al igual que en otro momento fueron los españoles y decidieron aprovecharse de la situación y explotarlos en lugar de confraternizar con los nativos. Un grupo de indios les proporcionan agua y pescado durante días y se llevan a dos de los cristianos

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