5. LOS PROBLEMAS DE LA FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL
Enviado por Estrada1Fran • 12 de Mayo de 2014 • 1.458 Palabras (6 Páginas) • 298 Visitas
Si los planes modernizantes de Gálvez y Morazán no hubiesen fracasado, tampoco hubiese fracasado la federación. El éxito de tales planes habría impedido el surgimiento de Carrera y el predominio de los intereses de los Aycinena y los cinco estados se habrían mantenido unidos bajo la hegemonía autoritaria del ejército guatemalteco. Al no contar con una fuerza social ni con una voluntad política ni con un ejército, el proyecto modernizador no tenía posibilidad de éxito para reformar la sociedad centroamericana y ello provoco la llamada contrarreforma. La falta de fundamento material y social imposibilitó la centralización del poder y la conformación del aparato que expresa la dominación social. Los intereses de clase que podrían haberse expresado como voluntad de poder no estaban suficientemente desarrollados. La colonia dejó una estructura económica débil y, además, en crisis. No hubo na clase social o una fracción a favor del capitalismo que se impusiese militar y políticamente sobre los otros grupos locales y frente a los rivales. Las fuerzas sociales que eventualmente pudieron dar sentido al proyecto federal fueron neutralizadas por razones de la naturaleza más diversa.
En el proyecto de Gálvez y Morazán había una idea nacional embrionaria, pero esta no pudo desarrollarse al carecer del apoyo de una economía de mercado y de una burguesía en expansión. La pretensión ideológica del progreso positivista no contó con la unificación económica ni con una comunidad cultural. Los rasgos nacionales eran débiles en la base. Hasta bien entrado el siglo XIX, Centroamérica fue una nación atada por arriba, pero suelta por abajo. El problema no era formar una nación, puesto que durante los casi tres siglos de experiencia colonial se fraguó una identidad múltiple en un espacio geográfico que, aunque impreciso en sus contornos, estaba definido administrativamente. Sin embargo, el espacio era difuso e incongruente, faltaban las ataduras o el destino común, impuestos por el funcionamiento del capital. Las economías de subsistencia y las formas precapitalistas de producción difuminaron la identidad nacional, quedando sólo la pertenencia genérica a una administración o a una vaga historia común. La república federal no fue un proyecto establecido ni dirigido por una facción hegemónica de la incipiente burguesía agraria.
La idea nacional y la identidad que aquélla supone pertenecían y eran dadas por la cultura, los valores y los intereses de la clase terrateniente. Pero su visión estaba segmentada por limitaciones étnicas, estamentales y económicas. La división entre el soberano y los súbditos no cambio sustancialmente, sino que metamorfoseó la división colonial de etnias, dominantes unas y vencidas las otras, sin darles homogeneidad. Los indígenas, especialmente en Guatemala y en la costa atlántica, tuvieron ciudadanía, pero no nacionalidad. De hecho, la nacionalidad fue tan inoperante como la ciudadanía. La guerra civil no fue una guerra nacional, sino una guerra entre diversos estados nacionales, cuyo enfrentamiento subrayó sus propios perfiles. Las afiliaciones ideológicas no sólo cruzaban el cuerpo social verticalmente, sino que, además, eran, hablando modernamente, transnacionales. En efecto, las identidades que definieron o reforzaron el conflicto desbordaron las fronteras nacionales. La identidad de los jefes venía dada por la comunión de ideas y no por la pertenencia a un Estado determinado. La comunidad de ideas contaba mucho más que la pertenencia a un Estado.
Este internacionalismo ideológico permitió que los jefes militares y los caudillos políticos nacidos en un país actuaran libremente en otro. La solidaridad político-ideológica, sobre la cual se quiso fundar la república federal, fue al mismo tiempo el fermento de una disensión interna e interminable. Las guerras no fueron motivadas por intereses económicos enfrentados o irreconciliables, sino por principios políticos. En otras palabras, fueron guerras por pura pasión. Y en la medida en que la pasión se satisface menos fácilmente que los intereses materiales, estos quedaron preteridos por largo tiempo. La única guerra nacional en sentido estricto fue la que los ejércitos centroamericanos libraron entre 1833 y 1855, y con muchas dificultades internas, contra los filibusteros de Walker. Los ayuntamientos fueron la matriz inicial a partir de la cual los criollos intentaron organizar la representación y el poder de los nuevos intereses dominantes. El nuevo orden intentó constituirse apoyado en dos elementos. El primero de ello fue la búsqueda de la representatividad social y la significación local de la autoridad por parte de aquellos que se creyeron en sí mismos herederos por derecho propio y dignatarios del poder fundante. El segundo elemento fue el
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