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ARQUITECTURA RELIGIOSA DEL SIGLO XVI EN ESPAÑA Y ULTRAMAR


Enviado por   •  23 de Mayo de 2013  •  1.339 Palabras (6 Páginas)  •  503 Visitas

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En Nueva España, nos encontramos con unas catedrales que pueden estimarse como el momento en el continente americano de mayor plenitud renacentista, aunque sea muy breve y nada puro, pues dentro de esta etapa perviven los arcaísmos y se inician las formas manieristas. No hay duda de que el paradigma de las catedrales del Nuevo Mundo lo constituye la catedral de México, que a lo largo de su dilatada historia se tendría que enfrentar con todo tipo de problemas constructivos; pero conviene aclarar que, con anterioridad a su fábrica, hubo un primer templo (abierto al culto en 1525 y concluido en 1532), del cual conocemos su emplazamiento, entre la plaza del Zócalo, a la que daba su costado meridional, y otra plaza de menor tamaño, al norte de la iglesia, tangente a la calle de Tacuba.

El templo poblano es otro ejemplo, y a pesar de que se inauguró en 1649, es evidente que fue una clara consecuencia de la catedral mexicana. Dicho templo es posible que fuera proyectado por Claudio de Arciniega, aunque hoy en día se duda y de lo único que hay constancia es de que este maestro se opuso a reconstruir en 1555 la iglesia primitiva (iniciada en 1536 y concluida en 1539), siendo de la opinión, junto con otros expertos, de que se fabricara un obra «a fundamentis». Y tanto es así que la nueva catedral se comenzó a construir en 1575 con los planos y condiciones del maestro extremeño Francisco Becerra (c. 1550-1593), quien permaneció cinco años al frente de la misma (hasta su marcha a Quito y Lima). En Puebla, asimismo, se volvió a seguir el modelo de planta de salón, con tres naves de igual altura y testero plano, capillas laterales y coro en la nave mayor, y sus obras —que en este caso se habían comenzado por la zona de capillas— se paralizaron en las primeras décadas del siglo XVII, cuando las capillas ya estaban cubiertas y tan sólo dos pilares tenían sus capiteles, para luego —al igual que en la capital mexicana— ser objeto de ulteriores modificaciones.

Tan interesantes como las obras anteriores son las catedrales de Guadalajara y Mérida, aunque para Fernando Marías sean menos originales que las ya vistas, y con las que cerramos este recorrido por el antiguo virreinato de la Nueva España, aun a sabiendas de la importancia de otras fábricas que por razones de espacio pasamos por alto. De la catedral de Guadalajara se ha dicho que es hija de la escuela creada por Diego de Siloé en Granada. Consta que en 1561 se dio la Real Cédula que autorizaba el inicio de su fábrica, aunque las obras no se comenzaron hasta 1571, sin que se sepa el autor de los planos originales y del maestro que dirigió los trabajos hasta 1599, año en que estaba dispuesta para ser abovedada. Es entonces cuando aparece como maestro mayor Martín Casillas, quien había trabajado tanto en la localidad extremeña de Trujillo, donde es posible que tuviera contacto con Francisco Becerra —y de hecho llega a Nueva España como criado de este último—, como en la catedral de México, al menos hasta el año 1585.

El citado Casillas, y en contra del parecer de Diego Aguilera, que en aquella época era maestro mayor de la catedral de México, así como partidario de cubrir el templo con bóvedas vaídas, logró imponer su opinión de labrar y culminar los espacios con bóvedas de crucería, ya que Martín Casillas tenía una idea muy clara: «la crucería —como muy bien escribe Javier Gómez— proporciona autoridad y, sobre todo, seguridad», hasta el punto de que su postura convenció al cabildo y la nave central se coronó con crucería estrellada y las laterales con bóvedas octopartitas.

De este modo, el templo tapatío se concluyó bajo la dirección de Casillas y se pudo abrir al culto en 1618. La fábrica presenta tres naves de igual altura, de seis tramos cada una, y capilla mayor de formato cuadrado, tal vez añadida por Casillas al primitivo testero de trazado recto. En los flancos adolece de capillas laterales, aunque los muros ofrecen arcos rehundidos para albergar los retablos, mientras

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