Al reflexionar sobre el devenir cultural venezolano
Enviado por rosamargarita • 21 de Octubre de 2011 • Monografía • 3.086 Palabras (13 Páginas) • 525 Visitas
Al reflexionar sobre el devenir cultural venezolano, dimensión que abarca todos los espacios de vida de nuestra sociedad, hemos vuelto la mirada sobre la obra de un gran amigo que nos dejó a destiempo, el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla. El México Profundo [1] -decía Guillermo- "...está formado por una gran diversidad de pueblos, comunidades y sectores sociales que constituyen la mayoría del país... grupos portadores de maneras de entender el mundo y organizar la vida que tienen su origen en la civilización mesoamericana...". Este concepto es reminiscente del expresado en 1920 por Julio César Salas [2] , uno de los precursores del pensamiento social venezolano, quien afirmaba: "... Poco interesante resulta para este objeto la investigación etnológica de las clases acomodadas, «la gente decente», como se ha dado en llamar a los ricos en América, pues sus costumbres son meras copias imperfectas de la civilización europea, y los rasgos típicos de la raza venezolana sólo se hallan en las clases medias y bajas, donde juntamente con las influencias atávicas, se revelan las modalidades que durante siglos reflejaron sobre esos individuos las condiciones físicas, clima, topografía, alimentación, etc....de allí que los estudios de las costumbres actuales de los pueblos de Latinoamérica tengan por base el íntimo conocimiento de esa raza a través de su historia de cuatro siglos..."
Aquellos conceptos expresan un profundo pensamiento sobre el tema de la civilización, el cual no puede o no debe ser visto como un problema intrascendente o postergable, particularmente en las condiciones actuales que vive no sólo nuestro país, Venezuela, sino toda la América Latina en su conjunto. Ello es un problema urgente, porque un proyecto civilizatorio se expresa concretamente en un proyecto de país, en el proyecto de sociedad que se va a construir.
Las decisiones que necesariamente deberán tomar los grupos dirigentes del proceso bolivariano para definir y consolidar definitivamente las transformaciones sociales por las cuales abogamos, tienen que enmarcarse dentro de un proyecto civilizatorio bolivariano cuyo éxito debe estar situado más allá del debate político inmediato, por encima del oportunismo clientelar partidista que no se atreve a rebasar la estrecha y dogmática concepción de la cultura, de la política cultural característica del anterior proyecto civilizatorio que nos fue impuesto por el primer mundo, con el concurso activo de una dirigencia fantasmagórica de la cuarta República y que todavía conserva profundas raíces en el proceso bolivariano.
Nunca antes nuestro país había tenido una crisis existencial como la presente, por la simple razón de que el componente social principal, la mayoría del pueblo venezolano, había vivido reprimida, subsumida dentro de un proyecto civilizatorio que se asumía como verdad única, como expresión eterna de la realidad venezolana.
Al analizar en perspectiva los últimos 500 años del proceso histórico venezolano, cumplidos a partir del siglo XVI, observamos una constante que se repite en las diferentes encarnaciones de la clase social que ha dominado hasta el presente los destinos del pueblo venezolano: la construcción de un proyecto nacional al margen de nuestra propia realidad, donde se asume como una premisa universal que la cultura, la concepción del mundo y de la vida que posee y proyecta la clase dominante minoritaria es y debe ser la que anime a ese resto, 80% de la población, exponentes del sincretismo de diversos otros proyectos civilizatorios que han cuajado en la historia, en la cultura de la Venezuela Profunda.
El proyecto nacional bolivariano debe definirse en los términos de esa Venezuela, en términos civilizatorios, con todo lo que ello implica sobre el reconocimiento de nuestra singularidad como pueblo dentro de la variedad de proyectos nacionales que comienzan a definirse en América Latina, particularmente en aquella comunidad de naciones que representan la avanzada del Estado de nuevo cuño, la utopía concreta de la comunidad multinacional: Venezuela, Cuba y el Caribe Oriental, Brasil, Argentina y quizás Uruguay.
El sueño bolivariano es lograr la Patria Grande, pero sin olvidar que el imperio, representado por el gobierno de las transnacionales estadounidenses, tiene una estrategia inmediata, el ALCA, diseñada no solo para apropiarse de todos los medios y recursos de producción de América Latina, sino de imponernos para tal fin un proyecto civilizatorio, el american way of life, que supone el fin de nuestros procesos culturales nacionales, el fin de nuestra historia como pueblos libres e independientes.
Lamentablemente, muchos países latinoamericanos han sido ya tragados por el ALCA y prácticamente perdido su independencia como naciones soberanas: el querido México de Guillermo, Centroamérica, la República Dominicana, la Colombia de Fals Borda y de Camilo, el Ecuador de nuestro recordado Agustín Cueva, el Perú de Mariátegui, el Chile del compañero Allende y - próxima posible víctima- Bolivia, sin que nosotros hayamos concretado todavía un proyecto nacional sustitutivo, un proyecto civilizatorio que resuma las diversas formas y acciones para transformar la realidad basándonos en el conocimiento de nuestra propia historia, los instrumentos materiales para consolidar la conciencia histórica y la conciencia social, las nuevas formas y técnicas de organización, participación y protagonismo social y político de las comunidades que solo pueden adquirir realidad en el marco de un nuevo proyecto civilizatorio bolivariano que defina los alcances, los valores relativos de la realidad social que aspiramos construir y promover.
Los logros del proyecto civilizatorio denominado occidental se obtuvieron, no lo olvidemos, con base a la explotación y la dominación de muchos otros pueblos periféricos a lo que hoy día constituye el primer mundo europeo-estadounidense. En dicho proyecto hay elementos que podemos reivindicar y reformular dentro un proyecto civilizatorio sustitutivo, pero teniendo conciencia del potencial de recursos culturales propios que nos ayudarán a salir adelante en esta lucha a muerte contra el imperio. No debemos nunca olvidar que es en la creación de un proyecto civilizatorio bolivariano donde nos va la vida. La cultura no es simplemente la guinda que decora el plato donde se sirve la economía, la tecnología y la política, sino es, repetimos, la savia profunda, la vida que anima, que puede animar el éxito del proceso bolivariano de cambio social.
La Venezuela Profunda posee un enorme potencial de recursos culturales que, estimulados y bien orientados, nos servirían de base para acceder a un país mejor, a una sociedad más justa, capaz de ofrecer a todos- sin distingo social o político- una mejor calidad de vida, el disfrute pleno del
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