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Ambiente musical en mexicano prehispánico


Enviado por   •  23 de Febrero de 2016  •  Resumen  •  4.715 Palabras (19 Páginas)  •  314 Visitas

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EL AMBIENTE MUSICAL EN EL MÉXICO PREHISPANICO.

ERNESTO CANO

DICSA

ESCUELA DE MUSICA

UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

Para la mayoría de los mexicanos actuales, las referencias sobre el acontecer musical del periodo prehispánico son algo casi desconocido, porque hasta la fecha no se ha comprendido su relevancia en la educación musical de nuestra sociedad. Las fuentes de información que existen como documentos palpables de la cultura musical del México precortesiano son:

1). Los hallazgos arqueológicos de instrumentos musicales utilizados antes de la llegada de los españoles a nuestros país

2). Las representaciones plásticas de músicos e instrumentos musicales en códices, murales, esculturas, grabados y decoraciones en piezas de cerámica, donde artísticamente dejaron plasmados eventos y festividades como reseña de su cotidianidad

3). Los manuscritos y cartas de referencia de los cronistas de la conquista quienes narran aspectos de la vida de los mexicanos.

Se hace mención de centros de enseñanza y práctica musical, a los que concurrían todos los jóvenes de la sociedad para capacitarse en el canto, danza y ejecución de los distintos instrumentos musicales; la música existía en todas sus actividades cotidianas: en lo religioso y profano, en festejos civiles, públicos y privados, y aun en los momentos de ocio había música para el esparcimiento y el disfrute, obras literario-musicales que representaban en las plazas y en las mansiones de los señores: hechos que nos muestran el ambiente musical del México prehispánico.

Fray Bernardino de Sahagún habla de la importancia de las actividades festivas de los mexicanos de lo cual dice:

“Lo tercero –en importancia- de que los señores tenían gran cuidado era de los areitos (festividades) y bailes que usaban para regocijar a todo el pueblo. Lo primero dictaba el cantar que se había de decir, y mandaba a los cantores que le pusiesen en el tono que quería, y que le proveyesen muy bien. (…), y que el teponaztli y el atambor (huehuetl) fuesen muy buenos; también manda los meneos que había de haber en la danza, y los atavíos y divisas con que se habían de componer los que danzaban; también señalaba los que habían de tañer el atambor y el teponaztli, y los que habían de guiar la danza o baile, y señalaba el día del baile, para alguna fiesta señalada por los dioses”.

La producción musical para las festividades se renovaba, para la cual había compositores al servicio exclusivo de los templos y de los grandes señores; ofrecían a sus dioses y héroes en cada festividad nuevos cantos, música y bailes que eran ensayados con anticipación; los Cuicatlali (compositores) no debían de usar melodías conocidas, aunque tal vez siguieran adoptando su forma o modelo utilizado. El cronista Sahagún describe en sus escritos las festividades del calendario mexica donde dice que:

“Había otra sala que se llamaba Mixcoacalli, en este lugar se juntaban todos los cantores de México y Tlatilulco, aguardando a lo que los mandase el señor, si quisiera bailar, o probar, u oír cantares de nuevo compuestos, y tenía a la mano todos los atavíos del areito, atambor y atamboril, con sus instrumentos para tañer el atambor y unas sonajas que se llaman ayacaxtli, omichicauastli (raspador de hueso), y flautas con tocos los maestros tañedores y cantores y bailadores, y los atavíos del areito para cualquier cantar”.

Para mantener el servicio de los cantares y danzas del nutrido calendario ritual fue precisa una organización sistemática, pues además de la enseñanza del canto, baile y la ejecución de instrumentos, había la composición literario-musical, fabricación de instrumentos y atuendos, aparte de todos los mecanismos para su realización. La existencia de varias instituciones en Tenochtitlan que se encargaba de proporcionar la educación pública, establece que los educandos según su rango social ingresaban a una u otra escuela donde se les capacitaba para el servicio que serán encomendados.

El Clamecac (hilera de casas) era la escuela superior reservada principalmente para los hijos e hijas de los dignatarios, pero también eran admitidos los hijos de los comerciantes. Los hijos de la gente humilde que por su talento y disciplina se destacaban también podían ingresar; la dignidad podía ganarse o perderse en una sola generación, conforme al merito era el respeto para él y los suyos o viceversa. Grandes sacerdotes eran escogidos sin tomar en cuenta “el linaje” sino las costumbres y ejercicios y doctrinas y buena vida.

Había un Calmecac anexo a cada templo, la administración y educación de jóvenes y doncellas era dirigida por el Mexicatl Teohuatzin (sacerdote guía que gobierna espiritualmente una cierta jurisdicción), la educación era severa y rigurosa. El códice Mendoza representa un cuadro de las etapas de la educación de los niños mexicanos  “educación que parece haber sido una de las principales preocupaciones de los adultos y haberse llevado con mucha solicitud y no menos rigor”.

En el Calmecac aprendían en lo referente a lo musical los llamados cantos divinos “teocuicatl” valiéndose de los códices; de esta escuela superior salían los jefes del ejército, los jueces, los sacerdotes y los reyes. Era donde los jóvenes de la nobleza destinados a ejercer el poder y las decisiones se preparaban e instruían.

En los consejos que los padres daban a sus hijos aparece como básica la premisa de atender todos los aspectos relacionados con la música, el canto y la danza, dice la crónica:

“Quiéroos decir lo que habeis de hacer; oídlo y notadlo: (ante todo) tened cuidado del areito, y del atabal, y de las sonajas, y de cantar… (Después) procurad de saber algún oficio honroso…..”

Su vida cotidiana estaba llena de ritos y festividades de honor a sus dioses donde todos participan en la danza y cantos ceremoniales: cada 20 días había una festividad fija en su calendario ritual, además había fiestas mayores en fechas especiales, festejos civiles públicos y privados donde nunca faltaba el canto y los bailes. Había una fiesta que se llamaba “tlazochimaco” que se celebraba en el noveno mes dedicada a Huitzilopochtli, donde después del evento público todos la continuaban en su propia casa; “…había gran ruido en todo el pueblo por razón de los cantares y del tañer de cada casa”. En esta ocasión adornaban todas las estatuas de sus dioses con flores frescas y olorosas, tanto en los adoratorios de los templos como en los de las casa de todo el pueblo.

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