Budizmo Zen
Enviado por Susan17 • 3 de Julio de 2013 • 2.904 Palabras (12 Páginas) • 338 Visitas
BUDISMO ZEN
Cuando la mente China entró en contacto con el pensamiento hindú, en la forma del Budismo, alrededor del siglo I d.C, dos desarrollos paralelos sucedieron. Por un lado, la traducción de los sutras budistas estimularon a los pensadores chinos y los llevó a interpretar las enseñanzas del Buda hindú a la luz de sus propias filosofías. De esta manera surgió un muy fructífero intercambio de ideas, que culminaron, en la escuela Hua-yen -sanscrito: Avatamsaka- de budismo en China y la escuela Kegon de Japón.
Por otro lado, el lado pragmático de la mentalidad china respondió al impacto del budismo hindú, concentrándose en los aspectos prácticos y desarrollándolos en una forma especial de disciplina espiritual que recibió el nombre de Ch’an, una palabra normalmente traducida como “meditación”. Esta filosofía Cha’an fue eventualmente adoptada por Japón, alrededor del año 1200, y ha sido cultivado allí bajo el nombre de Zen, una tradición que se mantiene viva hasta la actualidad.
Zen es una mezcla única de filosofías e idiosincrasias de tres culturas diferentes. Es una forma de vida típicamente japonesa, y aún así refleja el misticismo de la India, el amor de la naturalidad y espontaneidad del Taoísmo y el pragmatismo profundo de la mente Confucianista.
Zen es puramente budista en su esencia pues su objetivo no es ni más ni menos que el de Buda: el lograr la iluminación, una experiencia conocida en Zen como Satori. La experiencia de la iluminación es la esencia de todas las escuelas de filosofía orientales, pero el Zen es la única que se concentra exclusivamente en esta experiencia y no está interesada en ninguna interpretación más allá de ésta. En las palabras de Suzuki, “Zen es la disciplina en iluminación”. Desde el punto de vista del Zen, el despertar de Buda y el enseñar de Buda, que todos tenemos el potencial de lograr la iluminación son la esencia del Budismo. El resto de la doctrina, incluido en los voluminosos sutras, es visto solamente como suplementario.
La experiencia del Zen es, por lo tanto, la experiencia de la iluminación, de satori, y ya que esta experiencia, finalmente, trasciende toda categoría de pensamiento, Zen no se interesa en ninguna abstracción ni conceptualización. No tiene ninguna doctrina o filosofía especial, ningún credo ni dogma formal y enfatiza su libertad de todo pensamiento fijo, esto la hace verdaderamente espiritual.
Más que cualquier otra escuela de misticismo oriental, Zen está convencido de que las palabras nunca expresarán la verdad última. Debe haber heredado su convicción del Taoísmo, que mostraba la misma actitud sin compromisos.
Pero la experiencia Zen puede ser pasada de Maestro a discípulo, y ha sido, de hecho, transmitido por muchos siglos por métodos especiales propios de Zen. En un resumen clásico de cuatro líneas, Zen es descrito como:
Una trasmisión especial externa a las escrituras.
No sostenida por palabras ni letras, apuntando directamente a la mente humana, Mirando directamente a la naturaleza propia y alcanzando el estado de Buda.
Esta técnica de “apuntar directamente” constituye el sabor especial del Zen. Es típico de la mente japonesa, que es más intuitiva que intelectual y que le gusta entregar los hechos como hechos, sin comentario alguno. Los maestros Zen no son adeptos a la palabrería y aborrecen todo tipo de teorización y especulación. De esta manera desarrollaron métodos que apuntan directamente a la verdad, con acciones y palabras repentinas y espontáneas, que exponen paradojas del pensamiento conceptual y, como los koans, están orientados a parar el proceso mental del pensamiento, preparando así al estudiante a la experiencia mística. Esta técnica se ve muy bien ilustrada en los siguientes ejemplos de cortas conversaciones entre maestro y discípulo. En estas conversaciones, que forman la mayor parte de la literatura Zen, los maestros hablan lo menos posible y usan sus palabras para cambiar la atención del discípulo desde los pensamientos abstractos a la realidad concreta.
Un monje, pidiendo instrucción, le dijo a Bodhidharma: “No tengo nada de paz mental. Por favor, apacigüe mi mente”.
“Trae tu mente aquí al frente mío”, replicó Bodhidharma, “y yo te la apaciguaré”.
“Pero cuando busco mi propia mente” dijo el monje, “no la puedo encontrar”.
“¡Eso!”, replicó inmediatamente Bodhidharma, “¡he apaciguado tu mente!”
Un monje le dijo a Joshu: “Acabo de entrar en este monasterio. Por favor enséñame”.
Joshu preguntó: “¿Has comido tu potaje de arroz?”
El monje le responde: “Ya he comido”.
Joshu le contesta. “Entonces sería mejor que lavaras tu plato”.
Estos diálogos hacen notar otro aspecto del Zen que es característico. La iluminación en Zen no significa retirarse del mundo, sino al contrario, una activa participación en la vida cotidiana. Este punto de vista atrajo mucho a la mentalidad china que le daba mucha importancia a una vida práctica y productiva y a la idea de la perpetuación de la familia, por lo que no podía aceptar el carácter monástico del Budismo hindú. Los maestros siempre hacían hincapié que Ch’an, o Zen, estaba en nuestra experiencias diarias, “la mente de todos los días”, como proclamaba Ma-Tsu. Se enfatizaba el “despertar” en el medio de las actividades diarias y dejaban muy en claro que veían a la vida diaria, no sólo como la forma de lograr la iluminación, sino como la iluminación misma.
En Zen, satori significa la inmediata experiencia de la naturaleza Buda de todas las cosas. Lo primero y más importante entre éstas, están los objetos, hechos y personas involucradas en la vida cotidiana, aunque enfatiza las cosas prácticas de la vida, Zen aun así es profundamente mística. Al vivir enteramente en el presente, dándole atención completa a los asuntos diarios, alguien que ha logrado satori, experimenta la admiración y misterio de la vida en cada situación:
¡Qué maravilloso esto, cuan misterioso! Cargo la leña, saco agua del pozo.
La perfección del Zen es por lo tanto vivir la vida diaria de forma natural y espontánea. Cuando a Po-chang se le pidió que definiera Zen, dijo: “Cuando tengo hambre, como, cuando estoy cansado, duermo”. Aunque esto suene a simple y obvio, como tantas otras cosas en Zen, es de hecho una tarea bastante difícil. Recobrar la naturalidad de nuestra naturaleza original requiere de un largo entrenamiento y constituye un gran logro espiritual. En las palabras de un dicho Zen muy famoso:
Antes
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