CIUDADANIA, SOBERANIA Y REPRESENTACIÒN EN LA GÈNESIS DEL ESTADO ARGENTINO (1810-1852)
Enviado por Silvio Walter Amaya • 25 de Octubre de 2018 • Informe • 1.275 Palabras (6 Páginas) • 191 Visitas
HISTORIA DE ARGENTINA II
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTA
ALUMNO: Amaya Silvio Walter
L.U: 714403
INFORME DE LECTURA
CIUDADANIA, SOBERANIA Y REPRESENTACIÒN EN LA GÈNESIS DEL ESTADO ARGENTINO (1810-1852)
José Carlos Chiaramonte quizá sea actualmente, uno de los historiadores referentes mas importantes de la historia política. Presto especial interés a la cuestión de la formación de la nación y del estado, en cual es uno de los críticos más férreos acerca de la cosmovisión de la prexistencia de la nación en el proceso revolucionario. Es en esta línea que se enarca dicho trabajo, de ver como a partir de la crisis y fin de él orden colonial, no es que se forman inmediatamente nuevas naciones y nuevos estados. Sino que es un proceso complejo, muchas veces tortuoso y el estado argentino es el mejor ejemplo de ello. Pero en este sentido, prestaremos especial atención a términos tales como “Ciudadanía”, “Soberanía” y “Representación”, cuyas connotaciones son centrales para entender el proceso que inicia en 1808
Luego de la crisis del orden colonial, devenida en 1808 producto de la invasión napoleónico a la península, tradicionalmente se creyó que una ves roto esos lasos con la metrópolis, en américa se conformaron inmediatamente nuevas sociedades fundamentadas con elementos propios de la modernidad. Sin embargo, como bien lo afirma José Carlos Chiaramonte esto seria un tanto erróneo, puesto que no es que rápidamente se elimina lo viejo para para pasar a lo nuevo. No es que rápidamente se creó una nación y por lo tanto la ciudadanía se constituyó en el escalafón fundamental de estas nuevas sociedades. En ese sentido, Chiaramonte nos dice que “la cuestión de la ciudadanía en los Estados hispanoamericanos durante la primera mitad del siglo XII nos obliga a un nuevo esfuerzo de reordenamiento de los criterios de formación d esos Estados (…)”.[1]
Y es que el concepto mismo de ciudadanía normalmente se a tendió a confundirse con la como se lo conoce actualmente, es decir, con la ciudadanía moderna. En este sentido, al decir eso, el autor esta claramente preocupado por mostrar como, en el Rio de la Plata , si bien el propósito de construir una ciudadanía moderna aparece en los comienzos mismos del procesos de independencia y que el lenguaje del periodo registra un uso frecuente del término ciudadano, sin embargo las formas de participación política predominante son otras, es decir, la ciudadanía es se concibe y se ejerce de manera distinta a la de hoy.
Entonces, un claro ejemplo de lo que se esta mostrando es, justamente, el de la frustración de los intentos por construir una ciudadanía a lo largo de toda la primera mitad del siglo XIX, pese al constante interés por crearla y a la profusa utilización del concepto que se observa en los artículos periodísticos y en otros documentos. Y es que la misma palabra ciudadano que se utilizaba en la época, como representante del régimen liberal de la época, es equivoca ya que Ciudadano sigue evocando al vecino de una ciudad, el cual goza de privilegios, etc. Esto quiere decir que la condición ciudadana no es justamente la forma de participación política de un universo político igualitario, sino privilegiado, en donde sigue habiendo esa concepción de la sociedad según la cual sólo se es algo, solo se es alguien, si se participa de una condición privilegiada, propia del Antiguo Régimen.
La palabra preferida para expresar esa calidad privilegiada y corporativa del hombre de ciudad será la de vecino, y la forma predominante de su participación en lo concerniente a la comunidad estará mediada por su modalidad corporativa conformada en el cabildo, aunque así mismo, Chiaramonte afirma que “es difícil establecer con precisión el significado político del vocablo “vecino” a fines del periodo colonial”.[2]
Ahora bien, en cuanto a la concepción de la soberanía y la forma de representación, el autor afirma que la necesidad de asegurar la legitimidad del poder que debía suplir al de la monarquía, la doctrina invocada para deponer a sus representantes, y al amparo del ejemplo dado por el levantamiento de las ciudades españolas contra la ocupación napoleónica, fue la de la reasunción de la soberanía por los pueblos. Esta reasunción en Buenos Aires se encuentra presente ya en el seno del cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, que inicio el proceso que culminaría tres días después con la deposición del virrey y la formación del nuevo gobierno. Sin embargo, aquí Chiaramonte va encontrar un problema grave, y es que, si los “pueblos” estaban en igualdad de derechos para decidir sobre su destino, no iban a permitir ser sojuzgada por otro. De esta manera, para quienes intentaban reunir los restos del exvirreinato del rio de la plata en un Estado centralizado, con una soberanía “nacional” única, las relaciones de la auto postulada capital de Buenos Aires con el resto de las ciudades del territorio se veían muy complicada por el supuesto mismo del acto inicial del proceso hacia la independencia, expresado en la doctrina de la retroversión. Entonces, como resultado, se da la formación de múltiples soberanías y la conformación de muchos pueblos soberanos.
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