CUENTOS, TRADICIONES Y LEYENDAS DE HONDURAS
Enviado por MoCri • 20 de Abril de 2015 • 1.312 Palabras (6 Páginas) • 528 Visitas
CUENTOS, TRADICIONES Y LEYENDAS DE HONDURAS
¿Quién no se sabe un cuento? Al que dijera que no, yo le respondería que o estaba mintiendo o... que nunca había sido niño. Los cuentos nacieron para los niños o... ¿será lo contrario? ¡Los niños habrán nacido para los cuentos! Como quiera que fuere, yo creo que la leyenda y el cuento son parte inseparable de cada uno de nosotros. Los seres humanos, somos cada uno, una leyenda en sí y los que no lo somos, llevamos más de alguna clavada en nuestros corazones.
A los que nos ha tocado andar parte del camino de esta vida con la efímera com- pañía que siempre nos parece ser, de unos buenos abuelos que nos han querido, sin saberlo, hemos sido dueños de uno de los tesoros más preciados, que Dios le ha permitido al hombre tener. Yo creo que sin abuelos, tampoco hubieran existido muchas otras cosas y las leyendas y los mitos hubieran sido unas de éstas. Por un tiempo en mi niñez, creí que mi abuelo había inventado la leyenda, o por lo menos había sido el promotor de ellas.
Yo fui dichoso porque me tocó tener uno de esos abuelos que por medio de una natural inventiva fantasmagórica, por muchas noches logró totalmente cautivar la atención de un nieto curioso, por cuyos inquietos oídos logró proyectar una imagen de héroe, hasta el fondo de mi infantil corazón. Absorto escuchaba a mi abuelo relatar todas aquellas hazañas de aventuras lúgubres en las que él había sido protagonista. Lo único que no me gustaba de aquellas sesiones de miedo, era el posterior efecto que me causaban; quedaba tan aterrorizado después de aquellas historietas de misterio y espanto, que era un problema después tener que irme a la cama. Totalmente posesionado por el miedo, me era difícil reconciliar el sueño, y contra la voluntad de mis padres, dormía con la luz encendida aquella noche.
Lo agradable y precioso de la leyenda es que, con un poco de ingenio, nos po- demos introducir y salir de ella, como se introduce y sale de su concha a su antojo un caracol; la podemos estirar y encoger y sin darnos cuenta y aún intencional- mente, la amasamos como una masa de harina o de nixtamal y hacemos "figuras" de todas clases como nos de la gana.
Con el tiempo y cuando la inocencia de la niñez comenzó a ser repuesta en mi mente, por la aviesa precocidad de la adolescencia, comencé a descubrir los miste- rios de la leyenda; comencé a descubrir las ocasionales alteraciones en la repeti- ción de las historietas de mi abuelo querido. Unas veces era una mula que después, inexplicablemente, en la misma historieta en una posterior narración, aparecía siendo de repente un macho; y era así como la prolífica inventiva de mi abuelo en conspiración con la senilidad de su avanzada edad, sometía aquellas aventuras a una progresiva metamorfosis, que para nosotros, los mozalbetes ingenuos, no solo pasaba inadvertida, sino que las hacia más excitables.
Un tío mío decía que la leyenda era "inventos de los miedosos". Los cuentos de camino real, decía mi tío refiriendose más a la leyenda que recorría los pasillos del mito trujillano, los han inventado los borrachos miedosos. Mi tío era incre- dulo y dejó esta vida sin concederle cuartel ni darle tregua, mucho menos, a la fantasía popular del mito y la leyenda. Nunca le dio crédito a ninguna de las famosas leyendas que abundan en el folklore trujillano. Mi tío decía además, que aquellos cuentos los habían inventado los trujillanos, bajo los efectos del alcohol y algunos del delirium tremens; no había tal cosa de Sucia ni de jinete sin cabeza; todo era obra de la imaginación de los consumidores consuetudinarios de alcohol del pueblo. Mi tío sostenía a pie juntillas, que para cada uno de aquellos fenómenos que la gente tomaba como cosas sobrenaturales,
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